La primera jornada del Primavera a la Ciutat trajo a Barcelona un viejo conocido: Pete Doherty, visitante de primera hora del festival por donde pasó en el 2006 al frente de los Babyshambles, cuando su nombre traía ecos de jeringuillas y provocación.
Más orondo y menos drogado que entonces, el larguirucho inglés regresó a la ciudad condal a punto para presentar Felt better alive, primer disco en solitario en casi nueve años que se publicó hace apenas un mes con el folk rock por bandera y la garganta de Doherty todavía reconocible a pesar de los excesos acumulados.
Previo a su aparición sobre las tablas de la sala Paral·lel 62 llegaron el punk de Real Farmer y el garage desgarbado de Warmduscher, con colaboración incluida del propio Doherty, que siguió todo el concierto de sus teloneros desde un lateral del escenario siempre con una copa en la mano y presto a aparecer un par de veces más a requerimiento del vocalista ClamsBaker.
Con estos precedentes era inevitable que Doherty sonara a un ritmo más relajado, en coincidencia con la etapa vital de aguas mansas por la que navega tras acumular más peripecias en dos décadas de las que el asalariado medio amasaría en dos largos siglos. Así lo reflejan también los temas de Felt better alive, protagonistas en la actuación de apenas una hora minutos en la que demostró, eso sí, que continúa feliz con su papel de enfant terrible.
Pillo encantador y profesional un tanto desastroso, fió la velada a la improvisación con el colchón de un público entregado, con decisiones como empezar el concierto 10 minutos antes de lo planeado interpretando Empty room, del nuevo disco, cuando parecía que aún debían de finalizar el montaje de los instrumentos. O aún más, hacerse acompañar a la batería por Leon Harms, baqueta de los teloneros Real Farmer, que superó hábilmente la prueba siguiendo el compas del vocalista y su guitarra acústica para superar la mayor parte de canciones.
Vestido con traje y chaqueta y sin quitarse nunca el sombrero fedora, Doherty convirtió la velada en un concierto de bar de pueblo donde se permitió desenchufar el pedal por accidente, errar en la elección de la guitarra o dirigirse al público antes, después y durante las canciones como hizo con Ed belly, otro de los temas del nuevo disco con reminiscencias dylanianas, mientras improvisaba punteos con el apoyo en ocasiones de un segundo guitarrista que aparecía y desaparecía del escenario.
Poco parecía importarle todo esto al público, más preocupado por corear temas de los Libertines como Can’t stand me now o Please kill me de arreglos folk. Los vistazos al retrovisor se combinaban con el presente de Felt better now y el ritmo country del tema que da nombre al disco apoyado en esta ocasión por guitarra eléctrica, o Dandy hooligan, un tema de nueva factura que hizo cantar al público a ritmo de reggae.
“Este álbum es top ten en UK, número 1 en las listas independientes” bromeaba Doherty antes de tocar Pot of gold, donde le dice a su hija que si la canción se convierte en un hit “papa podrá comprar un montón de mierdas geniales”. Mientras tanto, siempre podrá recurrir al archivo de Libertines y rematar la velada con Don’t look back into the sun después de indicar el ritmo al batería picando directamente con las manos en el timbal.


