Agnieska Holland: “Kafka no sentía apego por ninguna identidad nacional. Empatizo con él, porque se construye siempre en el odio de los demás”

Festival de San Sebastián

La cineasta polaca compite por la Concha de Oro con 'Franz', un biopic deconstruido del creador de 'La metamorfosis'

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La realizadora Agnieszka Holland, en el centro, con gafas, posa junto a los actores Sandra Korzeniak, Katharina Stark, Idan Weiss, Peter Kurth y Emma Smetana tras presentar 'Franz' en San Sebastián 

Juan Herrero / EFE

Hay una escena de Franz en la que el muy desagradable padre de Kafka, al que el escritor dedicó una de sus famosas cartas, aplasta una cucaracha que corretea alegremente por el mantel blanco de la mesa familiar. Detalle obvio. Luego una escena alucinada en la que aparece la máquina infernal de tortura de En la colonia penitenciaria. Las obras de Franz Kafka, personificado con voluntad de mimo por el casi debutante Idan Weiss, se entrelazan con los principales acontecimientos de su triste y corta existencia en un biopic deconstruido que amalgama diversas soluciones de puesta en escena en un conjunto curioso, aunque algo cansino. 

La directora de Europa, Europa (1990) –en su día la película alemana más vista en Estados Unidos, sobre aquel joven judÍo que sobrevivía camuflado en las Juventudes Hitlerianas– añade referencias a la familia de Kafka que acabó siendo víctima de los nazis, tras su muerte por tuberculosis a los 40 años, así como vitriólicas referencias a la Praga de hoy, convertida en un parque temático que vive de la memoria del escritor. También apunta alguna idea interesante, como Kafka visto como un tuitero del tercer milenio, por su preferencia a comunicarse por carta con el resto de los mortales. De hecho, la mejor manera de presentar la película es como una buena introducción para lectores centennials.

¿Por qué hacer una película sobre Kafka en 2025?

Creo que viene de la rabia de comprobar que Kafka se ha convertido en una marca, en vez de la persona o el escritor que fue. Al mismo tiempo, la esencia de su escritura se ha vuelto muy relevante hoy en día, tal y como lo era antes de la Segunda Guerra Mundial, aunque entonces no fuese muy conocido. Después de la guerra, se convirtió en el escritor más importante del mundo, porque su obra fue vista como la profética anticipación de las cámaras de gas. Creo que hoy en día entendemos mejor su extrañeza, que no encajara en la sociedad y que tuviera que adecuarse a un cierto conformismo para tratar de encajar, mientras su alma revolucionaria luchaba contra ello. Era un alienado que intentaba encajar.

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Kafka es un escritor al que se suele llegar en la adolescencia, ¿fue su caso?

Sí, lo leí cuando tenía 14 años. Fue como viajar a un mundo que no imaginaba que existía. Estaba asustada y fascinada al mismo tiempo. Cuando leí La metamorfosis no la entendí nunca como un hombre que se transforma en cucaracha. Sentí que no era así, que se había vuelto un extraño entre los suyos. Luego leí algunas cartas, sobre todo las de Milena, y me emocionó como ser humano. Tenía la impresión de que lo entendía mejor que otras personas, lo cual era muy pretencioso, por supuesto. Fui a Praga a estudiar Cinematografía en parte para seguir sus pasos, y en los años 80 adapté El proceso para la televisión polaca. 

Kafka había sido ignorado en Checoslovaquia porque se le consideraba como un escritor burgués degenerado. Pero, cuando llegó el capitalismo, los checos se dieron cuenta de que podían hacer mucho dinero con él. Así se convirtió en una atracción turística, que es lo que sigue siendo a día de hoy. Cuando volví a la República Checa, después de la Revolución, me impresionó ver su cara en todas las tiendas de regalos. Había algunos objetos muy bonitos, por cierto (risas).

¿Le gustaría a Franz Kafka haberse convertido en un objeto pop?

No sé si se sorprendería, asustaría o incluso se divertiría.

“La guerra entre Israel y Hamás es lo más trágico hoy, muestra que hay una atrofia de la empatía y de la solidaridad”

El antisemitismo atraviesa la película. ¿Cree que ha empeorado en los últimos tiempos con la crisis de Gaza?

Creo que la guerra entre Israel y Hamás es lo más trágico en este momento. Muestra que hay una atrofia de la empatía y de la solidaridad, la idea de sólo se puede ganar a la contra de los derechos humanos. Es lo que vemos en Estados Unidos, Rusia o Israel, y en cada vez más países democráticos.

¿Le hubiese dolido a Kafka la política de Netayanhu?

No creo que se hubiera sentido concernido por la política de Israel. No se identificaba con nada. Era judío, pero nunca se sintió realmente judío de la manera que suelen hacerlo los judíos. Sentía curiosidad por la cultura judía y la tradición. Pero tampoco había sido educado de manera ortodoxa y religiosa. Su padre incluso quería ocultar que era judío porque era malo para el negocio. Kafka escribía y pensaba en alemán, aunque no fuese alemán, ni se identificase con Alemania. Vivió en el imperio austrohúngaro hasta que se disgregó, pero tampoco se sintió nunca checo, y a los checos no les interesaba aquel oscuro judío alemán. Kafka no sentía apego por ninguna identidad nacional y en eso empatizo mucho con él, porque la identidad nacional siempre se construye en el odio de los demás.

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