Hace más de 1.100 años, en el obispado de Barcelona había un presbítero llamado Ibirol. Sus tareas eran las habituales de su cargo en el segundo grado de la jerarquía eclesiástica: celebraba misas y administraba otros sacramentos, excepto la confirmación y la ordenación de sacerdotes, atribuciones reservadas al obispo.
Si el nombre de Ibirol ha pasado a la historia, sin embargo, no ha sido por sus funciones dentro de la iglesia católica. Él es el primer disléxico conocido de origen catalán, según han descubierto el doctor Jesús Alturo, de la Universitat Autònoma de Barcelona, y la doctora Tània Alaix, profesora de l’Ateneu Universitari Sant Pacià.
Errores ortográficos inexplicables
Apenas se conoce un documento escrito por este presbítero, un texto que se remonta al 21 de agosto del año 894. “Allí nos encontramos con palabras como ahc, escpitura, iptas, placis, deistis, ninea, ad, uluus, dubplo y renante en vez de hac (esta), scriptura (escritura), ipsas (ellas mismas), pacis (de paz), dedistis (disteis), uinea (viña), aud (o), ullus (algún), duplo (doble) y regnante (reinando)”, han explicado los investigadores a La Vanguardia.
La dislexia, cuyo Día Mundial se celebra precisamente este 8 de octubre, es una dificultad que ha sido identificada hace pocos años. Este trastorno del aprendizaje consiste en un deterioro en la capacidad de reconocer palabras, lectura lenta e insegura y dificultades de comprensión.
Landoer de Vic, discípulo del canónigo Adanagell, fue un catalán disléxico del siglo X
“Durante nuestros estudios de paleografía y filología, fijándonos muy en detalle en cada una de las letras y signos gráficos que encontramos en los manuscritos más antiguos conservados de la protoCatalunya, de los tiempos altomedievales, observamos que algunos escritores de notable cultura cometían unos errores ortográficos difícilmente explicables y que no se podían atribuir a ignorancia”, señalan los investigadores.
Jesús Alturo, doctor en filología clásica y catedrático de paleografía, codicología y diplomática, y Tania Alaix, doctora en Ciencias de la Antigüedad y de la Edad Media, se han pasado media vida analizando textos en los archivos. De ahí que rápidamente se dieron cuenta que el texto de Ibirol tenía algo extraño.
“Esos errores se basaban sobre todo en inversiones del orden de las letras, lo que nos hizo darnos cuenta de inmediato que podían ser debidos a la dislexia. El trastorno afecta a un buen número de personas, sin distinción de edad. En nuestra casa estamos muy sensibilizados con este tema porque dos de nuestros hijos la han sufrido y todavía, de alguna manera, les hace sufrir”, recuerdan.
Dado que suele afectar a personas muy inteligentes, todavía causa una angustia más fuerte a aquellos que la padecen y no se explican qué es lo que les pasa exactamente, ya que sólo ha sido reconocida recientemente como un problema real por parte de maestros y profesores.
El sacerdote Ramón de Organyà, un disléxico del siglo XI
El presbítero del siglo IX es el primer disléxico catalán antiguo conocido, pero no el único. El trabajo de Alturo y Alaix les ha permitido encontrar otros dos ejemplos de personas con este trastorno del aprendizaje. Uno es Landoer, un canónigo de la Catedral de Vic del siglo X, y el otro es Ramón, canónigo de Santa Maria de Organyà del siglo XI.
“Estas tres personas son un modelo de superación a imitar. A pesar de ser disléxicos, consiguieron concluir unos estudios eclesiásticos que entonces eran muy exigentes y, además, actuar como escribanos de oficio, lo que nos enseña que con voluntad y esfuerzo se pueden superar todos los obstáculos académicos”, indican los expertos.
Landoer, el de mayor producción escrita
De los tres, Landoer es el que cuenta con una mayor producción escrita conocida. Fue discípulo del canónigo Adaganell, secretario de Gotmar, el primer obispo de la sede restaurada de Osona. “Adaganell nunca debió comprender cómo una persona tan inteligente tenía tantos problemas para escribir con corrección un texto latino”, añaden Alturo y Alaix.
Ramon de Organyà vivió, por su parte, durante el mismo siglo en que se realizó la primera normalización lingüística del catalán, cuando el idioma empezó a ser escrito con regularidad en los documentos feudales.
“Quienes nos dedicamos a remover pergaminos, papiros y papeles viejos, y que también tenemos nuestros estorbos para el aprendizaje o las relaciones sociales, llegamos a hacer una buena amistad, más profunda de lo imaginable, con las personas que habitan en silencio, pero no mudas, en medio de las páginas no siempre de buen leer de los manuscritos”, concluyen los investigadores.


