Kendrick Lamar y SZA: doble ración de músculo americano en el Olímpic

Desembarco en Barcelona

Las estrellas de la Superbowl se complementan para poner a saltar a 48.000 personas durante tres horas

Concierto de Kendrick Lamar y SZA en el Estadi Olímpic de Barcelona

Un instante del concierto de Kendrick Lamar y SZA, en el que no se permitió a los fotógrafos realizar su trabajo

LV

Pocas cosas dan forma al sueño americano con tanta claridad como los muscle car, vehículos cargados de caballos a un precio accesible para cualquier asalariado de Estados Unidos, o América como se autoproclaman con desdén hacia lo que les rodea. Corvettes, Camaros, Chargers o el Buick GNX, vehículo de 1987 que este miércoles hizo de hilo argumental en el doble concierto de Kendrick Lamar y SZA, rap y r&b con la misma grandiosidad que el que ambos celebraron en la media parte de la última Superbowl.

Doble de todo para una noche king size a dos ritmos, donde los artistas se alternaron repartiéndose 51 canciones, seis de ellas a dúo. La estética otorgó el blanco y negro del asfalto para el considerado mejor rapero de la actualidad, que no cambió su atuendo rapero en todo el concierto. Sí lo hizo SZA, colorista e imaginativa en su puesta en escena, diferenciando así dos actuaciones también divergentes en lo musical, de la barra rapera a la melodía soul, con la banda fuera del escenario para hacer sitio a los ostentosos cuerpos de baile que traía cada cual. Un espectáculo con aires televisivos –como es cada vez más común– que reunió en el estadio Lluís Companys a 48.000 personas con mucha presencia de turistas para ver a la pareja que ya pasó por Barcelona –por separado– en el Primavera Sound del 2023.

Rap y r&b se combinaron en tres horas de concierto donde hubo tiempo para castigar a Drake

El Buick GNX que da nombre al último disco de Lamar y a esta gira (Grand National) surgió del fondo del escenario para sacar de él al angelino criado en Compton, suburbio de Los Ángeles con todas las taras de la marginalidad que recordó en m.a.a.d city. Mirada al pasado de luces largas para el artista que ha aumentado su fama enfrentándose con el también rapero Drake hasta desquiciarlo.

Como era de esperar, Lamar convirtió la velada en una celebración autorreferencial desde que los graves hicieron retumbar el suelo con Wacced out murals, donde reparte estopa contra los compañeros de arte que no le apoyaron al ser elegido para interpretar en la Superbowl. Nada nuevo para el autor de Not like us, el demoledor beef (canción de ataque a otro rapero) que se ha convertido en su tema más famoso, y donde acusa al rapero Drake de pederastia entre el jolgorio del público de ayer, encantado de subirse al coche del vencedor.

De voz nasal, sereno y certero en la dicción de las largas estrofas de sus temas, Lamar no olvidó reivindicar el pasado esclavo de la población negra de EE.UU. con Kunta Kinte mientras atizaba a su némesis Drake con Euphoria o ponía a saltar a todo el Olímpic con Humble . Todo con la pista convertida en un mar de brazos en alto al ritmo de la síncopa mientras cantaban de memoria Element o la salvaje DNA con pogos aquí y allá. Lamar apenas habló, ni menos rió, pero tras Family tiesse quedó en silencio ante del público, el escenario vacío, dejándose aplaudir como un tenor en la ópera.

Lee también

Más reposada fue la actitud de SZA, que se rió de sí misma mostrando una falsa entrevista donde el encuestador era incapaz de pronunciar su nombre. Su aparición sobre el Buick cubierto de musgo, no por esperada perdió su factor sorpresa. La artista de San Luís llenó el escenario de escenas campestres y mariposas, o se subió a una hormiga gigante mientras dos mantis religiosas se paseaban por la pasarela romboidal. La voz sedosa de Sólana Imani Rowe añadió otros tantos colores a sus secciones de la velada, con guitarras rockeras y batería preclara de la banda que tocaba en algún lugar detrás del escenario. Así sonaron Love galore para comenzar o F2F, de aire pop punk, además de Garden, donde lució su hermosa voz, todo en la primera mitad del concierto arropada por un barroco cuerpo de baile. Para el final se reservaba Snooze, la hipnótica melodía de Kill Bill o Kiss me more , relatos introspectivos que le han permitido dar el salto a los grandes escenarios con solo dos discos en su haber.

Los dos artistas compartieron micrófono en dos ocasiones, demostrando la conexión surgida por diez años de relación creativa entre músicos de la misa generación. Así quedó reflejado en 30 for 30, primer encuentro entre ambos con r&b tan suave como la transición entre artistas. Lo mismo en el cálido soul de Doves in the wind de SZA, Love, de Lamar, o en las finales Luther (homenaje a Luther Vandross) y Gloria, despedida a bajas revoluciones, contrapunto a la grandiosidad reflejada durante tres horas. Una prueba de que más allá de fuegos artificiales, pantallas gigantes y demás oropeles de gran show yanqui, ayer habían actuado dos grandes músicos.

Etiquetas
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...