Sergi Pàmies: “Estoy en el Tinder de las novelas, abierto a todo”

Entrevista

El escritor reúne en un solo volumen sus ‘Tres novel·les analògiques’

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Sergi Pàmies, fotografiado esta semana en Barcelona

Sergi Pàmies, fotografiado esta semana en Barcelona 

XAVIER CERVERA

Por si alguien lo había olvidado, hubo una época en que Sergi Pàmies (París, 1960) publicaba novelas, concretamente tres seguidas en solo cinco años: La primera pedra (1990), L’instint (1992) i Sentimental (1995), que ahora reúne en un solo volumen en la misma editorial, Quaderns Crema, con un título que quiere ser meramente descriptivo: Tres novel·les analògiques , ya que se escribieron todavía a máquina, sin teléfonos móviles ni internet, aunque el mismo autor concede que, de hecho, “casi toda la literatura se había escrito así, e incluso parte de la actual”, pero también le permite jugar con las palabras: “¡Las personas que tengan ganas de criticarlo pueden hacer la broma de decir que son unas novelas más anales que lógicas, casi lo estoy deseando!”.

En todo caso, Pàmies reconoce que se trata de una cosa tan simple como “redactar un texto introductorio y volver a presentarlas pensando en un hipotético lector que no conoce esta faceta de mi pasado”. Sin embargo, eso también le ha supuesto volver a leerlas: “Mi actitud primero era casi leerlas en diagonal, en parte por el pánico a descubrir que no me gustaran”. “De alguna manera he organizado una fiesta pero no hay ninguna razón, ni cumplo años, ni me estoy muriendo, es simplemente que me hace ilusión”.

“Espero que alguien diga que son unas novelas más anales que lógicas”, asegura el escritor

En el reencuentro, “ha habido cosas que me sorprendían, porque es verse en el espejo en una máquina del tiempo, y ya no eres tú mismo, y algunos momentos los he encontrado muy estimulantes como lector, aquello de ‘parece que no lo hayas escrito tú’. Confieso que en a veces me ha gustado”.

Así, cita por ejemplo “un párrafo en que hago como una declaración de amor a mi padre, encubierta, y eso que eran libros especialmente no biográficos, y me hace pensar en qué contexto se debió producir, y lo recordé. Era una mañana en que, saliendo de un after, evidentemente en un estado de euforia, en la calle Rosselló, y vi pasar a mis padres. Ya eran mayores, caminaban despacito... Y entonces pienso ‘¿por qué no está mi madre, en el libro?’. Porque la madre escribe. Haberla excluido tiene que ver con los principios fundamentales que yo tenía entonces, un código de conducta muy estricto, como no mezclar nada familiar susceptible de ser reconocido, es decir, que si utilizaba alguna cosa, tenía que ser encubierta y simulada, clandestina. Al contrario de lo que vino después, que también evolucionó”.

Sergi Pàmies señalando un póster del Café Europa de Barcelona

Sergi Pàmies señalando un póster del Café Europa de Barcelona que imita una biblioteca 

Xavier Cervera

Pàmies explica que, con el nacimiento de sus hijos, dejó de escribir novela, porque la veía incompatible, pero si finalmente no ha vuelto a ella tampoco no ha sido por falta de ganas: “Ya hace doce años decidí que podía volver a hacer novelas, y escribí una, pero ni la publiqué, era muy mala. Quizá me volví más exigente, porque releyéndolas he encontrado una temeridad de la juventud o de la energía juvenil que no tengo”. Pero el esfuerzo no fue en vano, porque “había cosas de allí que me fascinaban, y fastidiado por el fracaso cogí aquella energía para los cuentos de L’art de portar gavardina (2018). Los cuentos son maravillosos, son como uno de esos países donde nadie trabaja y todo el mundo está de fiesta todo el día, siempre está abierto y no tienes que llamar a alguien para reservar mesa”. “Tú eres escritor y haces lo que puedes –reflexiona–, pero ahora ¡estoy en el Tinder de las novelas! No va en detrimento de los cuentos, ni es ningún anuncio, simplemente estoy completamente abierto a todo, así como durante 20 años estuve sistemáticamente cerrado”.

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En retrospectiva, Pàmies las analiza de la siguiente manera: La primera pedra “es muy blanco y negro, como cine de autor, y tiene que ver con el hecho que siempre somos suplentes. A mí, muchas cosas me han venido por imitación: cuando empecé, el privilegio de conocer a grandes escritores enseguida y de conectar, con Monzó, o estar en una editorial como Quaderns Crema, siempre tenías la sensación de que eras un becario, alguien que había caído en un contexto que, si no eras idiota y lo aprovechabas, sería muy formativo”.

“Hace doce años decidí volver a la novela, e incluso escribí una... ni la publiqué, era muy mala”

L’instint “sigue el modelo de las primeras películas de Pixar, de la animación de calidad adulta, y hay una motivación: se decía que “no podíamos escribir historias ambientadas en el campo, y fue como una canción protesta: ‘¿que no? ¡Se van a enterar!’”.

Finalmente, Sentimental “es una superproducción, ya es Hollywood”, entonces ya “percibía que me venía una cosa que sería más mía, en que las emociones, los sentimientos, las contradicciones, las dudas, la incertidumbres, que son cosas muy abstractas, desde el punto de vista literario, tendrían mucha más importancia de lo que habían tenido. Visto desde hoy, era como una premonición de mí mismo”.

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