La Madona de Portlligat, considerada una de las obras maestras de Salvador Dalí, ha vuelto a Catalunya setenta y tres años después de ser exhibida en la primera Bienal Hispano-americana celebrada en Barcelona y Madrid en 1952. La pintura, un óleo sobre tela de 1950, hacía además casi veinte años que no pisaba un museo europeo. El último fue el Museum Ludwig de Colonia (Alemania) en 2006 y actualmente se conserva en Japón.
La Fundación Gala-Salvador Dalí ha logrado tras una larga negociación traer en préstamo la significativa pieza procedente del Museo Fukuoka y a principios de esta semana llegaba a Figueres tras recorrer los más de de 17.000 kilómetros de distancia. Desde hoy y hasta el próximo 22 de febrero, los visitantes que pasen por el Teatro Museo Dalí podrán disfrutar de una pintura que el artista creó desde Portlligat y de la que solía decir que “era una obra maestra”.
La obra se mostró al público por primera vez en 1950, en la Carstairs Gallery de Nueva York
De ahí la importancia de un cuadro, que se mostró al público por primera vez en la Carstairs Gallery de Nueva York el mismo año en el que se creó, en 1950, y sobre el que el museo de Figueres centra una exposición en su estrategia de mostrar al público piezas icónicas de la obra daliniana. Entre octubre de 2023 y abril de 2024 expuso El Cristo de San Juan de la Cruz, que tuvo un gran éxito de público según recordaba hoy Félix Roca, director general de la Fundación Dalí.
La Madona de Portlligat representa a una virgen con el rostro de Gala, la musa e inspiración de Dalí, que tiene el niño Jesús en su regazo. Un niño Jesús representado en el pequeño Joan Figueras, hijo de un pintor amigo de Cadaqués, que era muy querido tanto por Gala como por Dalí.

Detalle de la pintura, con una Madona inspirada en Gala
La directora de los Museos Dalí, Montse Aguer, afirma que el óleo “es un compendio de su obra, del surrealismo al misticismo nuclear, una etapa en la trayectoria de Dalí que combina fe, ciencia y religión”. Es una pieza clave de su etapa mística.
El cuadro integra símbolos del universo daliniano como el pan que aparece en el pecho del niño Jesús y que representa la eucaristía; el erizo de mar, como metáfora del cosmos y la perfección divina o un rinoceronte, metáfora de miedo intenso, según han apuntado estudiosos de su obra.
El cuadro integra símbolos del universo daliniano como el pan, el erizo de mar, el rinoceronte, la espiga o las rosas
También aparecen otros símbolos como unas rosas, que podrían interpretarse como un recuerdo de la infancia de Gala en Crimea; dos aceitunas (”Oliveta era uno de los sobrenombres con que Dalí se refería a Gala”, explica Montse Aguer). También se observan moluscos y crustáceos, ramas de olivo, una espiga, un pez o un bol de barro, elementos que remiten al mediterráneo. Por supuesto, también aparece el paisaje de la bahía de Portlligat.
“Es una pieza que destila armonía, flotabilidad, Renacimiento”, ha explicado Aguer. Por ejemplo, los cortinajes, que contribuyen a la creación de una escenografía, remiten a la Madona Sixtina de Rafael. O la concha que simboliza el bautismo, al pintor italiano Piero della Francesca. El huevo sujetado a la concha lo usó Rafael como símbolo de pureza, según explica el mismo Dalí en un breve documental incluido en la exposición.
La muestra incluye también una selección de once fotografías poco conocidas del proceso de traslado del cuadro por primera vez a Nueva York en 1950, realizadas por Mark Kauffman para la revista Life. En ellas se ve como Dalí se implica en todo el proceso desde la compleja llegada de la obra a la Carstairs Gallery.
Una pintura que tuvieron que hacer entrar por la ventana de un sexto piso en el que se iba a exponer debido a gran envergadura (275'3 x 209,8 cm). Lo mismo ha ocurrido en el Museu Dalí de Figueres. También aquí la pieza se introdujo por una de las ventanas. Aguer recordaba esta mañana las palabras de Dalí, referidas al tamaño de la pieza. “Es una obra más difícil de ser trasladada que pintada”.