El abogado y editor Daniel Divinsky falleció en las últimas horas a causa de una enfermedad que lo acompañó durante décadas. Había sido el impulsor de la publicación de Mafalda, la historieta de Quino, que venía de una versión inicial en la editorial Jorge Álvarez, aunque con él se volvió un éxito de ventas. Divinsky murió casi a la vez que esas obras pasaban a un grupo internacional.
Formado como abogado en la Universidad de Buenos Aires, había contado que él hubiera estudiado Letras, pero para una familia de clase media de finales de los años cincuenta, la ingeniería o el derecho eran disciplinas que prometían con más certeza un futuro profesional. Así que se formó como abogado, pero los libros lo esperaban y ya lo habían tentado.
“Daniel era un gran impulsor de los nuevos editores y de la editorial independiente en general. Y estaba siempre al tanto de todo”, declara Constanza Brunet, directora editorial de Marea. Y agrega: “Al poco tiempo de empezar con Marea, se me acercó en una feria y me dijo que le gustaba lo que estaba publicando. Desde ese día, siempre me apoyó y nos hicimos amigos. Una enorme pérdida para todos nosotros”.
Derecho y libros
Estudió derecho por tener una salida profesional, pero siempre estuvo subyugado por los libros
De muy joven, empezó a trabajar para el editor Jorge Álvarez, traduciendo, corrigiendo y tuvo a su cuidado el Diccionario de los lugares comunes, de Flaubert, traducido por Alberto Ciria. Esa fue su escuela de edición.
“Estamos seguro de que hoy el mundo es un poco más feo, porque vamos a tener menos gente que arriesga en pos de un sueño y sin dudarlo la historia editorial argentina está de luto”, manifiesta Juan Manuel Pampín, presidente de la Cámara Argentina del Libro.
“La abogacía no me gustaba en absoluto, así que empecé un curso para graduados en sociología”, había explicado Divinsky. “En eso estaba cuando se produjo un golpe de Estado. Me quedé sin horizonte. En vez de deprimirme, con mi socio se nos ocurrió poner una librería. Les preguntamos a nuestros padres cuánto dinero nos podían prestar: cada uno, ciento cincuenta dólares. Pero no había ninguna posibilidad de alquilar algo por esa suma”, recordó. Los libros seguían ahí.
El propio Álvarez imaginó una editorial conjunta. A fin de cuentas, el abogado junior tenía entusiasmo y capacidad. Pirí Lugones, nieta de Leopoldo Lugones y amiga de ambos, consideraba ese proyecto como ambicioso. En broma, les dijo: “Ustedes quieren una flor de editorial”. El nombre ya estaba listo.
De manera que en 1967, Divinsky creó Ediciones de la Flor a la que se sumaría en 1970 Ana María Kuki Miler, que sería su pareja posteriormente y que conduce hoy los destinos de esa empresa que dio forma de libro a la obra de Rodolfo Walsh, Fontanarrosa, Caloi, Liniers, Sendra, Maitena, Nik, entre muchos otros autores que dieron sus primeros pasos de su mano.
Mafalda fue un hito en el camino de Divnsky. “Con Mafalda hacíamos tiradas iniciales de doscientos mil ejemplares. Y se vendían”, recordó entrevistado por Letras Libres como si la incredulidad permaneciera medio siglo después.
Durante la dictadura militar, un libro infantil los puso en problemas graves. En la portada del volumen Cinco dedos aparecía la imagen en tapa de un puño en alto: “Aunque nadie lo había pensado con finalidades ideológicas, la imagen fue considerada una apología de la subversión destinada a los chicos”, contó en una entrevista. Era el puño, era el catálogo, era la violencia de esos años.
Dictadura
Fue secuestrado con su mujer y su hijo Emilio, que tenía entonces algo más de dos años y cuando fue liberado se exilió a Venezuela
Fue secuestrado con su mujer y su hijo Emilio, que tenía entonces algo más de dos años: “Kuki y yo estuvimos presos en un lugar que había sido de tortura. Al menos permitían que nuestra familia nos trajera comida y libros”. Fueron rescatados del abismo de la muerte por la presión de las asociaciones internacionales de editores. Escaparon al exilio en Venezuela del que regresaron solo en 1983, con la recuperación democrática.
De nuevo en la Argentina, recuperó su puesto en la editorial y reanudó su tarea de editor. El primer libro que publicó a su regreso fue Los Pichiciegos, de Fogwill. Sabía mirar y sabía leer. “Yo me figuraba que, si me gustaba algo a mí, seguramente les iba a gustar a otros mil quinientos o dos mil locos que tuvieran la misma debilidad que yo”, definió su mirada en una entrevista.
Durante esos primeros años de un sistema republicano frágil, además se comprometió con la recuperaciones de las instituciones culturales como interventor de LR3 Radio Belgrano. Además, dirigió la revista Plural, editada por la Fundación Plural para la Participación Democrática, y fue integrante de la Cámara Argentina del Libro, como miembro del consejo directivo de 1988 a 2008 y como vicepresidente entre 2000 y 2002.
Hace una década, vendió su parte de la editorial a Miler y se retiró de Ediciones de la Flor, aunque seguía activo escribiendo artículos y participando en redes sociales. En el 2013, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires lo declaró “Personalidad destacada de la cultura” de la Ciudad por voto unánime de sus integrantes. En el 2011, recibió el premio a la Trayectoria Cultural de revista Ñ.

