Cada viernes, los padres de Karina Gibert se iban a bailar y la dejaban con su abuela; leían juntas un rato después de cenar. Por ejemplo, ella leía las obras de Folch i Torres; le fascinaba el costumbrismo, la vida en las casas pairals. O las versiones para niños de la Ilíada y la Odisea que le había regalado su tío. Su abuela, viuda con 27 años, hacía ganchillo, leía filosofía, política y novela negra. Era hija de un intelectual que tocaba la tenora, secretario del Ayuntamiento de Castelló d’Empúries, y tenía una gran biblioteca que le quemaron en la Guerra Civil. La casa familiar está en Figueres. Y cuando Gibert la vació, descubrió que su bisabuelo había salvado muchos libros emparedándolos bajo la escalera.
De su abuela conserva puntillas de ganchillo, la medalla por sus 91 años (murió poco después de cumplirlos), una caja de música que luego fue de su madre (que leía a Marx en plena posguerra) y un minúsculo Kempis editado en 1942: “ La imitación de Cristo fomenta el sacrificio, dice que hemos venido a sufrir”. Está en una estantería junto a un piano modernista –las patas de cristal para no rayar el parqué– con los libros de espiritualidad y religión, ocultismo, esoterismo, uno de quiromancia, alimentación saludable y una colección que su madre le dio al independizarse: Cien brillantes ideas para el baño, la cocina, y lo necesario en la organización doméstica, de Círculo de Lectores.
La mirada fisgona
Los primeros
Obras completas de Josep Maria Folch i Torres; la ‘Ilíada’ y la ‘Odisea’ en versión infantil, “de tapa dura, con dibujos maravillosos”; ‘Siddhartha’, de Herman Hesse
Una anécdota
Contactó con la Fundació Mercè Rodoreda porque no encontraba ‘La senyora Florentina i el seu amor Homer’, que quería hacerle llegar a una amiga extranjera dispuesta a dejarlo todo por un hombre casado. Les dijo que estaba intentando salvar a una familia. Aunque entonces estaba descatalogado, le enviaron tres ejemplares del almacén (Ed. SGAE)
Los últimos
La ‘Declaración y Plataforma de Acción de Beijing’ en su 30 aniversario, el plan más amplio para promover los derechos de la mujer (ONU, Dones); 'Jaume I. Entre l'amor i la corona', Jordi Vila Carreras (La Busca)
La lectura del verano
'El arte de mantener la calma. Un manual de sabiduría clásica sobre la gestión de la ira', Séneca (Koan)
En la parte inferior, las enciclopedias al alcance de su ahijada como alternativa preferible a las pantallas cuando la visita. En los estantes más altos, álbumes de fotos y los elefantes de Dalí que inspiraron el Fantet, logo del congreso internacional de IA que Gibert organizó en Roses. Dos enanos custodian la chimenea; los hace una amiga que vive en Andorra.
Llegó a este piso hace un año. Junto al ventanal, arte, viajes, cálculo y una sección de arquitectura porque sus dos exmaridos eran arquitectos. Con ambos compartía lecturas. Hicieron de catequistas con el primero; el segundo era siciliano y leyeron juntos La vita quotidiana a Roma all’apogeo dell’impero , de Carcopino. Los inviernos, ella bordaba y él leía en voz alta y, en verano, se turnaban en la playa. Le encanta leer en una tumbona tomando el sol, y no le enganchan los audiolibros. Le gusta la novela histórica –sobre todo la edad media y la Catalunya del siglo XVIII–, Egipto, y siempre que encuentra El meravellós desembarc dels grecs a Empúries , de Manuel Brunet i Solà, lo compra para regalarlo. Tiene las obras completas de Jane Austen, El mundo de Sofía , novelas de Ildefonso Falcones, Mercè Rodoreda.
Además de los escritos por compañeros –Esteve Almirall, Jordi Torres, Carme Torras–, hay libros con capítulos suyos, memorias de las oposiciones y apuntes de informática “a pluma, para escribir más deprisa”. Los ha utilizado bastante porque faltaba literatura sobre el tema. Fue a las monjas de san Vicente de Paúl, donde orientaban a las alumnas. Su madre pensaba matricularla en Derecho, pero como se le daban bien las matemáticas, sor Ángela les dijo que, si hacía Tecnología, la ayudaría a conseguir una beca. Gibert no quería ser profesora y se expandía la idea de que las computadoras eran el futuro.
Llegó a Barcelona para estudiar eso que nadie sabía muy bien qué era, con perspectivas de trabajar en un banco de Figueres. Pero en tercero hizo un seminario con Ulises Cortés, luego entró en un proyecto de la Oficina Europea de Estadística. Sus tesis doctoral, de 1995, ya tocaba la IA. Hoy es catedrática en la UPC, cofundadora del centro de investigación Intelligent Data Science and Artificial Intelligence, decana del Col·legi Oficial d'Enginyeria Informàtica de Catalunya e impulsora de iniciativas para promover la presencia femenina en el sector tecnológico. Vio que a las mujeres nunca se les ofrecía impartir especialidades, para las que contrataban a gente externa. “Además, el riesgo de descarrilar por la baja maternal es mayor que en otros ámbitos”, explica, “porque todo va muy deprisa: fíjate en ChatGPT”.
Uno de los libros que más ha releído es Mujeres que corren con los lobos . En él, Clarissa Pinkola Estés hace una revisión feminista de los cuentos populares a partir de la lección vital que tenían originalmente y la versión edulcorada que ha llegado a nuestros días.