Cuidar de alguien es, quizás, uno de los actos más nobles del ser humano. Implica empatía, dedicación y una forma de amor que trasciende lo material. Pero en una sociedad que glorifica la entrega y la abnegación, cuidar también puede convertirse en una trampa silenciosa: la de olvidarse de uno mismo.
El psicólogo Daniel Esteban recuerda, en uno de los vídeos más recientes de su canal de TikTok, que el sacrificio absoluto no es sinónimo de un buen cuidado: “Cuando dedicamos casi toda nuestra energía a aliviar o prevenir el malestar de otras personas, es fácil que olvidemos nuestras propias necesidades”, empieza diciendo.
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“Cuidar bien de otra persona no es darlo todo hasta vaciarte”
Cuidar de uno mismo. Descansar y reservar momentos propios nunca debería ser considerado como un capricho: “Tu descanso, tus apoyos y tus momentos propios no son un lujo, son lo que va a permitir que sigas cuidando sin romperte tu”, explica el experto en el vídeo.
Autocuidado
Lección. Esteban rechaza la idea de que cuidar bien significa entregarse hasta vaciarse: “Cuidar bien de otra persona no es darlo todo hasta vaciarte, sino sostener a la otra persona mientras te sostienes a ti”, comenta.
Síndrome cuidador quemado. Este síndrome, reconocido por la Organización Mundial de la Salud, describe el agotamiento físico, emocional y mental que sufren las personas que dedican gran parte de su tiempo al cuidado de otros: familiares enfermos, mayores dependientes o personas con discapacidad. En España, donde la población envejece y la mayoría de los cuidados recaen aún sobre las familias, el fenómeno es tan común como silencioso.
Equilibrio. El experto recomienda intentar encontrar el equilibrio entre el cuidado ajeno y el propio: “Tu bienestar es parte esencial del cuidado”, termina diciendo. Cuidar de otros exige energía, estabilidad emocional y salud, tres recursos que se agotan si no se renuevan. Por eso, tomarse un respiro, pedir ayuda o poner límites no son gestos de debilidad, sino decisiones responsables. No se puede acompañar desde el vacío, ni consolar desde el cansancio.

