A sus 73 años, Arturo Pérez-Reverte se muestra más observador que nunca. En una reciente charla para el programa ‘Aprendemos Juntos BBVA’, el escritor y académico de la RAE reflexiona sobre el paso del tiempo, las convicciones que se desmoronan y la curiosidad con la que afronta los cambios del mundo actual.
“Una cosa que he aprendido en la vida es que, a medida que te haces mayor, tienes menos certezas”, comienza. El autor de La tabla de Flandes o El húsar confiesa que en su juventud tenía una fe inquebrantable y una seguridad que con los años se ha ido diluyendo: “Cuando era joven, estaba seguro de mil cosas. Y ahora, con la edad que tengo, tengo muy pocas certezas y muchísimas incertidumbres”.
“Por eso escribo novelas: para moverme en ese territorio gris”
Lejos de lamentarse, Pérez-Reverte asegura que esa pérdida de certezas se ha convertido en un motor creativo. “Me gusta, por eso escribo novelas, precisamente con esa incertidumbre, ese territorio gris e incierto, contradictorio”, explica.
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El escritor reconoce que disfruta explorando pensamientos que contradicen sus antiguas creencias: “A veces pienso cosas diferentes a las que creía hace 30 años, descubro cosas que no había visto”, confiesa. Ese proceso de cambio constante es, según él, una de las claves para seguir mirando el mundo con interés.
“Cada día pierdo una verdad y me gusta descubrir cuál será”. Pérez-Reverte comparte además una reflexión que define su mirada sobre la madurez: “Hay dos cosas que me hacen mirar el mundo con interés cada mañana. Una es esa: a ver qué verdad me va a ser arrebatada hoy. Qué certeza voy a perder hoy. Y siempre hay alguna”.
Para el autor, cada pérdida de una vieja convicción es una forma de seguir aprendiendo. En lugar de aferrarse al pasado, elige observar con curiosidad el presente, aunque a veces le resulte desconcertante.
            El escritor Arturo Pérez-Reverte
“Fui educado para un mundo que ya no existe”
Repaso generacional cargado de lucidez. “Yo nací en 1951. Mis abuelos nacieron en el siglo XIX. Fui educado para un mundo que ya no existe”, dice. A su juicio, su generación fue moldeada por valores y estructuras que hoy han desaparecido: “Tenía cosas buenas y cosas malas, pero era mi mundo. Y ahora estoy asistiendo, de una manera muy interesada, al final de ese mundo que es el mío”.
Pérez-Reverte observa esa transformación sin melancolía: “Lo digo sin dramatismo, lo veo con curiosidad: ‘Ah, mira, esto ha cambiado, esto ya no vale, esto ahora es así’… y eso está muy bien. No hay dramatismo. Son las reglas”.
            Arturo Pérez-Reverte Gutiérrez (Cartagena, Murcia, 25 de noviembre de 1951)
Un observador del cambio, no un nostálgico. Lejos de adoptar una mirada pesimista, Pérez-Reverte muestra una serenidad poco habitual cuando habla del paso del tiempo. Su discurso no es el de alguien que añora el pasado, sino el de quien entiende que la vida es cambio, duda y adaptación.
En tiempos donde muchos se resisten a lo nuevo, el autor reivindica la curiosidad como antídoto frente al miedo. “No hay dramatismo. Son las reglas”.
