Joan-Lluís Lluís y su mitología de los orangutanes

Novedad editorial

El escritor de Perpiñán escribe una fábula sobre el mal en ‘Una cançó de pluja’

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Entrevista a Joan-Lluís Lluís es un escritor francés en lengua catalana. Es un activista en favor de la lengua catalana y un divulgador de lo que considera «genocidio lingüístico» cometido por el Estado francés.

Joan-LluísLluís

Ana Jiménez

Durante la gira de presentación de Junil a les terres dels bàrbars (Club Editor, 2021), con la que ganó premios como el Òmnium o el Crexells, Joan-Lluís Lluís (Perpiñán, 1963) explicaba una rondalla mitológica australiana sobre el origen del lenguaje que ligaba muy bien con la del personaje que se adentraba en el mundo de las letras junto a Ovidio. Ahora presenta Una cançó de pluja (Club Editor), una fábula animal sobre el mal que aparentemente no puede ser más lejana, pero al mismo tiempo mantiene la idea de viaje y crecimiento.

La protagoniza una orangutana que se escapa de un barco de cazadores furtivos y se afana por volver a su bosque, un periplo durante el cual vuelve a chocar con los humanos, una experiencia que acaba con maltrato. El origen de la historia es lejano y complejo: “Hace muchos años, en una visita al zoo con mis hijos, vi un gorila y nos miramos a través de un cristal, y me pregunté qué pensaba, incluso si él me veía. Más tarde, después de ver una fotografía de un orangután majestuoso, como hay miles, me vino a la cabeza inmediatamente Príamo, rey de Troya, y entonces pensé en hacer una adaptación de la Odisea en Borneo, con animales. Empecé a hacer pruebas e iba bien”. La realidad, sin embargo, se impuso: “Me enteré de un hecho real, un caso de maltrato, que me hizo literalmente explotar la novela y la detuvo, pero me di cuenta de que no podía pasar de largo, me habría parecido cobarde. No quise que fuera documental, sino que quería mantener la novela, la ficción, y probablemente por eso mi novela más breve es la que me ha pedido más tiempo. Y han sido cuatro años densos, con infinitamente más dudas que respuestas claras”.

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En este mundo literario “los orangutanes son animales, no son antropomorfizados como personajes de Walt Disney, son animales, pero se comunican”, y los humanos no salen bien parados, por este “hecho real escalofriante que es un punto de la maldad humana”. Le costó: “Cuando empecé a entrar en el hecho real me ahogaba, no podía continuar, necesitaba un punto de aire. Con la visión ingenua que cuando hay una maldad nace una bondad para contrarrestarla, surgió una mujer vieja que la ayuda movida por la empatía”.

Todo con un hecho real en el medio que quería explicar sin embrutecer al lector: “He intentado que sea muy claro sin explicar muchos detalles, pero que no haya duda para nadie, con un uso bastante importante de la elipsis. Además, era importante que no remitiera a una perversión sexual, zoofilia o algo así, sino que era otra cosa: poder, fanfarronada y el mercantilismo llevado a un extremo de lo más asqueroso posible”.

“La literatura no siempre tiene que ser amable, hay que aceptar que la dureza es parte de la vida”

“En esta novela he sentido la incomodidad con una cierta agudeza y no me había pasado nunca sentirme tan incómodo con cosas que yo mismo escribía, pero he intentado hacer que no sea muy incómoda de leer. Para algunos lectores lo será, no tengo ninguna duda y me sabe mal, no es voluntario, pero la literatura no siempre tiene que ser amable, sino que tiene que explicar cosas o enseñar mundos, y tenemos que aceptar a veces que la dureza o cosas indescriptibles o casi inimaginables son una parte de la vida”, asegura.

Lluís habla de la opresión y la resiliencia, pero insiste en que “ha ido con cuidado, voluntariamente, de que no haya nada que pueda hacer pensar en la lengua catalana como materia de reflexión, porque no es el tema”. “Pero cada uno tiene sus propias desgracias y las tiene que cargar y, por tanto, por un lado u otro, siempre acaba saliendo. No es una novela de denuncia, que generalmente no funciona. No es un acto militante”.

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Ana Jiménez

Tampoco denuncia estrictamente la humanidad: “La civilización tiene cosas muy buenas, también para los animales, a algunos les fascina la música, que es abstracta, y eso quiere decir que tienen capacidad afectiva, pueden sentir emociones a través de algo intangible como la música. Pero ¿qué precio tienen que pagar por eso? Hay un precio por todo, en general. La atracción de la belleza puede ser una trampa”.

El escritor rosellonés se documentó: “Quería que fueran animales reales con comportamientos demostrados, pero no sabemos qué pasa en la cabeza de un animal, especialmente en la de los primates, que son los más evolucionados y próximos. Así que decidí ser generoso y les otorgué cosas que probablemente no tienen, pero es una fábula, y les doy capacidad de hablar y de comunicarse por telepatía, y lo que para mí sería el regalo último, una mitología, que me ha permitido inventar dioses e inventar una creación”.

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