Cuatro novelistas con vida de novela

Literatura

Jorge Freire recorre en ‘Los extrañados’ las increíbles historias de P. G. Wodehouse, José Bergamín, Vicente Blasco Ibáñez y Edith Wharton

British author PG Wodehouse (1881-1975) and his wife Ethel May Wayman Wodehouse (1885-1984) with two of their six dogs outside their home in the hamlet of Remsenburg, Southampton, on the South Fork of Long Island, New York, 1st August 1968. (Photo by F. Roy Kemp/BIPS/Hulton Archive/Getty Images)

P. G. Wodehouse con su esposa, Ethel

F. Roy Kemp / Getty

Extrañamiento es algo parecido al desarraigo. “Un concepto elástico, que tiene formas muy diversas”. El filósofo Jorge Freire (Madrid, 1985) ha escogido a cuatro escritores que padecieron extrañamiento, cuatro novelistas que vivieron vidas de novela, cuatro autores cuyas obras “me han regalado horas de felicidad” y ha contado sus increíbles historias en Los extrañados (Libros de Asteroide).

Eal escritor y filósofo Jorge Freire

Eal escritor y filósofo Jorge Freire

Pau Venteo / Shooting

P. G. Wodehouse

P.G.Wodehouse (1881-1975) vivía en el norte de Francia en septiembre de 1939. Llegaron los alemanes y “lo encerraron en un campo de la Costa Azul y después en otros centros en Alemania”, señala Freire en una entrevista con La Vanguardia . El escritor inglés, que había hecho reír a lectores de todo el mundo con sus novelas de Bertie Wooster y su mayordomo Jeeves, mantuvo su “capacidad humorística durante el conflicto, supo poner al mal tiempo buena cara e infundió ánimos a sus compatriotas cuando pintaban bastos. Cuando llegó al terrorífico campo de internamiento rodeado de alambradas de espino, no se le ocurrió más que decir ‘si esto es la Alta Silesia, ¿cómo será la Baja?’”. Siempre bromeaba amparado en su humor ingenuo, blanco y carente de animadversión hacia el adversario: “Conozco a alguien, aunque sea un soldado enemigo, y después de la segunda copa ya me cae bien”.

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Los nazis vieron que podían aprovecharse de la ingenuidad del pobre Wodehouse y le ofrecieron liberarlo para que hiciera un programa de radio. El autor aceptó convencido de que “el fascismo se combate con humor”. Sus retransmisiones fueron “maravillosas y extraordinariamente divertidas, pero en su país se le consideró filonazi y colaboracionista”. Inglaterra lo borró del mapa. Después de la guerra, Wodehouse se instaló en Estados Unidos y se convirtió en un extrañado. Nunca volvió a casa.

Vicente Blasco Ibañez

Imagen de Vicente Blasco Ibáñez en Argentina

Imagen de Vicente Blasco Ibáñez en Argentina

LVE

Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928) fue el escritor más vendido de su época, el más conocido internacionalmente y también un agitador político, un aventurero y un colono. “De todos sus personajes, el más redondo es él mismo”, dice Freire. “El escritor valenciano era un bravucón, que llegó a ser diputado nacional. No tuvo inconveniente en sacar su pistola en la tribuna, lo que le llevó a batirse en duelo en varias ocasiones. Una vez se salvó porque la bala dio en la hebilla de su cinturón”.

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“Fue el escritor español más exitoso después de Cervantes. Sus obras se vendían como rosquillas en toda América y las revistas estadounidenses se lo disputaban como columnista, pero pese a su éxito y fortuna no dudó en irse a la Pampa para fundar dos colonias. Blasco Ibáñez necesitaba aventuras, un chute constante de emociones para seguir vivo”. Su vida fue tan folletinesca como sus novelas que, a juicio de Freire, “no han sido lo suficientemente valoradas porque su éxito fue muy envidiado por los escritores de su generación”.

José Bergamín

José Bergamín

José Bergamín

Y si Blasco Ibañez fue víctima de la envidia, José Bergamín sufrió la indiferencia de sus contemporáneos. Hijo de un ministro de la restauración, fue uno de los intelectuales más reconocidos de la generación del 27. Su extrañamiento empezó con el exilio, que emprendió tras la Guerra Civil, primero en México y luego en Uruguay.

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Pero contra todo pronóstico, continuó a su regreso a España. Bergamín no aceptó la transición. “Erraríamos si buscamos razones ideológicas, la realidad es más prosaica: el escritor tenía un resentimiento personal porque le dejaron fuera de los cenáculos de la intelectualidad”. Ese le llevó a acercarse al entorno abertzale “más que por ideología, porque le hicieron sentir importante”.

En el 82 se instaló en San Sebastián e “idealizó al pueblo vasco por valeroso”. Sus artículos le llevaron ante los tribunales: “La Audiencia de San Sebastián le condenó a siete años y Bergamín, que ya tenía 83, no pudo más que exclamar: ‘anda, no sabía que iba a vivir tanto’”.

Edith Wharton

Edith Wharton

Edith Wharton

El extrañamiento de Wodehouse, Blasco Ibáñez y Bergamín tuvo mucho que ver con estar lejos de casa. Edith Wharton lo vivió en su propio hogar. “Aunque era una mujer muy conservadora, Wharton fue una escritora feminista, una de las abanderadas en profesionalizarse y la primera en ganar el Pulitzer”. La escritura le sirvió para “liberarse del yugo matrimonial después de décadas de malavenencia con su marido, que tenía ataques muy violentos”.

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Wharton supo “crear su habitación propia dos décadas antes que Virginia Woolf”. Se encerró en casa, escribió y pudo vivir de sus novelas, después fue reportera de guerra y, al final de sus días, una de las escritoras más respetadas por sus compañeros de profesión, que le rendían pleitesía.

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