"Nos estamos conociendo”. Esa frase se le quedó a Sergi Pàmies atravesada en el corazón porque fue “la que mi mujer usó para despacharme”. “Creo que no se estaban conociendo, que estaban haciendo otras cosas”, reconoció el escritor el martes en la Biblioteca Jaume Fuster de Barcelona.
En realidad, Pàmies había ido a presentar su nuevo libro, Tres novel·les analògiques (Quaderns Crema), pero quizá por casualidad o puede que llevado por las pregunta de Anna Guitart, acabó relatando a calzón quitado la historia de dos fracasos: un primero sentimental, del que derivó otro literario.
Y es que, tras la separación, Pàmies decidió desahogarse a través de la escritura y se puso con una novela “que era la expresión de la frustración y el victimismo”. “Un libro que no valía nada y que no verá la luz porque lo destruí de forma brutal y absoluta”.
El autor y colaborador de La Vanguardia trabaja a su manera: “Escribo, luego dejo el texto en barbecho durante un tiempo y más adelante lo corrijo con crueldad”. Cuando se puso a editar su novela desaparecida –que se titulaba Nos estamos conociendo– se sintió “como en un cuadro de Edward Hopper”.
“Era la historia de un separado que iba llorando por las esquinas. Era una novela pensada para ligar buscando a esas mujeres que quieren protegerte”. A la despiadada corrección de Pàmies se sumaron los comentarios de un par de amigos, lectores atentos y generosos que no quisieron cargar las tintas con sus valoraciones, pero que fueron lo suficientemente sutiles para dar a entender al escritor que por ese libro no le iban a dar el premio Nobel.
Y así acabó la historia de la novela non nata de Pàmies, lo que es una pena porque el autor, más cuentista que novelista, no se prodiga en el género como debiera. En los años 90 tuvo un enamoramiento de las historias largas y escribió tres novelas, La primera pedra (1990), L’instint (1992) y Sentimental (1995), que ahora Quaderns Crema ha reeditado en un volumen conjunto.
“Ha sido como recuperar unas películas de súper 8 de los años 80 en las que me reconozco como escritor, pero no tanto como persona. La experiencia de rescatar estos texto ha sido un agradable viaje en el tiempo en el que he revivido cosas olvidadas”.
Las novelas de Pàmies cuentas cosas tan distintas como un apagón en un pueblo o la historia de un lampista suplente enamorado de una mujer casada, pero todas tienen un punto en común, el que les da el haber sido escritas en los años 90 cuando internet, las redes sociales y las plataformas eran ciencia ficción.
Santiago Tarín empezó en el oficio de periodista en esos tiempos analógicos. Entró de becario en una radio y un día se produjo un tiroteo en el Palacio de Justicia. “Como en la redacción no había nadie, me mandaron para allá, les gustó mi trabajo y ya me quedé”.
Se quedó haciendo información de tribunales, recorriendo los pasillos de las comisarías y los juzgados y, sobre todo, frecuentando el bar, que “era donde se encontraba a la gente bohemia de la justicia y el delito, donde se hallaba la literatura del crimen”.
Santiago Tarín recupera la literatura del delito en ‘Los crímenes de los pasos perdidos”
El oficio ha cambiado mucho. “Las redes han hecho mucho daño, porque los periodistas creen que a través de ellas tienen más información, pero en realidad su conocimiento es menor pues carecen de acceso directo a las fuentes”, relató Tarín el jueves en el hotel Seventy donde, acompañado de la abogada Olga Tubau y del escritor Ignacio Martínez de Pisón, presentó su último libro Los crímenes de los pasos perdidos (Alrevés).
Una obra con la que Tarín recupera la literatura del delito a través de varias historias reales. Algunas, de simpáticos estafadores como Juan Carlos Firpo, el poeta del cheque, que “falsificaba talones, luego cogía un taxi y le pedía al taxista que le hiciera el favor de ir al banco a cobrarlo. Firpo esperaba en el coche y si se olía que las cosas había ido mal, salía por piernas”.
Como además de estafador y falsificador, Firpo era poeta, acudía a una tertulia literaria que se celebraba en la calle Borrell. Allí coincidía con un prestigioso abogado penalista, Juan Carlos Zayas, con quien debió trabar cierta amistad, pues fue quien se encargó de su defensa cuando le encausaron por falsificar cheques.

El escritor y periodista Santiago Tarín (centro) con Olga Tubau e Ignacio Martínez de Pisón
En las historias que cuenta Tarín hay también malvados de verdad, de los que matan por placer, como Manuel Delgado Villegas, alias el Arropiero, quien llegó a confesar 48 asesinatos, algunos terribles como el de Toñi a la que “estranguló con sus propios leotardos”. El Arropiero volvía de vez en cuando al lugar donde había dejado el cadáver para mantener relaciones sexuales con el cuerpo inerte.
El Seventy se llenó de los muchos amigos de Tarín deseosos de disfrutar de sus relatos de true crime patrio y de la copa de vino posterior que prometió su mujer, Sandra Araquistain. Estuvieron allí periodistas como Ana María Bordas, Albert Montagut, María Güell, Carol Álvarez, Carol Espona, Joaquín Luna o Anna Alós y abogados como José María Fuster Fabra o Javier Medina. Si hubo algún miembro de las filas de la delincuencia, no se identificó.

Presentación del libro de Dioni Porta 'Empujar el sol'
También consiguió un lleno total Dioni Porta. El librero de la Obaga se ha pasado a la literatura y acaba de publicar su primera novela Empujar el sol (Pepitas de calabaza). Dicen las malas lenguas que prometió bonos de descuento en su comercio a quienes acudiesen a la presentación de esta primera novela el lunes. Pero seguramente es un bulo. Porta, que contó con la compañía de Tina Vallès, habló de su libro en una sala de los cines Girona repleta de familiares, amigos y miembros de su club de lectura que ya están impacientes por poder comentar esta historia, dura pero cargada de sentido del humor, de un grupo de ancianos, antes y durante el confinamiento.