A finales del siglo XIX, Eusebio Güell le encargó a Antonio Gaudí que construyera un palacio en la calle Nou de Rambla para residir con su familia. La casa se convirtió en una obra de arte gracias a la imaginación del arquitecto. Y su interior fue también un centro artístico, porque Güell no se conformó solo con vivir en el lugar, lo transformó en sala de conciertos, pinacoteca y punto de encuentro de los artistas de la época.
En los años 70, Juan Antonio Güell, descendiente del mecenas, siguiendo los pasos de su antecesor creó una beca para impulsar la obra de jóvenes artistas en el marco de la Fundació Güell. Durante medio siglo creadores de menos de 30 años nacidos o residentes en territorios de habla catalana se han beneficiado de esa iniciativa.
Una cincuentena de artistas menores de 30 años y nacidos o residentes en territorios de habla catalana han sido becados
Y ahora la Fundació Güell ha decidido recopilar parte de las obras de sus becados en una muestra, Obres de la col·lecció de la Fundació Güel l. El nostre compromís és amb el brot , que se inauguró ayer en el Palau Güell y que podrá visitarse hasta el próximo mes de octubre.
La exposición, impulsada por Eusebio Güell, actual presidente de la fundación, y comisariada por Vera Renau es un recorrido por la evolución del arte en el último siglo. Arranca con las esculturas de corte clásico que tallaron los primeros beneficiarios de las becas como Suspiro (1983), una maternidad en bronce de Alicia Alegre, o Bañando (1985), una escultura de alabastro del hoy consolidado Jaime de Córdoba.
En los 90, el arte vivió un estallido de color que se refleja en las pinturas de Eulàlia Borrut como el óleo Bodegón (1993), “una manera de mostrar lo cotidiano de manera divertida”, explicó Renau ayer al mediodía durante una visita con la prensa por la exposición, que recoge 25 de la cincuentena de obras que han recibido la beca de la fundación desde su creación.
También Gabriela Gallego se decantó por la pintura, pero su obra se desarrolla “desde el concepto del no monumento” a través de El cabañal (2011), imagen del barrio valenciano condenado a la desaparición.
En el 2015, Eusebio Güell tomó las riendas de la fundación y abrió las becas a “la diversidad de lenguajes artísticos” ampliando los premios a las artes visuales, “como piezas de vídeo acompañadas en ocasiones de otros materiales como texto a sonidos”.
Se abrió así a la obra de artistas como Berta Blanca T. Ivanow o Helena Vinent, quien en Dispositivos para un escenario tullido (2020) cuestiona desde su sordera los aparatos relacionados con la audición. Albert García-Alzórriz, recientemente fallecido, reflexiona sobre las tesis de Walter Benjamin con La flor azul en el país de la tecnología (2023) y Judit Bou, la última ganadora de la beca, trabaja con el concepto del tiempo.