Olga Tokarczuk: “La biblioteca de mis padres me descubrió de adolescente un mundo patriarcal”

Entrevista a la Nobel polaca

La escritora y ensayista muestra en 'Tierra de empusas', la primera novela que escribe tras recibir el gran premio de la Academia Sueca, la cara oculta de 'La montaña mágica' de Thomas Mann

Olga Tokarczuk muestra en 'Tierra de empusas' la cara oculta de La montaña mágica de Thomas Mann

Olga Tokarczuk muestra en 'Tierra de empusas' la cara oculta de La montaña mágica de Thomas Mann 

Miquel Gonzalez/Shooting

Año 1913: un chico llega a un sanatorio de tuberculosos en las montañas de la Baja Silesia. Allí hay jerarquías y, por ejemplo, los que no tienen mucho dinero –como él– o están en lista de espera, se alojan en una modesta pensión para caballeros en el pueblo. La novela muestra las relaciones que se van tejiendo entre los enfermos (en especial, en un grupo de hombres más bien cultos), con apariciones de los médicos, el personal de servicio y algún familiar o vecino. La rutina son comidas, paseos, siestas y charlas. Las encendidas conversaciones destilan aquella majestuosa cultura de la vieja Europa, las grandes corrientes del pensamiento y la literatura, pero también misoginia y violencia, con la inminente primera guerra mundial enseñando sus patitas. La fiebre del amor que surge entre algunos de los internos se entremezcla con los calores de la enfermedad. De repente, la esposa del posadero aparece muerta. ¿Tendrán algo que ver las empusas, esos seres diabólicos legendarios del bosque?

Cuidado con esta novela de la polaca Olga Tokarczuk (Sulechów, 1962), Tierra de empusas (Anagrama), la primera que escribe tras recibir el gran premio de la Academia Sueca, que no es lo que parece. Si por un lado muestra la cara oculta de La montaña mágica de Thomas Mann, es decir, aquellas relaciones de dominio que no se veían en la obra del alemán (como si la Nobel 2018 dialogará con el de 1929), por otro explora nuestros miedos, la historia del continente y el fascinante influjo del folklore y la tradición. Para que se explicara la misma autora, le remitimos un cuestionario que ha respondido por escrito desde su casa de Wroclaw.

¿Qué influencia ha ejercido sobre usted como lectora La montaña mágica de Thomas Mann?

Creo que Tierra de empusas puede considerarse una paráfrasis irónica de La montaña mágica. La novela de Mann fue muy significativa para mi generación, la considerábamos una novela casi iniciática, una introducción, una invitación a la verdadera literatura, una literatura fundamental, generadora de cultura. No sé si sigue siendo así. Para mí, con toda seguridad, La montaña mágica resultó ser un libro extraordinariamente importante, en múltiples ocasiones eché mano de él y siempre descubría algo nuevo en sus páginas. Y aquello que describía de forma particular era al mismo tiempo una advertencia ante el mal que se avecinaba, un intento de proyectar lo que podía suceder, un juego con el futuro.

Tengo grabado en mi interior un recuerdo, una imagen del pasado: soy una adolescente, tengo trece, quizás catorce años, estoy frente a la pequeña biblioteca de mis padres y voy cogiendo, sucesivamente, diferentes libros de la literatura universal. Hasta que un día me asalta un pensamiento decepcionante: en esos libros, considerados los pilares de la literatura universal, no encuentro ningún reflejo. Carecen de espejos en los que yo, una chica joven, pudiera reconocerme. Ante mí se abre un mundo patriarcal, creado por los hombres y para los hombres. Las mujeres aparecen generalmente como roles adjudicados, etiquetas, sombras existentes únicamente en el contexto de los órdenes patriarcales. Su voz, en el caso de que llegue a oírse, es marginal. Esa dificultad para identificarme —la falta de un punto de referencia para mí como lectora— entonces era todavía algo no nombrado explícitamente, algo más bien presentido. Y está claro que había muchísimas chicas como yo.

En Mann, en La montaña mágica, las mujeres prácticamente no existen. Es un espacio casi exclusivamente masculino, dominado por voces masculinas. El mundo está dominado por las conversaciones de hombres respetables que intentan abarcar intelectualmente una realidad que justo en ese momento está acercándose a su fin. Y fue precisamente esa imagen el punto de partida de Tierra de empusas: una yo, adolescente, sosteniendo en las manos La montaña mágica e intentando encontrar un lugar para mí en una literatura que prácticamente calla sobre las mujeres.

Punto de partida

En ‘La montaña mágica’ de Thomas Mann, las mujeres prácticamente no existen”

¿Cuál es el origen de Tierra de empusas?

Escribí ese libro durante la pandemia; fue un período excepcional para mí. Encerrada en casa, con relaciones profesionales y sociales limitadas, dispuse de mucho más espacio para mí misma. La época del covid nos recordó que teníamos cuerpo, un cuerpo frágil, que puede fallar y necesita atención. Nos hizo tomar conciencia también de cuán débiles y dependientes somos, mucho más de lo que querríamos reconocer. Nos mostró asimismo qué profunda es nuestra interdependencia, tanto en lo bueno, como en lo difícil.

E inmediatamente después de la pandemia estalló una guerra que cuestionó nuestra fe en el progreso social y que nos inoculó el pesimismo. Resultó que, a pesar de los logros de la ciencia, de la mejora de las condiciones de vida y de una conciencia creciente, seguían actuando en nosotros las fuerzas primigenias y atávicas de la violencia y la destrucción.

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Vivimos hoy en un mundo totalmente diferente al de apenas hace diez años. Y es justo el contexto que da origen a este libro. Pero hay también otra cosa muy importante. Tierra de empusas llama la atención sobre un fenómeno presente en las culturas de la humanidad: la misoginia. Resulta que está mucho más generalizada de lo que podríamos imaginar. Está presente en todas las culturas, aunque con distinta intensidad. No sé por qué sucede eso, pero ese fenómeno existe: el tratamiento de la mujer como un ser diferente, más débil, pero al mismo tiempo amenazante; sometido, pero también poderoso; ingenuo y perverso; fácil de manejar y a la vez manipulador.

No tenemos ninguna influencia sobre el sexo que se nos asigna al nacer y la sociedad y la cultura nos ofrecen modelos predeterminados de comportamiento, guiones que se nos obliga a considerar “naturales”. En Tierra de empusas examino esas cuestiones al tiempo que intento contar una historia intrigante, polifacética.

Olga Tokarczuk, laureate of the Nobel Prize in Literature (2018), during her meeting with readers in Krakow's ICE COngress Center. On June 1, her latest novel, Empuzjon, hit bookstores. 
On Tuesday, June 14, 2022, in Krakow, Poland. (Photo by Artur Widak/NurPhoto)

Olga Tokarczuk evidencia la misoginia en ‘Tierra de empusas’ 

Artur Widak

Es asombroso cómo la lectura del libro hace que nos demos cuenta de toda la misoginia y el clasismo de aquella época… y también de su presencia en las obras literarias del momento.

Es exactamente así. Los textos que cito en Tierra de empusas en el pasado se encontraban en el discurso público, en la cultura, de manera natural. Esa forma de pensar era natural, evidente. A nadie le extrañaba y nadie tenía conciencia de ello. Algunas de esas formas se han conservado hasta hoy. Yo no me he inventado nada. No solemos darnos cuenta de hasta qué punto nuestra cultura está impregnada de misoginia, aunque, de hecho, no se sabe de dónde sale. Los antropólogos la encuentran casi en todas las culturas. Hay varias explicaciones, principalmente psicoanalíticas, desde el temor ante la fuerza de dar a luz de las mujeres hasta las extravagantes teorías del olor: que el olor de una madre menstruando es para un bebé una amenaza del siguiente embarazo. El estudio de las sociedades primigenias permite ver diferentes manifestaciones de esa misoginia. No existe un paralelismo, resulta difícil encontrar sociedades misándricas. Si alguien buscara una misandria simétrica, no la encontrará en forma de sistema.

Al escribir Tierra de empusas tenía un especial interés en mostrar cómo todo aquello que tiene una estrecha relación con la misoginia y que existe prácticamente desde los inicios de nuestra civilización, ha sido y es —se me ha ocurrido justo esa palabra— vaporizado. Está presente en todas partes, aparece desintegrado en pequeñas partículas, cosa que hace difícil criticar algo concreto. Alguien que cuenta un chiste estúpido sobre las mujeres siempre podrá decir que solo estaba bromeando.

La misoginia ha sido ‘vaporizada’: está en partículas y es difícil criticar algo concreto”

Es una novela en la que los personajes debaten sobre los grandes temas del pensamiento de la época (y también sobre cuestiones universales), reflejando corrientes como el psicoanálisis, el progresismo humanista, el conservadurismo católico… ¿Quería usted mostrar las diferentes vías de ver el mundo en los inicios del siglo XX? ¿Siguen siendo relevantes en nuestros días?

Creo que muchos de los temas sobre los que discuten mis protagonistas hoy han sido banalizados. Se trata de un mundo anterior a la guerra, al feminismo, al postcolonialismo. A esa gente hay planteamientos que ni se les pasan por la cabeza. Así que los miramos con cierta condescendencia. Pero deberíamos tener en cuenta que también nuestros discursos serán algún día banales.

Es desagradable leer las cosas que se decían sobre las mujeres en aquella época, ¿era el efecto que usted quería alcanzar?

Sí, quería que el lector se sintiera incómodo y molesto. Y que al final reaccionara riéndose. Desgraciadamente, la acumulación de toda esa “erudición” sobre las mujeres despierta extrañeza. Cómo es posible que no lo hayamos visto antes. Y no hay que perder de vista que las palabras de los escritores tienen importancia, son tratadas como aforismos y se repiten sin pensar.

Desde un punto de vista formal, el 60-70% del libro nos ofrece una de sus novelas más clásicas, ¿estaría usted de acuerdo?

Sí, totalmente. Me sentí muy a gusto con la escritura. Ese tipo de narración clásica nos resulta placentera y nos adormila un poco. Así que el efecto de rebelión formal fue intencionado.

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¿Cómo definiría usted a su protagonista, Mieczysław Wojnicz, y en qué se parece y en qué se diferencia de Hans Castorp?

Mieczysław escapa a las estructuras en la que se asienta la realidad que lo rodea. Se da cuenta antes que los demás —porque lo experimenta dolorosamente— de que el mundo es realmente una cosa muy inestable, en la que la identidad es una cuestión abierta. Pero el temor que acompaña ese descubrimiento es perfectamente conocido también por algunos de nuestros contemporáneos, a menudo solitarios y, como Wojnicz en la niebla de Görbersdorf, erráticos en busca de la mejor salida posible, de un lugar para su propio yo. Esa es probablemente la pregunta más difícil que nos podemos hacer: en qué medida somos lo que nos han dicho otros que somos o lo que nosotros mismos sentimos. En ese sentido, Tierra de empusas, es, a pesar de hacer referencia a obras clásicas, una novela totalmente contemporánea. De hecho, es una Bildungsroman, una novela de formación, porque cuenta el proceso de la toma de conciencia por parte del protagonista de quién es realmente y qué puede hacer con ese hecho.

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Sus novelas son muy europeas, en el mejor sentido de la palabra. En este caso, los personajes llegan de diferentes países y debaten sobre la naturaleza de los estados-nación, algunos defienden esa estructura, otros la critican. ¿Por qué? ¿Qué piensa usted al respecto?

Sí, intenté sentar a la mesa en ese sanatorio de montaña a la Europa Central en miniatura, mostrar su integridad, su sentimiento de comunidad cultural. La Primera Guerra Mundial apenas se entrevé en el horizonte. El alemán es la lengua franca. Todos se comunican bien en esa lengua a pesar de que, muy probablemente, hablan en distintos dialectos y con distintos acentos. Personalmente, añoro la visión de Europa como una comunidad de vínculos muy estrechos.

Tras la covid estalló una guerra que acabó con la fe en el progreso social”

¿Son las Tuntschi del bosque un elemento de ficción o tienen alguna base real?

Como suele pasar en la novela, se trata de una mezcla de leyendas, hechos reales y productos de la imaginación. Por primera vez oí hablar de las Tuntschi en los Alpes suizos. Allí siguen siendo una leyenda muy viva. Pero hay que tener en cuenta que en la mitología griega son bien conocidas las mujeres vengativas que se transforman en monstruos y se vengan de los hombres. También en la mitología polaca se habla de las rusalki (ninfas fantasmagóricas del agua) y de otros seres fantásticos femeninos que amenazan a los hombres. Creo que este motivo puede ser interpretado como el deseo de revancha por parte de las mujeres — débiles, carentes de muchos derechos, a menudo víctimas de la violencia— contra unos hombres opresores. Por otra parte, esas historias pueden también tener un trasfondo misógino ya que presentan a esas criaturas como una feminidad que, con sus inconcebibles procesos biológicos, su milagro de concebir vida, su otredad, amenaza permanentemente a los hombres.

La pregunta más difícil es en qué medida somos lo que nos han dicho que somos o lo que sentimos”

¿Conoce usted la región en la que se desarrolla la acción?

No muy lejos de mi casa se encuentra un lugar que sirvió de escenario y de paisaje de Tierra de Empusas. Se trata de Sokołowsko, antiguamente Görbersdorf. Hoy ese pequeño pueblo es considerado un sitio singular en el mapa de Polonia. Atrae a artistas, creadores, gente que anda a la búsqueda de algo más.

Las ruinas del antiguo sanatorio del doctor Brehmer impresionan enormemente; son el testimonio de viejas expectativas relacionadas con el tratamiento de la tuberculosis con ayuda de medios naturales, que muy probablemente en nuestros días consideraríamos ingenuas o insuficientes. La aparición de los antibióticos anuló de un plumazo todos aquellos sueños. Actualmente esas ruinas recuerdan que incluso lo que aparentemente es estable y sólido puede perder de repente su razón de ser, que todo es frágil, fugaz y que está expuesto a la desintegración.

Es precisamente en ese Sokołowsko nuestro de la Baja Silesia donde por primera vez en el mundo se puso en práctica la idea de la terapia contra la tuberculosis a través del contacto con la naturaleza, el aire, el bosque, es decir, de la naturopatía. Me encanta la palabra, aunque ahora casi no se utiliza, es como si hubiera pasado de moda.

Me llama la atención que hasta la fecha no haya aparecido ningún estudio serio, científico sobre Sokołowsko, un libro que presente detalladamente su historia, el perfil de sus pacientes, los procedimientos terapéuticos, la cotidianeidad. Hoy a menudo tenemos que conformarnos con espejismos del pasado, con descripciones vagas.

La vida humana es un espacio estrecho entre la vitalidad y la muerte”

¿Qué tipo de investigación y qué trabajo de documentación ha realizado para escribir esta novela; ha sido mayor o menor que en sus otros libros?

Prepararse para escribir un libro, toda la búsqueda que hay que realizar, es para mí siempre la parte más agradable de la tarea. Recojo mucha información, leo muchísimo, busco en internet. Todo el material que recogí serviría para varios libros más. Por ejemplo, uno sobre la figura del doctor Brehmer, el fundador de aquel sanatorio, ultramoderno para su época.

Sería incapaz de enumerar las visitas que hice personalmente al antiguo Görbersdort, fueron muchas; lo mismo sucede con la cantidad de conversaciones que mantuve sobre ese sanatorio. Me fueron de gran ayuda los habitantes del lugar y mis conocidos. Intenté no cargar demasiado el libro con la información que todos ellos me proporcionaron, tenían historias fascinantes que contarme. Así que utilicé en Tierra de empusas apenas algunos detalles, pequeñas cosas que me permitieron construir el ambiente que había podido tener aquel lugar en el otoño de 1913, momento en el que se desarrolla la acción de la novela.

¿Ha querido integrar usted la naturaleza en la historia de una forma realmente omnisciente?

Sí, en la narrativa clásica echo de menos la naturaleza como actor. Los cuerpos humanos también se reducen a menudo a entes que se alimentan del aire. No comen, viven únicamente de los sentimientos y el intelecto. Pero está claro que nuestro aspecto corporal, material, es igual de importante. Quizá por eso situé la acción de esta novela en un sanatorio, un lugar en el que todos los cuerpos humanos están enfermos, tocados por una muerte inminente, por la destrucción. La vida humana es un espacio estrecho entre la vitalidad y la muerte. Es el escenario en el que actuamos. La naturaleza es un gran libro que en sus interminables transformaciones nos lo recuerda todo el tiempo.  

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