Cuando Hitler se vengó de Einstein

Historia

Un libro reconstruye el asesinato de la familia de Robert, primo del científico, a manos de los nazis en Italia

Robert Einstein, primo de Albert Einstein, y su esposa Nina Mazzetti

Nina Mazzetti y Robert Einstein 

Cortesía de Anna Maria Boldrini

En un drama del calibre de la Segunda Guerra Mundial, que costó la vida a decenas de millones de personas, se hace difícil destacar a víctimas concretas a pesar de que su apellido sea de aquellos que llaman la atención. Sin embargo, muchas décadas después de aquella catástrofe siguen emergiendo historias que además suscitan nuevos interrogantes difíciles de responder. Uno de estos relatos tiene como protagonista a Robert Einstein, primo del padre de la teoría de la relatividad, cuya familia fue ejecutada por soldados alemanes en la Italia de 1944 en una suerte de venganza contra el físico, uno de los grandes enemigos públicos del régimen nazi ya radicado entonces en Estados Unidos.

Es la tesis del libro del periodista e investigador Thomas Harding, autor de The Einstein vendetta (La vendetta contra Einstein) que acaba de publicarse en el Reino Unido y que próximamente editará Galaxia Gutenberg en castellano. Harding, que ya ha escrito otras obras relacionadas con el Holocausto, como Hans y Rudolf (también en Galaxia Gutenberg), relata con detalle la ejecución de las tres mujeres –la esposa y las dos hijas–, víctimas de la violencia política en una Europa en llamas.

El científico, exiliado en Estados Unidos, era un gran enemigo de los nazis, que optaron por perseguir al único familiar a su alcance

Fue una ejecución que no se habría producido si las víctimas no hubieran estado relacionadas con Albert Einstein. En los años treinta, la proyección internacional de uno de los judíos más conocidos de su tiempo le había convertido en uno de los mayores enemigos del nacionalsocialismo. Sin embargo, estaba fuera de su alcance: había abandonado Alemania.

Su primo Robert había marchado incluso antes de suelo alemán. Nacido en 1884, cinco años después del científico, ambos fueron muy próximos en su infancia, puesto que durante once años las dos familias compartieron domicilio en Munich, donde los padres de ambos gestionaban una empresa de servicios públicos. En 1921 junto a su esposa Nina Mazzetti, nacida en Italia, Robert se radicó en ese país para dedicarse a los negocios. Pese a que su llegada coincidió con el ascenso del fascismo, no parecía que ese fuera un lugar incómodo para los judíos, aunque eso iba a cambiar.

Intervención de Albert Einstein en el Royal Albert Hall

Intervención de Albert Einstein en Londres crítica con el nazismo en 1933 

En tiempos en los que la Italia fascista se acercaba cada vez más a Alemania, la política racial era uno de los terrenos donde podía demostrarse esta conexión. En 1938 Mussolini promulgó una ley según la cual los judíos perdían muchos de sus derechos. No obstante, la familia Einstein, ya entonces radicada en Il Focardo, una finca cerca de Florencia, no sufrió graves contratiempos. Ni Nina ni sus dos hijas eran de confesión judía, sino protestante.

Pero la situación empeoró desde 1943, cuando el Duce cayó y el norte de Italia fue ocupado por los nazis. En julio de 1944, con estos ya en claro retroceso, un destacamento alemán se presentó en Il Focardo preguntando por Robert Einstein, que no se hallaba en casa. Pensando que su familia no corría peligro, decidió esconderse en el bosque. El 3 de agosto, el destacamento llamó de nuevo a la puerta de la mansión, pero, esta vez, al no encontrarle, confinó a sus familiares –su esposa, las dos hijas y las sobrinas– trece horas en la finca. Los soldados ejecutaron a las tres primeras y dejaron con vida al resto, por lo que hay un relato pormenorizado de lo que ocurrió. Robert Einstein pudo oír claramente los disparos.

Los alemanes fueron expulsados poco después por los aliados. Robert intentó que las fuerzas estadounidenses hallaran a los culpables, pero, aunque iniciaron pesquisas, no obtuvieron resultados. Carcomido por la culpa y viendo que los asesinos no eran perseguidos, se suicidó en 1945.

Thomas Harding dedica la segunda parte del libro a la investigación de las autoridades en distintas fases y a tratar de descubrir a los culpables. Con la paz, el interés por hallar a los responsables de crímenes de guerra decayó y, al margen de algunos nombres, las investigaciones progresaron poco. Muchos nazis lograron escapar y otros rehicieron sus vidas sin salir de Alemania. En el caso de los Einstein, EE.UU. derivó el asunto muy poco después de la guerra a las autoridades italianas, quienes, en unos tiempos marcados por el interés en olvidar el drama y pasar página del fascismo, dejaron el dossier en un cajón.

Los autores materiales del crimen nunca fueron identificados, la autoría intelectual, en cambio, apunta directamente a Berlín

No fue hasta décadas después cuando se retomó la búsqueda de los culpables de Il Focardo. En el 2000, un historiador italiano empezó a investigar el asunto y aportó a las autoridades judiciales nuevos datos. Desde entonces, tanto los tribunales italianos como la Fiscalía alemana especializada en perseguir crímenes nazis intentaron llegar hasta el final realizando una labor detectivesca dificultada por el paso del tiempo. Las sobrinas de Robert Einstein, entonces vivas, así como cazanazis y varios jueces –recurriendo incluso a llamamientos televisivos– trataron de esclarecer las incógnitas.

Las sospechas sobre la autoría material del crimen recayeron sucesivamente en tres oficiales, pero las pruebas nunca fueron concluyentes. El paso del tiempo, además de borrar los indicios, hacía más difícil hallar a los responsables con vida. Las investigaciones fueron cerradas y el último de los sospechosos falleció en el 2023, solo unos meses antes que la última de las sobrinas de Robert Einstein.

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Una cosa es quién fue el responsable material y otra de dónde provino la orden. En el libro, Harding apunta muy alto y, a partir de testimonios, asegura que las instrucciones provenían de Berlín. Para empezar, porque los militares sabían perfectamente a quién buscaban, no se trataba de una acción fortuita. Segundo, porque en aquel momento de la guerra con el ejército alemán retirándose, las tropas ya no estaban pendientes de perseguir a judíos, por lo que las redadas habían terminado. Además, el hecho de que los soldados acudieran a un lugar alejado de las carreteras muestra que la operación fue planeada.

El dispositivo, por tanto, tenía un carácter político. Y según los historiadores consultados por el autor, un operativo de estas características, máxime cuando las tropas en la región tenían otras prioridades, debía de proceder el más alto nivel. ¿Hitler? ¿Himmler? ¿Otros jerarcas? Probablemente, aunque no se puede asegurar. Lo que sí está claro es que el parentesco de Robert Einstein fue determinante para su vida y la de su familia.

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