La improvisación como obra de arte musical y vital

Análisis

Al final, el piano imperfecto que Jarrett pensó inicialmente que iba a ser su peor pesadilla resultó ser una bendición y un regalo, más que una maldición. Una ironía de la vida que además desembocó en una obra de arte musical basada en la improvisación y en la perseverancia ante la adversidad. Y que además puso al pianista estadounidense en lo más alto de la pianística. Y no solo jazzística. 

El éxito de The Köln Concert está cimentado a priori por dos hechos incuestionables en aquel momento: la dimensión artística de Jarrett, ya forjada en los New Jazz Messengers de Art Blakey, en el cuarteto de Charles Lloyd o con el Miles Davis eléctrico, por un lado. Y luego, el peso de la discográfica editora del disco, la alemana ECM, sinónimo de vanguardia, experimentación y, sobre todo, enorme calidad, y cuyo fundador, Manfred Eicher, ejerció de productor del mencionado álbum. Trabajar con ECM significaba –y significa– llegar a un público más allá del jazz, lo que significa que Jarrett contaba con un atento aficionado (y potencial comprador) muy abierto de miras y oídos. Porque la materia prima que contiene el disco blanco, con una fotografía suya en blanco y negro en la portada, es pura improvisación.

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El pianista Keith Jarrett en L'Auditori de Barcelona

Àlex Garcia

Estrictamente, el concierto arranca con un tema de 26 minutos improvisados. Al principio, manda un tono reflexivo en que brillan transparentes y bellas melodías pulsadas con su mano derecha (y oyéndose de vez en cuando también la voz de Jarrett siguiendo las melodías). En esa pieza se paladea la inspiración en el jazz, pero también hay inputs de variado calado, como música clásica, folk, latina, el country o la hímnica gospel. Eso no es todo: la segunda pieza de la velada (que ocupa las caras 2, 3 y 4 del doble álbum) se expande a lo largo de 48 minutos y parece que lleve puesto el turbo, con su mano izquierda atacando las teclas del piano imperfecto, o dándole a los pedales, uno de ellos funcionando casi como percusión, dado su mal estado. 

Lo que queda más que evidente es que detrás de todo esto hay una manera única, magistral y hasta entonces prácticamente inédita de sentir y tocar el jazz. Una constatación que se puede aplicar incluso al lenguaje pianístico en general ( The Köln Concert es el álbum de piano más vendido de la historia), con su deslumbrante combinación de intensidad emocional, virtuosismo, pese a los imponderables, músicas variadas, improvisaciones sin freno, minimalismo. Y silencio, mucho silencio.

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