El Mambo de West Side Story , la guajira de su famoso tema América, el jazz latino en modo big band... ¡Uohhh! Todo logró llevarlo este martes a las nubes Gustavo Dudamel en una de las noches más emocionantes de la temporada liceísta. Una velada en la que público, orquesta, coro y reparto disfrutaron como nunca gracias al genio de Leonard Bernstein extraordinariamente canalizado –y de memoria, sin partitura– por un maestro en estado de gracia: ¡Dudamel, El Grande ! Quién puede echar en falta el baile en esta versión en concierto del magno musical de Broadway que ha procurado el Liceu... si el baile no hace sino crecer dentro de cada espectador al ritmo del maestro venezolano...
No había más que ver al contrabajista Joaquín Arrabal en primera línea para contagiarse de semejante gozada. Y qué gusto poder oír el musical en las voces operáticas del siempre hermoso Juan Diego Flórez (Tony), la luminosa Nadine Sierra (María), el poderoso Jarrett Ott (Riff) o la espectacular Isabel Leonard (Anita)... con incorporaciones locales como el Bernardo de Milan Perisic, el Baby John de Cristofol Romaguera, el A-Rab de Pau Camero (que no podía aguantarse la risa viendo la convincente actuación de sus compañeros de pandilla, los Jets) o la Rosalía de Montserrat Seró, que formaba parte de las chicas de la banda de latinos, los Sharks. Hasta el propio Dudamel saco voz de pecho para desde el podio lanzar la frase del Officer Krupke, cuando espeta a los jóvenes Shakrs “Hey, you!”, provocando las risas entre la platea.

Tony Y María, Juan Diego Flórez y Nadine Sierra, en pleno dúo de amor con la Orquestra y el Cor del Liceu dirigidos por el maestro Dudamel
Todos se emplearon a fondo en esa versión rara de West Side Story que reconstruyó el propio Bernstein en 1984, cortando diálogos y partes del coro, alterando su obra en una suerte de patchwork que sin duda pone de relieve el poderío de la música. Lo cual no es baladí cuando se trata del romance musical que supuso un hito en la historia de la música del siglo XX en gran parte por los fabulosos bailes de Jerome Robbins para la versión cinematográfica de 1961.
Once minutos de aplausos en una emocionante velada con Flórez, Sierra y una orquesta ¡a lo big band!
Pero es que además este West Side Story contenía una sorpresa. Una presencia que no estaba anunciada y que aparecía de la nada para interpretar esa emblemática Somewhere que, según indica la partitura de Bernstein, ha de cantar una chica que es ajena a la trama, alguien que con voz pura es testimonio de la tragedia, de la muerte del líder de los Sharks a manos de los Jets...
Esta meditación universal la suele interpretar la soprano que hace de María o de su amiga Anita. En la película de Steven Spielberg lo hizo Rita Moreno, la Anita de la película de Robbins. Pero raras veces es una estrella invitada. De modo que el Liceu ha querido darlo todo en este fin de fiesta de relumbrón y, de repente, hacer salir a escena a toda una Sondra Radvanovsky, que la brindó con su inconfundible expresividad.

Sondra Radvanovsky hizo una aparición inesperada para el público del Liceu
“Me dijeron que el Liceu me quería, que Dudamel me reclamaba. Y esta es mi casa –explicaba la reina del Liceu–, así que lo dejé todo y aquí estoy, volando directamente de Chicago solo para cantar este tema”. Un tema que es un anhelo, de un lugar ideal donde el amor entre los protagonistas (Tony y María) pueda existir sin odio, violencia ni prejuicio racial. Una epifanía para esos amantes atrapados en medio de la violencia ciega entre grupos rivales que se salda con tres muertes a punta de navaja o de pistola... “Hay un lugar para nosotros, en alguna parte hay un lugar para nosotros (...) en el que encontraremos el modo de vivir, el modo de perdonar...”, rezan las letras de Stephen Sondheim.
¿Tiene sentido cantar en los tiempos que corren “I want to live in America? “No, no quiero vivir en América, me da vergüenza”, respondía Radvanovsky
¿Tiene sentido cantar en los tiempos que corren “I want to live in America? “No, no quiero vivir en América, me da vergüenza. Estamos en el proceso de encontrar una nueva América en algún otro lugar”, respondía Radvanovsky en la fiesta posterior que el Liceu había organizado en la terraza, cuando todos los invitados querían tomarse fotos con los artistas.
Guiño al público barcelonés
Evocando aquel 1984 de Bernstein con Carreras
Gustavo Dudamel ha escogido la versión de 1984 de West Side Story en la que el propio Bernstein retocaba su partitura dando la historia por conocida. El maestro tachaba aquí unos coros y aquí unos diálogos, se editaba a sí mismo y lograba que todo durara una hora y veinte minutos. En aquellos años 80, el musical ya se había estrenado como tal –no lo dirigía él– y se había hecho la versión en película más extendida, hasta llegar luego a la más famosa, con Natalie Wood al frente del reparto y con los bailes –increíbles– del coreógrafo Jerome Robbins. Broadway era en los 60 el no va más: ópera, musical, baile... en todo alcanzaba excelencia. Pero es en 1984 cuando Bernstein toma la batuta, por primera y última vez, y se le suman dos voces de oro: Josep Carreras y Kiri Te Kanawa. De eso hay constancia en vídeo, pues dio lugar al documental The Making of West Side Story (1985), donde se ven escenas de cierta tensión entre Bernstein y Carreras, cuando, por ejemplo, este último pide más ensayos –y maldice en italiano, como buen tenor–, mientras el director considera que el problema es que el cantante de bellísima voz no ha pillado el swing al asunto. La elección, ahora, de Dudamel es puramente artística, pero ha acabado siendo un guiño para el público barcelonés.
El Gran Teatre reunía en su escenario a su reina canadiense y a la nueva novia del Liceu, Nadine Sierra, que hizo una María luminosa y juvenil. Y con ellas un Diego Flórez con su hermosa voz ayudada por la sutil microfonía y gran acting de enamorado. Su María puso el vello de punta, el único tema que no necesitó leer del teleprompter, pues la versión de 1984 fue una elección que le cogió por sorpresa y quiso asegurarse de respetar el orden de los textos. Desde la platea, su hija le saludaba en los once minutos de aplausos finales, ¡orgullosa de su padre!.

Nadine Sierra en un momento de la actuación en versión concierto
“Creo que no podríais pedir un reparto mejor, con una Nadine que rebosa energía, belleza y vida”, decía la soprano canadiense. Y Nadine, a su vez, lo veía como “un momento circular”. “Me siento muy honrada, siempre he admirado a Sondra, durante años”.
Somewhere o María son canciones emblemáticas pero las que llegó tarareando el público fueron Tonight y I feel pretty. “Mis expectativas se resumen en que igualen el nivel de la magnífica Kiri Te Kanawa, porque en esta obra las buenas canciones las tiene la soprano”, decía un liceísta antes del show, refiriéndose a la grabación de 1984/1985 con Bernstein a la batuta y Josep Carreras en el papel de Tony.
En el primer piso, la plana mayor de políticos esperaba su festín: el alcalde Jaume Collboni, la consellera Sònia Hernández (acompañada de su hija); Xavier Marcé, concejal de Cultura; M. Eugènia Gay, teniente de alcalde; Carmen Paez, subdelegada de cultura del Ministerio... o Lia Miller, la cónsul general de Estados Unidos, y su homóloga rumana Sandra Liliana Gatejeanu, que es fiel a un compatriota músico de la orquesta.