Quién, más allá del propio artista, tiene derecho a politizar el arte? Y sin embargo, la historia demuestra hasta qué punto la cultura es herramienta del poder y ha sido usada como elegante artefacto de propaganda. Bernini ejerció de empoderador de papas; Rubens fue enviado a la corte de Madrid para favorecer la paz; los bailarines eran símbolo de poder durante la guerra fría... y del mismo modo se percibe ahora desde algunas instituciones europeas a Valery Gergiev: como una demostración de fuerza de Putin.
Tras el reciente caso de Italia, con la trifulca política que ha obligado al festival Un’Estate da RE en Caserta a cancelar el que habría sido el concierto de regreso a Europa del maestro ruso después de tres años, el turno de debate corresponde ahora a Barcelona, una ciudad que –junto con otras de las giras españolas de Ibercamera– ha gozado de la excelencia musical de Gergiev y la Orquesta del Mariinski durante décadas.
El presidente de la promotora, Josep Maria Prat, anunció este marzo, en un clima de perspectivas de paz en Ucrania, su deseo de tener de vuelta al director la próxima temporada, aunque sin especificar fechas ni sala. La cuestión es si Barcelona está preparada para recibir a Gergiev y hacer frente a medios que lo acusan de defender la invasión de Ucrania.
No existe una norma que sirva para todo, para todos y para siempre. Cada caso hay que estudiarlo y valorarlo”
“No existe una norma que sirva para todo, para todos y para siempre. Cada caso hay que estudiarlo y valorarlo”, opina el director general del Palau de la Música Catalana, Joan Oller, no sin antes dejar claro que no les consta ninguna fecha reservada para Gergiev. “Yo en general soy partidario de la mayor libertad en el arte, cuantos menos vetos y prohibiciones, mejor. Dicho lo cual, hay que analizar cada caso, cada persona y cada contexto. Habría que ver en qué momento estamos cuando eso suceda: es un contexto cambiante y da circunstancias cambiantes”.
La cuestión es si está en una lista de sanciones que le prohiba llevar a cabo actividad fuera de Rusia”
L’Auditori, la sala que sería natural para una reaparición con la orquesta de San Petersburgo, recuerda que en tanto que equipamiento no lo contratará. “Nunca lo hemos hechos, somos un espacio que acoge conciertos de un promotor –indica el director, Víctor Medem–. Cuando se haga esta petición, afrontaremos la cuestión. Yo no estoy a favor de ningún veto a priori; hay que obrar en función del contexto y la coyuntura. Gergiev ha actuado infinidad de veces en L’Auditori y no tengo nada en contra, al contrario, toda mi admiración para el maestro como músico. He trabajado con él y conozco de primera mano su trayectoria. La cuestión es si está en una lista de sanciones que le prohiba llevar a cabo actividad fuera de Rusia. Creo que no. Si eso cambia, ya hablaremos. Pero también hay que tener en cuenta si es factible que viaje una orquesta rusa, los visados los tramita el ministerio español correspondiente”.

Gente con banderas ucranianas se manifestaba el domingo en Milán en contra de que Gergiev actuara el 27 de julio en Reggia di Caserta
¿Sería Gergiev un embajador político de una guerra que no ha acabado o podría darse un giro para abrir un turno de paz y reparación a través de la cultura? ¿Qué opinaría Pau Casals ante esta situación? El maestro catalán se encontraba en la situación contraria: se negó a actuar en regímenes totalitarios, ya fueran la Unión Soviética, la Alemania de Hitler o la Italia de Mussolini. Siempre fue coherente, nunca separó la persona del artista y convirtió el silencio en arma. Tras la victoria de los aliados, vio que mantenían el régimen de Franco y que se gestaba la guerra fría, y decidió no tocar más. Hasta que volvió para promover la paz y la concordia ante el conflicto de guerra nuclear.
Casals consideraba que la música era mucho más que un lenguaje artístico. es diálogo, una expresión fundamental para construir esperanza”
Lo recuerda Jordi Pardo, director de la Fundació que lleva su nombre. “Casals consideraba que la música era mucho más que un lenguaje artístico: podía expresar lo mejor de la condición humana. La construcción de la esperanza tiene que ver con tener una actitud abierta y empática, sin reducir las cosas a blanco o negro. Y la música es diálogo, una expresión fundamental para construir esperanza. La paz no significa ausencia de guerra, sino de conflictos, por eso el diálogo es fundamental. Y a la paz se llega con la defensa de los derechos humanos”.
Por la politización no perdamos a artistas extraordinarios que en el fondo no proclaman”
Efectivamente, el arte ha caminado bajo banderas como artefacto de propaganda. Lo recuerda Víctor García de Gomar, director artístico del Liceu. “Exquisito instrumento de instituciones poderosas, escoge (resignadas) personalidades que se convierten en embajadores de causas. Cuando el arte acepta esta invitación, pinta futuros obedientes, mientras el público pierde la oportunidad de acercase a interpretes mayúsculos”.
“Si entendemos que el Arte verdadero, ese que arde en lo oscuro, es una preciada herramienta de cohesión entre comunidades y pueblos -prosigue-, tenemos que entender a esos músicos como constructores (seguramente no totalmente libres) de puentes que tienden a buscar nuevos consensos. Por la politización no perdamos a artistas extraordinarios que en el fondo no proclaman. La belleza es la que rompe los márgenes, escribe con silencios y recuerda que toda imagen impuesta es también una frontera. Bienvenidos los que no necesitan la estatua gloriosa; el arte quiere preguntar y ser refugio, la propaganda no debería abrir una grieta”.
La cultura es a menudo el lugar en el que alguien ha de empezar a dar pasos para generar puentes”
En palabras de Valentí Oviedo, el director general del mismo teatro de la Rambla, la cultura es un hecho inspirador y transformador. “Tenemos altavoces y una responsabilidad. Y hay quien considera que hemos de comenzar a dar pasos para generar puentes, porque a menudo la cultura es el lugar en el que alguien ha de dar esos pasos. Y eso no es bajar de burro, es iniciar una estrategia, acertada o no, es salir un poco del proselitismo europeo”. Y concluye: “Quienes estamos al frente de las instituciones hemos de tomar las decisiones, y en este sentido, el arte está por encima de todo”.