Unos jóvenes de Horta juegan a Plagues, un juego de rol en que hay que causar víctimas entre un GOI, un grupo objetivamente identificable, que circunstancialmente son los pensionistas. Al mismo tiempo, algunos jubilados del barrio desaparecen de las residencias donde viven, y la policía detiene a un joven acusado de cobrar la pensión de su abuelo, que está desaparecido.
Uno de los jóvenes es Roc, nuevo integrante del sistema solar, es decir, de los novietes de Sol, la sobrina de ficción de Oriol Comas i Coma, el experto en juegos que protagoniza la serie de novela ludocriminal de Màrius Serra (Barcelona, 1963), que con El rol del Roc (Empúries) llega a la cuarta entrega –este verano, los lectores de La Vanguardia pudieron disfrutar como primicia en cinco entregas de uno de los capítulos de la novela de Serra, con guion de Quim Noguero y dibujo de Josemaría Casanovas–.
“Intento que cada proyecto sea diferente, y con esta serie se trata de ir actualizando el método y divertirme un poco”, cuenta Serra, que recuerda que, aunque sea él quien escribe el libro, es cosa de los dos: “Inicialmente, Comas me fascinaba porque ya es un personaje, no había que inventarlo, y va muy bien para documentar, porque es una enciclopedia con patas. Poco a poco ha acabado haciendo el papel de un editor, entra en la cocina, pero la escritura es mía”.
Es la primera novela del escritor y enigmista que pasa en su barrio, Horta: “Incluso me extrañó no haberlo hecho antes. Hace más de 30 años que publico, y siempre he estado aquí, aunque yo soy de Virrei Amat, pero no había escrito nada. Ahora, una vez decidido, puse a mi barbero, mi dentista... los lugares y gente que reconozco, porque todavía es un poco pueblo”. “Hay una reivindicación de Horta, es un libro de kilómetro cero, pero es extensiva a una Barcelona que no es la que sale en las fotos. Sant Andreu, el Carmel, Sants, Hostafrancs... Y sin mitificar el barrio, tampoco”, añade.
También fue por Horta que llegó el rol: “En los ambientes de los jóvenes del barrio, como los Diables, hay mucha afición, hay grupos que quedan los jueves por la tarde y hacen unas partidas. Y es el más literario de los juegos, en el sentido que se vende en un libro, hay una historia. Para hablar de ellos, el comisario –del Festival DAU– Comas incluso organizó unas partidas”. Como los jóvenes tienen una cierta angustia de que no hay futuro, “el rol también les sirve para evadirse, porque la incertidumbre lo domina todo y entonces hay malestar”. Pero contrasta esta realidad lúdica y paralela con “actividades en 3D, por ejemplo por los vínculos con los diablos y con la cultura popular. Son como dos mundos aparentemente inconexos, pero no te pienses que los diablos no están en las redes sociales. Están, claro, pero al mismo tiempo tienen esta actividad que los hace no ser unos hikikomoris encerrados en su cuarto, y quería ponerlo para reivindicar esta tercera dimensión de cosas que se hacen y que se pueden tocar, porque además en el barrio hay muchos jóvenes organizados que hacen cosas”.
Proyectos a medio y largo plazo
Reediciones con extras y otra novela
“Siempre tengo una novela en marcha, pero es un proyecto largo”, explica el escritor, que el próximo marzo reeditará en Empúries la primera novela de la serie con Oriol Comas y Coma, La novel·la de Sant Jordi. Otro proyecto es hacer una reedición de Verbàlia con motivo del 25.º aniversario del libro: “Quiero añadir un libro nuevo que sea la parte práctica, con las mejores definiciones de los crucigramas de La Vanguardia, algunas cosas de la radio... con un formato que se acerque más a un Coromines que a un libro-juego. Un libro de lectura pero como quien lee un diccionario. Sería la práctica de los juegos que teoricé hace 25 años, porque me he dado cuenta de que en todo este tiempo no he parado de crear juegos. Eso me hace ilusión y me da aire para la novela que voy trabajando, me quita presión”.
Aparte del juego, el trasfondo de la novela es el conflicto generacional entre jóvenes y mayores: “Sueldos versus pensiones. La gente ha trabajado toda la vida y se lo ha ganado, pero para los jóvenes es complicado y no pueden aspirar a nada. Es una tormenta perfecta, una relación difícil entre los dos extremos de la cadena productiva”, dice Serra, que sabe de qué habla: “Tengo una hija de 28 años y una madre de 99. La costura generacional está muy tirante, y si no se resuelve la cuestión de la vivienda, petará por algún lado, y por el género criminal de la novela ya me iba bien crear un conflicto de buenos y malos”.
Para Serra “siempre hay como una sensación de que los que vienen detrás lo hacen todo mal, según su punto de vista. Cuando yo era joven, a finales de los ochenta, fuimos la generación de los pasotas, como nos llamaban, porque veníamos del antifranquismo, y siempre está este péndulo. Cada generación tiene sus propios códigos y acaba habiendo de todo, es indudable, pero es verdad que hay un contraste muy fuerte entre las expectativas que nosotros podíamos tener con un mundo que parecía que iba hacia el progreso y las expectativas de un joven de ahora, que o va hacia el desastre o va hacia la supervivencia, y eso no solo con la vivienda, sino en general, en el entorno laboral y en las expectativas personales”.

Màrius Serra, Carlos Zanón y Oriol Comas presentaron 'El rol del Roc' en el Foment Hortenc