‘Rusalka’ de Antonin Dvorák ★★★★✩
Intérpretes: O. Liceu. Dir. Mus.: J. Pons. Dir. Esc.: C. Loy. Coprod.: Liceu, T. Real, Staatsoper Dres-den y Palau de Les Arts.
Lugar y fecha: Liceu, 22-VI-25,
Lágrimas en los ojos de más de un espectador, emoción y ovación para una pareja protagonista de leyenda, además de una orquesta generosa enmarcada en una sugerente producción de poético visionado. Un público fervoroso en los aplausos premió una maravillosa función de Rusalka de Antonin Dvorak, para un inolvidable cierre final de la temporada escénica liceista. Josep Pons firmó, en su penúltima temporada al frente de la orquesta del Liceu, una de sus mejores lecturas.
La atención a una orquestación densa, llena de colorido lírico con claras referencias wagnerianas, ese inicio que es todo un guiño al Das Rheingold , pero también en la sofisticación afrancesada de momentos que recuerdan al impresionismo más sugerente, un repertorio del que Pons es especialista y deudor. Sensualidad en el fraseo orquestal, dinámicas que jugaron metafóricamente al continuo fluir del agua y sus mil y una variantes, se reflejaron en unas cuerdas dulces y vívidas, un metal majestuoso y unos vientos de mágico sonido, el que pide una obra que bebe del mito de las ninfas acuáticas.

'Rusalka' del compositor Antonin Dvorak en el Teatro Liceu
En el generoso reparto vocal, irradió su magnetismo escénico, belleza canora y dominio del rol la soprano lituana Asmik Grigorian, una Rusalka de referencia que encandiló a todos con la alquimia de una intérprete consumada. Su canto, sus gestos, la inmersión en su personaje, aquí una bailarina lesionada, herida en su arte que busca un espacio que no encontrará, hechizaron por completo a un público absorto en una belleza lírica de las que dejan huella en la insigne historia del Liceu.
A su lado, y en una estela actoral lejos de la diva, el tenor polaco Piotr Beczala, volvió a demostrar porqué seguramente sigue siendo el mejor tenor actual de la lírica universal. Con más de viente años de carrera a sus espaldas, y en su quinta ópera protagónica en el Liceu, Beczala mostró su timbre metálico, solar y generoso, con un control de la emisión, siempre extrovertida y sonora, en un canto eslavo de inmarcesible belleza. Su uso de los reguladores en una muerte hermosísima en brazos de Grigorian rubricó otro éxito personal para un tenor favorito del Liceu.
Sensualidad en el fraseo orquestal, dinámicas que jugaron metafóricamente al continuo fluir del agua y sus mil y una variantes
Entre el resto del sólido reparto: gran Jezibaba de la mezzo alemana Okka von der Damerau, consistente y generosa, de timbre ligero pero de refrescante color, el Vodnik del bajo griego Alexandros Stavrakis, debut liceísta, y el más aplaudido después de la pareja protagonista. Un lujo ver a la siempre carismática soprano finesa Karita Mattila, quien hizo de su veteranía una carta a favor como decadente Princesa extranjera, con un timbre todavía de tornasolado color. Corrección en las tres ninfas: Julietta Aleksanyan, Laura Fleur y Alyona Abramova, así como en el Lovec de David Oller.
Roba-escenas de libro el magnífico Hajny del barítono catalán Manel Esteve al lado del impecable Kutchtík de la soprano Laura Orueta en su óptimo debut liceista. Irreprochable el coro en una producción donde la lectura psicoanalítica de Cristof Loy, da alas a una escenografía teatral que encierra a sus personajes como mariposas sin posible escape.

'Rusalka' de Antonin Dvorak en el Teatro Liceu
El trabajo de dirección de actores es analítico y punzante, los guiños a Magritte, esas bailarinas fantasmagóricas que remiten a Degas, y esa vuelta de tuerca de una ninfa de ballet muda y lisiada, casan perfectamente con una obra de lirismo desgarrador.
Un imperdible final de temporada pese a los buhs de parte del público a una producción que hace justicia a una de las mejores óperas del repertorio universal.