En el caso del dramaturgo Mario Banushi, no se cumple la sentencia que dice que madre no hay más que una. Criado por su abuela en Albania mientras su madre biológica se buscaba la vida en Grecia, donde había emigrado cruzando a pie la frontera, Banushi rinde homenaje a las muchas figuras maternas existentes, a través de su experiencia personal en Albania y Grecia, donde se formó en el mundo del teatro.
Con solo 26 años, ahora llega al Grec con Mami ( Mercat de les Flors, martes y miércoles), que es su tercera pieza teatral, estrenada en Atenas y que ya ha pasado por el Festival de Aviñón. Pero toda su producción anterior también giraba en torno a sus madres. El lenguaje de Banushi es singular y muy personal: “ Para mí es fácil trabajar sin palabras, porque no estoy acostumbrado a las palabras, me gusta más hablar con los ojos, con el cuerpo... Me gusta el silencio y por lo tanto me representa no usar palabras: soy yo”.
Me gusta trabajar sin palabras, porque es un lenguaje universal
El artista desmiente los rumores que dicen que lo hace sin palabras para ser más internacional: “Hay quien piensa que he creado piezas sin palabras para que puedan viajar, pero no es así en absoluto. Mi primera pieza, que representamos en una casa en Atenas en plena covid, también era así. Me gusta trabajar sin palabras, porque es un lenguaje universal. Me encanta que todo el mundo lo pueda entender todo, sin subtítulos. No ha sido algo querido, ha surgido así. Y entonces no me imaginaba salir con mis obras por el mundo”.
Precisamente de esta eclosión tan rápida, con tres obras en gira internacional, Banushi confiesa: “No acabo de entender lo que está pasando. He ido a festivales, donde me han dado espacio y tiempo, y me quedo con esta parte buena. De momento no siento el estrés, y no soy muy consciente si es rápido o lento, pero en todo caso esto es el comienzo”.
La crítica considera que la obra de Banushi tiene una personalidad muy marcada, pero él le quita importancia: “Mi manera de crear no fue una decisión pensada, no pensé que saldría una cosa distinta. La primera pieza nació durante la pandemia, que era un momento para crear algo muy íntimo y personal. Después quise hablar de mi experiencia y aprendizaje en la Escuela de Arte Dramático, pero entonces decidí darle mi toque personal y hacerlo a través de la muerte de mi madre adoptiva, porque la tenía presente cada día. Y ahora en Mami veo que aún necesito seguir hablando de mi madre y de mi familia, y tengo claro que lo seguiré haciendo hasta que deje de necesitarlo”.
Durante la corta y meteórica carrera de Banushi, siempre trabaja con el mismo equipo: “Mi grupo de personas es lo más importante para mí, son mi vida, y sin ellos no podría crear. Tenemos una combinación de bailarines, actores, personas que no habían estado vinculados al teatro... Buscamos personas que puedan formar parte de un mundo que otro ha creado. Mi equipo es como una familia, que ha estado en las producciones anteriores, pero tenemos nuevas incorporaciones y tenemos las dos obras anteriores que continúan en gira”.
Mami es un poema visual que presenta una liturgia escénica construida a partir de recuerdos, promesas, silencios y gestos, donde el amor se manifiesta como una fuerza que nutre y alimenta, pero también como una carga emocional compleja.