Cuando se habla de ansiedad, la mayoría piensa en palpitaciones, falta de aire o nerviosismo. Sin embargo, detrás de este trastorno no solo hay síntomas físicos y emocionales: también existen rasgos de personalidad que, aunque suelen ser bien valorados socialmente, pueden convertirse en un terreno fértil para el malestar.
Reconocer que la ansiedad no nace solo de factores externos, sino también de la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos, es clave para entenderla. Y, sobre todo, para dejar de confundir el sufrimiento con una supuesta fortaleza. La psicóloga Ángela Fernández, en uno los últimos vídeos publicados en su canal de TikTok, ha reflexionado sobre ello.
Ansiedad
“Para rebajar la ansiedad es clave aprender a ser flexible y aceptar no siempre lo podrás controlar todo”
Autoexigencia y alta responsabilidad. Se trata de la tendencia de asumir una responsabilidad extrema. Se da en personas autoexigentes, rigurosas y disciplinadas. Ellas mismas se imponen un estándar de perfección difícil de alcanzar: “Para rebajar la ansiedad es clave aprender a ser flexible y aceptar no siempre lo podrás controlar todo”, empieza diciendo.
Ansiedad universitaria
Exceso de amabilidad. Ser cooperativo y generoso es positivo, pero algunas personas con ansiedad anteponen las necesidades de los demás por delante de las propias. Esta actitud reduce el autocuidado y fomenta el desgaste emocional.
Ansiedad
Neuroticismo y alta reactividad. Son personas con una marcada inestabilidad emocional. Suelen ser impulsivos, nerviosos y sensibles a imprevistos: “Un ruido, una mala respuesta o un plan que se cambia a última hora les afecta mucho más”, explica Ángela. Su recomendación es incorporar a la rutina actividades que fomenten la serenidad y la tranquilidad. La clave es hablarnos con una mirada flexible y compasiva, evitando caer en la trampa del perfeccionismo y la frustración.
Reflexión. El perfeccionismo, la autoexigencia extrema, la tendencia a complacer a los demás o el deseo constante de control son características que muchas veces se elogian en el ámbito laboral y personal. Pero llevadas al límite, se transforman en una presión interna que alimenta la ansiedad y erosiona la salud mental.

