Los huesos estaban envueltos de pesadas cadenas. Kilos y kilos de metal que recubrían su cuello, sus manos y sus pies. Los restos, que datan del siglo V, aparecieron en un lamentable estado de conservación cerca de Jerusalén. Los arqueólogos creyeron que se trataba de un monje, pero en realidad era una mujer asceta que buscó la perfección espiritual renunciando a todas las comodidades de su mundo y soportando un castigo corporal diario.
Investigadores del Instituto de Ciencias Weizmann han analizado de nuevo el cuerpo hallado en 2017 durante las excavaciones de las criptas del monasterio bizantino de Khirbat el-Masani, situado a unos cuatro kilómetros al noroeste de la Ciudad Vieja de Jerusalén.
Anillos de decenas de kilos
Esos trabajos arqueológicos revelaron los esqueletos de varios hombres, mujeres y niños. Pero la tumba que más llamó la atención fue la que estaba llena de anillos de hierro que pesaban decenas de kilos, utilizados en vida para limitar la movilidad de la persona que los llevaba encima constantemente.
Cuando el cristianismo se convirtió en la religión principal del Imperio Romano en el año 380 después de Cristo, hubo un surgimiento de nuevos monasterios y del ascetismo, una corriente en la que los monjes se abstenían de los placeres mundanos por motivos espirituales.

Uno de los arqueólogos que participó en las excavaciones, junto a los restos de la asceta
“El uso de cadenas por parte de ascetas masculinos está ampliamente documentado”, apuntan los autores del estudio que saldrá publicado en el número de abril de la revista Journal of Archaeological Science: Reports. “Pero es mucho más raro encontrar relatos de mujeres que utilicen cadenas de la misma manera”, añaden.
Los primeros estudios, realizados tras el descubrimiento de los restos, indicaban que esta persona tenía entre 30 y 60 años cuando murió. Los huesos, sin embargo, estaban en tan mal estado de conservación que no se pudo sacar de ellos demasiada información.
Ahora, los investigadores del Instituto Weizmann han analizado péptidos (cadenas cortas de aminoácidos) de los dientes para determinar su sexo. Encontraron la presencia de AMELX, un gen del cromosoma X involucrado en el desarrollo del esmalte, pero ninguna evidencia de AMELY, el gen del cromosoma Y.
Esto significa que lo más probable es que la persona tuviera dos cromosomas X y fuera una mujer. “Es importante señalar que nuestros resultados sólo muestran la identificación sexual biológica y no la preferencia de género”, escriben los especialistas en el estudio.

Las cadenas estaban alrededor del cuello, las manos y los pies
Los registros históricos señalan que hubo otras ascetas femeninas, especialmente entre la nobleza a partir del siglo IV. Sin embargo, las mujeres en las comunidades ascéticas tendían a seguir caminos espirituales diferentes, generalmente menos extremos que los practicados por los hombres, donde la oración, el ayuno y la meditación tenían más peso que el castigo físico.
El uso de cadenas era una de las formas más extremas de ascetismo, ya que estaban destinadas a mantener el cuerpo bajo control y la mente concentrada. “Las cadenas probablemente eran vistas como parte integral de su identidad”, y su entierro “puede haber servido para honrar su vida y asegurar que su compromiso espiritual continuara siendo reconocido incluso tras de la muerte”, concluyen los arqueólogos.
Una posada para peregrinos
El monasterio de Khirbat el-Masani estaba ubicado a lo largo de la antigua carretera que conduce de Lod a Jerusalén a través de Nabi Samwil, el lugar donde la tradición indica que está enterrado Samuel, profeta del Islam y el judaísmo. Dentro de esa construcción había una iglesia de época bizantina con tres ábsides y una posada para peregrinos.
Los expertos de la Autoridad de Antigüedades de Israel proponen que este templo sería la Iglesia de San Zacarías, construida por el sacerdote Sabino. El esqueleto encadenado fue descubierto en una tumba en cista (cuatro piedras planas verticales cubiertas por otra horizontal) junto a dos pequeñas celdas con forma de nicho en el ábside central del santuario.
Una forma de ascetismo que vino de Siria
Aunque los restos de ascetas son extremadamente raros en la región, la arqueóloga Elena Kogan-Zehavi descubrió un hallazgo similar en 1991 en Khirbat Tabaliya (Givat Ha-Matos), entre Jerusalén y Belén. Estos devotos optaban por practicar la autoprivación viviendo en reclusión y envolviéndose con hierro dentro de celdas cerradas.
Esta forma de ascetismo, apuntan los investigadores israelíes, se originó en Siria en el siglo IV o V después de Cristo y, según las evidencias arqueológicas encontradas, se habría extendido al menos hasta la región de Jerusalén, mucho más al sur.