De libros,básicamente

Tengo ganas de hablar de Joaquim Ruyra”, le dice Juliana Canet a Marina Porras como cebo para proyectarse hacia el segundo programa de Club Tàndem (3Cat). Parece una frase de guion de ciencia ficción optimista en el que alguien expresa su insólito deseo de hablar de Ruyra. Es el aliciente del programa: revisar nuestros clásicos (Pla, Ferrater, Rodoreda, Villalonga...) a través de una precariedad de vídeo-podcast, trasladar a la pantalla el espíritu divulgativo de los clubes de lectura y compartir recomendaciones con una vitalidad sin brotes de erudición ni licencias irreverentes como las de Una història de la literatura .

Hace unos años que Canet y Porras acumulan espacios de prescripción insuflando al género una energía femenina y feminista que a veces abusa de dirigirse a una hipotético público joven a cambio de relegar a lectores conspicuos. Este proselitismo se sitúa en una tradición contradictoria: la de un país que, despreciando impunemente la promoción audiovisual de la lectura y perpetuando su descrédito en la enseñanza, acumula muchas excepciones, no se sabe si como cuota voluntarista, pesebre clientelar o peaje para aplacar malas conciencias. Lista (hablo de memoria): Raimon (La 2), Emili Teixidor, Màrius Serra, Xavier Grasset, Marina Romero y Anna Guitart (TV3), Natza Farré y Vicenç Villatoro (el 33), Laura Borràs, Eduard Màrquez y David Guzmán (Catalunya Ràdio), Emili Manzano (BTV y el 33), Marc Giró y Sílvia Soler (RAC1), el Tot és comèdia (la Ser), Els experts (iCat) y todos los programas generalistas que, en los últimos cuarenta años, han incluido una sección sobre libros en catalán.

El foro poslectura también se contagia de algunos vicios coloquiales generacionales

Puede que el metraje de Club Tàndem se haga un poco largo teniendo en cuenta su espartana factura visual, su tono, ligeramente endogámico y sabihondo, y la efervescencia pirotécnica de algunas afirmaciones (“¡La mejor protagonista de la literatura catalana, sin ningún género de dudas!”, exclama Canet con un entusiasmo que no ofenderá las capillitas y jerarquías de los autores muertos). A partir de la buena idea del secreto como motor novelesco, Porras y Canet comentan Espejo roto de Mercè Rodoreda. El diálogo aporta puntos de vista que complementan la lectura (de antes y de después) y que, salvando las distancias, recuerdan los análisis pospartidos de fútbol. Y si el posfútbol tiene su propio lenguaje, el foro poslectura también se contagia de algunos vicios coloquiales generacionales. El adverbio “básicamente”, por ejemplo, se consolida como recurso para ganar tiempo y darle al diálogo una pátina informal vagamente jactanciosa (como cuando en los ochenta repetíamos “o sea” o “a nivel de” creyendo que así –error– éramos más inteligentes). Es una tendencia muy extendida, pero inofensiva y anecdótica, tanto como los “es decir” y los “dicho lo cual” de las tertulias de actualidad.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...