En un contexto donde la imagen física se ha convertido en carta de presentación, educar a los niños en el respeto hacia el cuerpo ajeno es más urgente que nunca. Enseñarles que no deben opinar sobre el físico de los demás no es solo una cuestión de cortesía, sino una herramienta fundamental para prevenir la discriminación, el acoso escolar y el desarrollo de inseguridades que pueden acompañar a una persona toda la vida.
Javier de Haro es psicólogo infanto-juvenil y, en uno de sus últimos vídeos, ha hablado de la importancia de inculcar esta lección en nuestros hijos: “Muchas burlas y faltas de respeto en los colegios empiezan criticando el físico de los demás... y lo peor es que muchas veces nos ven a los adultos hacerlo”, empieza diciendo.
5 ocasiones en las que podemos hablar del físico de los demás, de manera constructiva
Motivos profesionales. Se da en los casos en los que los profesionales de la salud tiene que hablar el cuerpo de los demás como parte de su trabajo.
Como respuesta. Opinaremos sobre un cuerpo cuando una persona nos pida expresamente opinión sobre su cuerpo: “Es como cuando un amigo te dice si le queda bien algo. Le responderemos con mucho tacto”, comenta.

Padre corrigiendo la conducta de su hijo
Ayudar. Son casos en los que opinar sobre el cuerpo de alguien puede ser de gran ayuda. Díselo si es algo que puede cambiar de manera fácil y rápida: “Por ejemplo si tiene algo entre los dientes”, opina.
Advertir. Lo haremos cuando haya un riesgo claro inminente. Por ejemplo si estamos en la playa y vemos que nuestros familiares o amigos se están quemando los hombros por culpa de no llevar protección solar.

Padre educando a su hijo
Hacer un cumplido. Hazlo si le quieres decir algo bonito o algo que te gusta de otra persona: “Solo deberías hacerlo cuando tienes suficiente confianza con esa persona para saber que no le va a molestar. También cuando es algo espontáneo, sincero y no interesado o forzado. Lo que le digamos sí o sí debe subir su autoestima y no bajarla”, termina diciendo.
Recordatorio. Las formas, el momento y el enfoque constructivo marcan la diferencia entre opinar y faltar al respeto. Un comentario sobre la apariencia física, una crítica en público o una frase lanzada sin medir las consecuencias pueden dejar cicatrices más profundas que un silencio.