Billie Eilish, sacerdotisa de las emociones, lleva a Barcelona al éxtasis

Música

Un Sant Jordi a reventar vibra con ‘Hit me hard and soft: the tour’, el último vendaval de la artista estadounidense

No faltó el espectáculo con fuego en el concierto de Billie Eilish en Barcelona

No faltó el espectáculo con fuego en el concierto de Billie Eilish en Barcelona

High Rise Media | Jamie Sward

Han pasado apenas seis años desde que el Sant Jordi Club acogiera el primer concierto en España del fenómeno Billie Eilish, para delirio de sus incontables fans. Tres álbumes y 21 vídeos musicales después –más dos Oscars y una decena de Grammy–, la artista de Los Ángeles vuelve a demostrar que a sus 23 años sabe lo que quiere y por dónde pisa, y que, aunque odia escribir canciones (lo dice en el documental The world’s a little blurry ), le llena de gozo interpretarlas. La conexión es la clave: cuanto más vulnerable y auténtica se muestra en la liturgia del directo, más cerca está del cielo.

Anoche el cielo del Palau Sant Jordi –único escenario español de esta gira– se cernía sobre 18.000 almas, entre las cuales un sinfín de adolescentes que acudían en peregrinaje, como las tres amigas andorranas Mary, Carlota y Victòria, que debían de tener diez cuando se colgaron de esta artista. El último trabajo, dicen, les parece muy interesante, “sobre todo las letras, que son más complejas”.

“Vivimos tiempos raros, sobre todo en mi país”, dijo, y mandó “todo mi amor” a su gente de Los Ángeles

La noche había empezado con el agraciado telonero Tom Odell y el griterío reclamando a Eilish cuando pasaban unos minutos de las 20 h. Y ahí estaba, bajo un bosque de lásers vestida para jugar al básquet sobre un cubo que ascendía sobre un escenario central. Cuando la artista se arrancó con Chihiro , uno de los temas que ofrecería de su nuevo álbum, Hit me hard and soft , quedó claro que verla, la vería todo el mundo, pero el sonido no iba a ser el mejor.

Billie Eilish llenó el Palau Sant Jordi

Billie Eilish llenó el Palau Sant Jordi

High Rise Media | Jamie Sward

Flanqueada por dos fosos con seis músicos (batería, guitarra, teclados y coros), Eilish comenzó su paseo por el lado oscuro de la vida que siente con intensidad, como si hubiera vivido ya las otras seis que tiene un gato. “ Did you take my love away from me?”, cantaba, con los chicuelos al punto de la lágrima. ¡Ella sabe cómo se sienten!

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Abajo, en el Sónar Día, el dúo Overmono estaba mientras tanto en modo rave , por lo que una se pregunta si a Eilish no le convendría consagrarse como placer adulto en ese festival. Pero, ¡hey!, rápidamente llega Lunch , otro nuevo tema en el que sueña con comerse la vagina de una novia. Luego, NDA y la ramplona Therefore I am de su anterior disco, Happier than ever , en la que salen llamaradas desde sendos fosos, y luego la calma: Wildflower , ese tema en el que se atormenta pensando en la ex del novio.

La tormenta de emociones amansa, no obstante, Eilish, inmediatamente al pedirle al público que guarde silencio “solo en el inicio” de When the party’s over , un hit de su álbum de debut When we all fall asleep , where do we go? Sí, la del vídeo en que llora lágrimas negras. Eilish explica que abre con un loop vocal, de ahí la necesidad de silencio, y la acaba cantando tumbada en el suelo, llena de energía juvenil, antes de pasar a la muy reciente The diner , una obsesión por el amor no correspondido que desgrana al son de un ritmo carnavalesco. Pero, más que inquietar, dibuja múltiples sonrisas entre el público... derretido.

El show personalista con constantes imágenes de sí misma llegó a un momento gordo con 'Bad guy'

El show personalista con constantes imágenes de sí misma llegó a un momento gordo con Bad guy , el gran éxito en el que dejó entrar a su ídolo de infancia, Justin Bieber, por quien sentía un amor desesperado –lo admite ella misma–. Y si ya había lanzado sus clásicos “¿Qué tal estáis?”, ahora se detenía a comentar “el momento extraño en el que vivimos, sobre todo en mi país”, dijo, en el día de un tiroteo mortal en Minnesota contra legisladores demócratas. “Les envío todo mi amor a la gente de Los Ángeles”, su ciudad.

En la segunda parte se sucedieron la muy acústica Your power , en la que cogió la guitarra, o Skinny..., antes de dar la sorpresa con Halley’s comet y volver a los fogonazos con Bury a friend, ese diálogo interno en el que la cantante se enfrenta a sus propios miedos y pensamientos destructivos.

Billie Eilish mandó

Billie Eilish mandó “todo su amor” a los ciudadanos de Los Ángeles desde Barcelona

High Rise Media | Jamie Sward

En Guess , un cover de Charlie XCX, el Palau se convirtió en discoteca, tras lo cual se desplazó a un segundo escenario lateral para ofrecer Everything I wanted . Eilish reparte manos entre los asistentes y encara un popurrí por los viejos tiempos: Lovely , Blue y Ocean eyes . La gente, enloquecida, le grita “reina” y “guapa”, piropo que devuelve con L’amour... y la marchosa Over now . En plan cozy, a la vera de sus fans, entonó –sin disfrazarse de Barbie– a What was I made for? y cerró en plan diva del art pop con latigazos de Happier than ever y la muy coreada Birds of a feather . El público la despidió, esperando que no se hubiera desfondado y que la pesada vocación no se apoderara de esta joven con síndrome de Tourette –¿como Mozart?–, para que hoy domingo vuelva a darlo todo.

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