José Enrique Ruiz-Domènec: ¡Es la guerra... cultural!

Novedad editorial

El historiador recorre las ideas y la cultura de los últimos 150 años

JOSÉ-ENRIQUE RUIZ-DOMÈNECH, HISTORIADOR.

José Enrique Ruiz-Domènec, fotografiado en un pasaje de Barcelona

Mané Espinosa

Hay gente –algunos– capaz de hacer libros sobre minucias como el placer que proporciona el primer trago de cerveza. Otros –muchos– nos cuentan su vida de todas las formas posibles. En cambio, el historiador José Enrique Ruiz-Domènec (Granada, 1948), en su última obra, El duelo interminable (Taurus), demuestra la máxima ambición que un autor de ensayo pueda tener. Parece decir a sus lectores: “Oigan, yo voy a explicarles cómo funciona el mundo, cómo ha funcionado en los últimos 150 años”, desde la Comuna de París de 1871 hasta nuestros días. Lo cuenta todo: la literatura, el arte, la música, la política, las ideas... no como compartimentos estancos, sino interrelacionándolos. Increíblemente, sale airoso de ello.

“Sí –sonríe, en una charla con este diario en un hotel de Barcelona–, alguna gente me leía pensando: ‘En la siguiente curva te vas a resbalar’... y parece que no me he caído”. El libro, subtitulado La batalla cultural del largo siglo XX, es una especie de agujero del Aleph, un visor por el que asistimos a un recorrido intelectual con especial énfasis en las confrontaciones filosóficas, estéticas, económicas e ideológicas del período analizado, “en el que la gran enfermedad es la ansiedad”.

Algunos duelos: Ortega contra Orwell, Eco contra Marcuse, Sartre contra Kerouac, Wagner contra Nietzsche...

“El concepto batalla cultural es gramsciano –apunta–, pero fíjese que yo no hablo de guerras culturales, en plural, sino de una sola batalla con muchas caras, potencio la singularidad, es todo uno, busco la armonía. Hoy el saber se ha dividido en categorías cada vez más especializadas y yo las uno, como sucedía en los siglos XII y XIII, de la catedral de Chartres a la Divina Comedia ”.

Al cerrar el libro, uno recuerda combates descritos con fervor, como el de Nietzsche contra Wagner (“el filósofo encontró en otro campo epistemológico, el de la música, lo que él andaba buscando aunque el referente le decepcionó”), el de Ortega y Gasset contra Orwell (“son antitéticos, ­pero coincidirán en un diagnóstico sobre las masas en España, uno desde su posición burguesa liberal y el otro manchándose en las trincheras, es una lástima que no hubieran hablado nunca entre ellos, así que yo en el libro les hago discutir”), el de Heidegger contra Husserl, el de Sartre contra Kerouac (“el primero no quería evolucionar y por eso se lo comieron sus hijos, mientras que Kerouac sí quería”), Salinger contra Pasternak (“los dos plantean el mismo problema: ¿qué tiene que hacer la gente joven?”), Freud contra Lacan, Umberto Eco contra Marcuse... y relaciona cosas que jamás uno habría osado hacer (a los dadaístas con Lenin, por ejemplo, pues convivieron en la misma calle).

Los grandes hechos de la historia están explicados desde la cultura, con libros, composiciones musicales, películas... “porque, en el fondo, la historia no profundiza, lo que queda siempre es la parte cultural, no los movimientos bélicos de la Primera Guerra Mundial sino su efecto. Y no podemos descuidar la parte irracional de la historia”. “¿Por qué ignoran a los muy influyentes Bob Dylan o Joan Baez –se pregunta– los mismos que dan importancia a la poesía trovadoresca?”.

Se detiene, entre otros, en Karl Popper, “que nos diagnosticó muy bien lo que es la sociedad abierta, que nosotros llamamos democracia y libertad de mercado. Eso ha dado un logro enorme, la posibilidad de la ascensión social. En el siglo XIV, tú podías ser rico, pero no ascendías de clase mientras que hoy, en dos generaciones, puedes subir de clase social. Eso es un fenómeno nuevo y que esperemos que no se interrumpa”.

Lee también

Obra combativa, su campo es Europa, entendida en un sentido amplio –“sus cinco grandes culturas mezcladas”– que la extiende a América. En ella, la violencia está presente en varios episodios, pero el mensaje global es optimista. “Hemos vivido situaciones mucho peores que la actual y hemos salido de ellas”.

Temas como el nacimiento del Estado cultural en los años setenta o la revolución sexual se alternan con escenas protagonizadas por Fernando de los Ríos, Lorca, Valle-Inclán, Bertolucci... y con elementos autobiográficos (su alegre vida juvenil parisina, sus clases con corbata rosa en la universidad...). Si este ensayo fuera una película, se podría titular Todo a la vez en todas partes . “Lo veo como un libro de vejez, algo que no puede hacer una persona joven, todo está integrado en mi tejido”.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...