“”Algunos lectores aseguran que han aprendido más Historia con mis novelas que en el colegio”, decía con orgullo Chufo Lloréns, escritor súper ventas, humorista y empresario del sector del ocio, que falleció hoy en Barcelona a los 94 años de edad.
El escritor Chufo Llorens, autor de las novelas 'Te daré la tierra' y 'La ley de los justos'
Esa afirmación no era gratuita, porque las novelas de Llorens, para algunos el Ken Follett español, se leen de un tirón y eso que no suelen ser nada cortas. Títulos tan conocidos como Te daré la tierra o La ley de los justos rondan las mil páginas de extensión. Son tochos tan instructivos como entretenidos en los que el lector se pone al día de cómo eran la Barcelona medieval o la de finales del siglo XIX, la judería de Toledo en el siglo XIV o el Berlín de los nazis y al mismo tiempo se apasiona con los amoríos, traiciones y avatares de los personajes de Llorens.
Pero Don Chufo no siempre fue escritor. Empezó a hacerse un hueco en la literatura tras su jubilación. Antes se dedicó al mundo del espectáculo, trabajó como actor, humorista y showman, y en 1959 empezó a ejercer como promotor y apoderado de artistas y como productor de espectáculos. En los años 70 y 80 fue propietario de la discoteca Don Chufo, una de las más célebres y celebradas de aquella Barcelona que aún disfrutaba de la noche. En Don Chufo se bailaba, se bebía y se ligaba, pero el local ofrecía también música en vivo y espectáculos de humor.
Decía Lloréns que en esas noches barcelonesas había visto de todo. Y decidió que muchas de las historias que había vivido junto a muchas otras que había imaginado podían convertirse en buenas novelas. A los 45 años escribió Nada sucede la víspera donde narraba un crimen ocurrido entre la clase alta barcelonesa.
En 1993 publicó La otra lepra y en 2001, Catalina, la fugitiva de San Benito, pero el verdadero éxito no llegó hasta el año 2003, cuando Llorens ya superaba los 70 años y, retirado del mundo de la noche, se puso a escribir en serio. En La saga de los malditos, contaba la historia de dos mujeres. Esther, que sufría por un amor imposible en la judería de Toledo en 1387. Y Hanna, una chica judía, enamorada de un alemán, que se veía obligada a huir de Berlín en 1933 tras el ascenso de Hitler al poder. Eran más de mil páginas apasionantes, que los lectores se bebían. La crítica comparó la obra de Llorens con la de Follett y el escritor se hizo un hueco en las mejores estanterías de las librerías españolas.
Así que siguió ofreciendo al público sus conocimientos históricos y su entretenida forma de escribir en su siguiente libro, Te daré la tierra (2008), otras 800 páginas de pasión, amistad, envidia, honor y venganza, en esta ocasión en la Barcelona del siglo XI, donde un joven campesino lograba cambiar su destino con la única esperanza de prosperar, conseguir la ciudadanía y hacerse así merecedor del amor de una joven de alcurnia, mientras los amores adúlteros del conde de Barcelona sumían a la ciudad en un peligroso conflicto político.
Otro éxito que llevó a Lloréns a seguir por la senda de la escritura con La ley de los justos (2015), un novelón que habría entusiasmado a Follett y que en esta ocasión trasladaba al lector a la Barcelona de finales del siglo XIX donde la burguesía industrial prosperaba mientras que las clases trabajadoras malvivían tratando de reivindicar sus derechos. Lloréns es también autor de Mar de fuego (2011) y El destino de los héroes (2020).
Pese a su avanzada edad, siguió escribiendo hasta el último momento. Hace dos años publicó La vida que nos separa, una entretenidísima novela que transitaba entre Barcelona y México en los años 60 y 70. Para presentar el libro, reunió a la prensa en un restaurante cercano a su casa, ya no podía hacer grandes traslados porque iba en silla de ruedas, pero su cabeza estaba tan lúcida como siempre. Llorens conservaba también su simpatía, forjada en tantos años de dedicarse al negocio del ocio y a sociabilizar
Desveló entonces que preparaba una novela autobiográfica. El escritor tenía anécdotas para aburrir, algunas un tanto picantes, de cuando era empresario de la noche y regentaba la discoteca y sabía que todas esas experiencias podían convertirse en un libro: “Me queda una historia por escribir, la de un hombre que, cuando llega su hora, repasa su vida”.




