Benjamin a Port Bou: Gran música de escena (★★★★✩)

ÓPERA

La ópera dirigida y realizada por Antoni Ros-Marbà se presentó en el Gran Teatre del Liceu con una intensa perspectiva estética

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Un momento de'Benjamin a Portbou', la ópera de Antoni Ros Marbà 

REDACCIÓN

Benjamin a Port Bou ★★★★✩

Autoría y dirección: Antoni Ros-Marbà

Libreto: Anthony Carroll Madigan

Intérpretes: Peter Tantsits, Ruth Martínez, Marta Valero, Laura Vila, J.M. Royo, Pau Armengol, Serena Sáenz, Elena Copons, David Alegret. Coro y orquesta del Liceu

Directora escénica: Anna Ponces

Los directores de orquesta y los generales tienen en común que cuando se retiran pierden su ejército/orquesta, pero el maestro Ros-Marbà, de enorme sensibilidad en la dirección, siempre ambicionaba disponer de tiempo para componer. Ir a los orígenes. Vive dialogando y recreando los entresijos de las obras más grandes del repertorio orquestal, el mejor entrenamiento para un compositor.

La ópera plantea diversos frentes a la vez, por lo que una sola escucha no permite valorar más que sensaciones. Sonidos en la memoria, apuntes de inmediatez, revelan detalles de gran belleza y profundidad, con mayor libertad en el segundo y relevante acto.

Sabemos de la predilección de Ros-Marbà, desde el podio, por la línea Mozart, Schubert, Mahler y la ruptura vienesa. Su lenguaje no necesita mostrar artilugios porque dispone de una paleta con muchas posibilidades expresivas que, en esta partitura, aluden a lo interior y a lo exterior. Timbres que presentan personajes, tensiones en la cuerda y sutiles motivos que evocan época y lugar. La intensidad casi explosiva del inicio es una firma, una advertencia de cual será su perspectiva estética.

El libreto va presentando “lugares Benjamin” con sus ideas y contradicciones, pero no va al terreno interior, a lo poético. El tránsito a Portbou es un diálogo entre vida y muerte, no es una maleta. Es reflejo del exterminio, como lo sufre ahora el pueblo palestino por aquellos que lo padecieron. No hay lugar para postales.

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El libreto es esencial, señala el camino al compositor; un problema en la historia española del género. Y en este caso, si bien hay breves signos de interioridad, el discurso está dominado por episodios banales y una organización factual que despista, carente de estructura dramática. No estamos tan lejos de esos hechos en tiempo y espacio , ya que día a día otro genocidio nos los recuerda.

La dimensión poética es opaca, ya que queda sólo en lo musical y a veces se ve obligada a ilustrar hechos anecdóticos. El segundo acto gana desarrollo de la musicalidad, el positivismo queda atrás.

La representación tiene un buen trabajo con medios vocales propios, en una línea de calidad y compromiso. Todo en un marco de resolución escénica sencilla, con la aportación casi constante y sugerente de Playmodes, que en momentos limita la profundidad.

De subrayar pues la aportación musical, que cuenta con muchos valores. ¡Bravo, maestro!

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