Friedrich Nietzsche y el eterno retorno

Baúl de bulos

Los escritos del filósofo acaban de ingresar en el registro Memoria del Mundo de la Unesco

Friedrich Nietzsche y el eterno retorno

Friedrich Nietzsche y el eterno retorno

Martin Tognola

Vuelve Nietzsche, sin en realidad haberse nunca ido, al cumplirse 125 años de su muerte. Y lo hace por la puerta grande: sus escritos acaban de ingresar en el registro Memoria del Mundo de la Unesco, que es quien se dedica a proteger el patrimonio documental de la humanidad. Es de esperar que dicha protección abraque la restauración de los textos originales del filósofo antes de que su hermana Elizabeth les metiera mano.

Nietzsche, un espíritu libre y sensible, fue uno de los pensadores alemanes más profundos del siglo XIX, que ya es decir. Tras sufrir un colapso mental en 1889, en Turín, abrazado al cuello de un pobre caballo maltratado por un cochero, se enmudeció hasta su muerte en 1900, a los 55 años. Mas antes de que esto ocurriera, Elizabeth, su malvada y rabiosamente antisemita hermana, ya iba aprovechando la enfermedad del pensador para su causa, ¡nada menos que desde Paraguay!

La aldea paraguaya de Nueva Germania

Elisabeth y su marido, el doctor Bernard Förster, ya notorio en Europa por su antisemitismo, fundaron en una remota aldea de Paraguay, allá por 1886, una colonia que bautizaron como Nueva Germania cuya misión consistía en establecer una especia de contingente ario destinado a dominar todo el continente sudamericano. Al matrimonio le acompañaron catorce familias de campesinos de intachable pureza de sangre aria, reclutadas en Sajonia con promesas imposibles de cumplir.

Mientras Elizabeth aguardaba cómodamente en Asunción, la capital, su marido dirigía con mano de hierro a los colonos en la construcción en medio de la selva de una imponente residencia, que sería conocida como Fösterhof. Los pobres campesinos, ya poco más que hambrientos siervos, malvivían como podían en chabolas de adobe. Los indígenas guaraníes, por su parte, no merecieron siquiera ser reconocidos como seres humanos racionales.

Ni que decir tiene que el experimento fracasó por todo lo alto. Por mucho que promocionasen en Alemania la buena nueva de la colonia, fueron bien pocos los que acudieron a la llamada. Tampoco atendió Nietzsche a las suplicias de su hermana para que invirtiese en Nueva Germania porque, como le escribió, “nuestros deseos e intereses no coinciden en tanto y cuanto que tu proyecto es antisemita”.

En 1890, el doctor Förster, preso de delusiones de grandeza que le impedían encajar la magnitud del desastre, se suicidó. ¿Fin de la historia? En absoluto. Al menos no para Elizabeth, que regresó a Alemania con el propósito de aprovechar la enfermedad de su hermano para “tunear” sus escritos inéditos, que eran muchos, con un sesgo antisemita, entre otras barbaridades que nada tenían que ver con el pensamiento del incapacitado filósofo.

El infame movimiento nazi

Semejante manipulación no sólo le aportó a Elisabeth fama y dinero, sino que, llegada la hora, sería reverenciada por el infame movimiento nazi, que adoptarían a Nietzsche como uno de los suyos. Se carteaba con Mussolini y, cómo no, Adolfo Hitler le obsequió con una visita de cortesía a su casa.

Cuando murió en 1935 a la edad de 89 años, hubo en su funeral una guardia de honor formada por los SS y las Juventudes Hitlerianas, bajo la atenta y compungida mirada del Führer.

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Desde hace ya tiempo que apenas si queda algún vestigio de Nueva Germania. Los descendientes de aquellos colonos sajones se expresan más bien en guaraní y poco o nada saben de los hermanos Nietzsche.

Por otro lado, tras la II Guerra Mundial, el hijo de un cervecero alemán, Alfredo Stroessner, llegaría a la presidencia de Paraguay -país en el que se movían como pez en el agua tipos como Josef Menguele-, cargo que ocuparía durante 35 años.

Ahora, la ultraderecha avanza en todos los frentes, los neonazis desfilan con absoluto descaro, la xenofobia experimenta un subidón y el nuevo nihilismo campa a sus anchas por doquier. Es el eterno retorno.

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