Un Bruce Springsteen indignado convence a San Sebastián

Música

The Boss se da un baño de masas en su vuelta a España con un concierto lleno de éxitos y muchos mensajes dirigidos a Trump

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The Boss y su inseparable E Street Band lo dieron todo 

Llibert Teixidó

Un Bruce Springsteen indignado pero feliz triunfó este sábado por la noche en el primero de sus dos conciertos en el Reale Arena de San Sebastián, única parada española de su actual gira.

Indignado, porque volvió a ofrecer un maratoniano concierto de casi tres horas ante 38.000 personas en el que envió varios mensajes al presidente estadounidense, Donald Trump, cuya Administración definió de “corrupta e incompetente” en los primeros compases de recital, que estuvo pasado por agua.

Así ocurrió, por ejemplo, en No surrender, Death to my hometown, Lonesome day, Rainmaker y Long Walk Home, todos títulos de discos diferentes pero que sirven como denuncia del autoritarismo y como cánticos de esperanza para un futuro próspero. Que la actual gira se llame Land of hope and dreams también es una declaración de intenciones.

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Y feliz, porque desde el primer momento se vio a un The Boss entregado, algo que se hizo muy notable en temas como My love will not let you downThe Promised Land y Hungry Heart, en los que recibió gorras, se hizo selfies con algunos afortunados de las primeras filas, regaló su harmónica y puso a prueba a los asistentes, que respondieron coreando, también, canciones más melancólicas como Darkness on the Edge of Town y The River.

Seguramente, el momento más emotivo llegó justo en la mitad del repertorio. Si bien, en ese mismo tramo, en los dos últimos años Springsteen se quedaba solo en el escenario acompañado de su guitarra para recordar que era el único miembro vivo de su primera banda y luego entonaba Last man standing, esta noche cambió de guion y quiso expresar que todavía le quedan muchos años de lucha con House of a thousand guitars y una frase con un destinatario claro: “The criminal clown has stolen the throne”. “Siempre he intentado ser un buen embajador de mi país”, dijo, sincero, mientras en las pantallas se podía leer su discurso tanto en español como en euskera.

El tono sentimental de la velada siguió con My city of ruins, en su día cantada como homenaje a las víctimas del 11-S, y que en Anoeta -fue la cuarta vez que visitó el estadio de la Real Sociedad- interpretó para asegurar que “la América sobre la que os he cantado durante 50 años es real”. “Sobreviviremos a este momento”, aseguró visiblemente emocionado, incluso secándose alguna lágrima, una imagen poco habitual de Springsteen y que le hizo ganarse una de las muchas ovaciones que recibió a lo largo de la noche.

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Bruce Springsteen saluda al público del Reale Arena 

Llibert Teixidó / Propias

Como no podía ser de otra manera, éxitos atemporales como Because the nightWrecking BallThe Rising y Badlands también estuvieron presentes, al igual que la aclamada Thunder Road, con un solo de saxo protagonizado por Jake Clemons, sobrino del añorado Clarence Clemons, que lo empezó señalando al cielo mientras The Boss recordaba al Big man.

Con las dos horas cumplidas, arrancaron los bises y con ellos las luces del estadio se encendieron. Born in the USA, Born to runBobby Jean y Dancing in the Dark estuvieron presentes en un tramo final que acabó con dos versiones: Twist and Shout, de The Beatles, y Chimes of Freedom, de Bob Dylan y que fue un claro guiño al 1988, cuando Springsteen y la E Street Band participaron en la gira ”¡Derechos Humanos Ya!” de Amnistía Internacional -seguro que muchos recuerdan el mítico concierto del Camp Nou, también con El último de la fila- y que casi 40 años después volvió a sonar por un mundo mejor.

El martes, a la misma hora -y aunque no con la misma gente, sí con muchos repetidores, más de los que puedan pensar-, turno del segundo asalto.

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