Un hombre y una mujer, insomnes ambos, se encuentran en el bar de un hotel de una ciudad de provincias. Como no pueden dormir, hablan, se van de paseo y se cuentan la vida. Como Antes del amanecer pero no. Finalmente, caen exhaustos y, juntos, logran dormir como no dormían en años. Desde luego, como no duermen con sus respectivas parejas. A partir de ahí inician un affaire centrado en el sueño: quedan para dormir en moteles baratos, pero luego también en coches y hoteles. “No es lo que parece”, podrían decir en casa, pero, ¿quién les creería? Y aunque les creyeran, ¿acaso no es eso casi peor que el sexo?, ¿no hay ahí mayor intimidad?
Con esta premisa, Isaac Rosa (Sevilla, 1974) compone Las buenas noches (Seix Barral), su undécima novela, tras Un lugar seguro, y de nuevo aprovecha una historia de dos personajes para interrogarse por los males de muchos, en este caso un mal dormir que es también un síntoma de todo lo que está roto en la sociedad. Escrita a dos velocidades, la del sueño y la de la vigilia, Rosa vuelve a hablar también del fin del amor con contrato indefinido, como hizo en Feliz final, y de lo caro que sale divorciarse.
Me reporto ya como insomne crónica, antes de empezar a hablar del libro.
Es lo habitual. El proceso de escritura y la publicación han servido como outing de insomnes. Incluso muchos amigos cercanos que me habían contado situaciones complicadas pero nunca me habían dicho “yo también duermo mal”.
¿Por qué ese silencio?
Por un lado se sigue tomando como algo privado o personal, aunque luego se sepa que hay tantísima gente con este problema. Un poco lo mismo que pasaba hace años con la salud mental, que se trataba como algo privado hasta que se instaló en el discurso público y se convirtió en un problema colectivo, un problema global. Y también porque si hablas de que no puedes dormir, el siguiente paso es contar por qué no puedes dormir, lo que implica contar cosas personales que dan cierto pudor. Incluso a veces también tiene esta vergüenza social de no dormir porque te sientes un poco fracasado o puedes pensar que los problemas que te llevan a ese insomnio son muy insignificantes, habiendo gente con otros peores.
“El insomnio se sigue tomando como algo privado o personal, aunque luego se sepa que hay tantísima gente con este problema”
En la novela hay una lista de soluciones para dormir mejor que empiezan en lo individual, los clásicos consejos tipo “utilice la segunda parte de la tarde-noche para descansar” y acaba en “implante una renta básica universal”. ¿Hay que politizar el insomnio?
Hay gente que no duerme por motivos muy particulares, de su propia salud, muy privadas, pero es innegable que existen también una serie de malestares que tienen que ver con las condiciones materiales y con la forma de vida que tenemos hoy. Hay que dar respuesta a esa dimensión colectiva del dormir mal. Durante la pandemia empezaron a salir personajes públicos famosos contando sus problemas de salud mental, sus depresiones, sus ansiedades. A lo mejor si más gente contara que tiene problemas para dormir, en lugar de presumir de que tienen suficiente con tres horas de descanso, lo empezaríamos a ver. Creo que nos falta dar ese paso.
¿Hay una brecha de incomprensión profunda entre biendurmientes y maldurmientes? En la novela, los dos protagonistas están casados con gente que duerme bien y eso les ha generado un abismo en sus matrimonios.
Lo que hay es desconocimiento. El protagonista dice que cuando su pareja le pregunta por la mañana, él le contesta que ha dormido bien. Vivimos rodeados de gente que duerme mal y no lo sabemos.
En Feliz final también contaba el fin de una pareja, de final a principio, y hay incluso escenas en común con esta novela. Ese protagonista dedicado al cálculo nocturno y pensando en cómo lo hace para separarse.
En las dos novelas hay un punto de partida muy parecido, que es el tomar algo que aparentemente es tan personal y tan íntimo, como el amor en un caso o el desamor, y el dormir o no dormir en el otro. La idea es tomarlo como un lugar desde donde observarnos como sociedad, desde donde mirar cómo vivimos y lo que nos está pasando. No hacerlo desde la política o desde la economía sino desde la intimidad. Luego las dos novelas comparten una historia de amor extraña, en este caso una aventura de amantes, pero que tiene la parte rara de que lo que hacen es dormir. Yo quería que se pudiera leer como si fuera una historia de personas que se han encontrado, que han conectado y que empiezan una relación. Además, para construir las dos novelas hice una especie de sondeo de andar por casa, hablé con mucha gente de mi alrededor, gente que conocía y gente que no conocía pero que se apuntó y me contó su malestar. Hay un momento del libro en el que el protagonista hace eso, envía un mensaje preguntando a toda la gente que conoce si duerme y las respuestas que aparecen son respuestas reales que me dieron a mí. Creo que a ellos les sirvió como desahogo y ahora las presentaciones que hacemos se convierten casi en terapias del sueño en grupo.
En su terror nocturno, el protagonista se visualiza en un piso tan cutre que ni sus hijos van a querer visitar.
Es que cada vez que oigo hablar de que el problema de la vivienda es de los jóvenes pienso: ¿qué jóvenes? Lo veo también en gente de mi edad, que por una separación, o por cualquier cambio de vida, de repente le cae encima la crisis de la vivienda. Hay gente de 40 y 50 años que se duerme mirando Idealista y se levanta mirando Idealista. Eso está detrás de muchas separaciones y de muchas no separaciones. Vemos muchos reportajes de parejas que se separan y deciden seguir viviendo juntas. Nos lo cuentan como una tendencia, pero es precariedad.
En la novela parece claro que hay más intimidad, y por tanto más infidelidad, en dormir con alguien que en tener sexo.
Además lo que hacen estos dos durmientes, digamos, es algo más que dormir. Acaban desarrollando un tipo de relación en la que hay un nivel de conexión muy profunda. No solamente duermen juntos, duermen abrazados, duermen con una cercanía, una intimidad física, emocional, que se convierte en otra cosa. Sienten que con el otro están bien, se sienten a salvo.
“Hay una obsesión con ver el sueño como un tiempo que no está perdido”
En el libro se reflexiona mucho sobre la moralidad asociada al dormir mucho o poco. Ahora existe esta tendencia, el slepmaxxing que consiste en maximizar las horas de sueño para despertarse más sano, más bello, más en forma. Se ve en Tik Tok e Instagram.
¡Todo eso de dormir con esparadrapo en la boca! Hay quien aún cree en esas teorías totalmente desacreditadas de que podías aprender inglés durmiendo, y también se puso de moda dormir con una pulsera de actividad, cómo hacer que el sueño sea más productivo. Hay una obsesión con ver el sueño como un tiempo que no está perdido.
Existe también el prestigio del no durmiente. La lucecita que nunca se apagaba en El Pardo: casi todos los líderes tiránicos han querido reforzar esa idea de que pasaban la noche en vela trabajando por su país.
Claro. “Dormir es para los débiles” y todo eso. El algoritmo, como sabe que estoy con este tema, me ha puesto esta mañana una entrevista con Mariló Montero diciendo que todos los días se levanta a las cuatro de la mañana y hace 45 minutos de elíptica. Doy por hecho que tendrá motivos para levantarse tan temprano pero la noticia se recibe como mira, una mujer atractiva y triunfadora que hace 45 minutos de elíptica de madrugada. Recordaba también hace poco que la vicepresidenta Yolanda Díaz dijo en campaña electoral que ella dormía dos o tres horas y que con eso le valía. No lo decía como un lamento. Ese discurso no está solo en los cryptobros, los gymbros ultraliberales. A mí me gustaría más ver a una vicepresidenta, miembro de un partido de izquierdas, diciendo: yo sin mis ocho o nueve horas no soy persona. Pero ese no es el modelo social.
“Me gustaría más ver a una vicepresidenta, miembro de un partido de izquierdas, diciendo: 'yo sin mis ocho o nueve horas no soy persona'”
Esta es una novela de desamor en la que se habla mucho de dinero, que es algo que no siempre está presente en la literatura contemporánea. Hay incluso tres páginas dedicadas a la desesperación de una factura electrónica.
Claro, estas dos personas que quedan para dormir en hoteles baratos. Normalmente se habrían quedado en un hotelazo, con albornoces, pero estos quedan donde pueden. El protagonista es un autónomo de la cultura y lo material es uno de los motivos de su pérdida de sueño, y el final del desgaste de muchas relaciones. ¿Cuánto desgaste amoroso no tiene que ver con eso? En la ficción española creo que la precariedad en general sí que empieza a estar más presente. Hemos mejorado porque hay toda una generación de narradoras, sobre todo mujeres, más jóvenes que yo, que ya han crecido en la precariedad y han incorporado a la literatura temas como la vivienda y la salud mental. Ya no han tenido ese modelo de escritor con éxito social, que vive de sus libros y al que vemos en un suplemento dominical mostrando su biblioteca.
Hay algo de desdoblamiento en el insomnio, de doble personalidad, porque de noche se piensan cosas que de día parecen impensables.
Por eso la novela está escrita en dos partes, en dos tiempos, y son como las dos caras del narrador. El narrador de día es el narrador del diario y escribe de forma más ordenada y clara, avanzando linealmente y sin volver sobre lo mismo. En cambio, el narrador nocturno gira sobre sí mismo, se obsesiona, parece que no avanza, es caótico y confuso. Cuando no duermes, los recuerdos aparecen y se van, la noche tiene mucha confusión, pero también momentos de lucidez, en los que pone en orden en su vida. En general, el insomnio es muy narrativo.
Isaac Rosa confiesa que de joven no quería dormir y ahora le cuesta dormir
Después de hablar con tantos insomnes, ¿diría que todas las personas que duermen mal tienen algo en común?
Creo que hay muchos motivos para dormir mal, pero hay un punto de autosabotaje, los insomnes oponen resistencia al sueño. Lo digo porque mucha gente me confiesa que hace todo lo que sabe que no debería hacer. Tú has leído, tú has ido al médico… y haces lo contrario.
Y usted, ¿qué clase de insomne ha sido?
Dicen eso de que primero eres un búho y luego una alondra… De joven tuve más vida nocturna, hice tonterías como aquello de dormir solo una de cada dos noches. Con los años y los hijos tus horarios cambian y empiezas a valorar más las mañanas, te cambia el cronotipo. Pero siempre pienso que haberme resistido a dormir de joven me pasa factura ahora. No quería dormir y ahora me cuesta dormir.


