Pocas horas después de ganar el premio Planeta por Vera, una historia de amor, Juan del Val (Madrid, 1970) ofrece algunas claves de su novela, además de defender su carrera como escritor más allá de la fama que pueda acarrear su trabajo televisivo o la pareja que forma con su esposa, Nuria Roca.
¿Qué quería contar con esta novela?
Nunca comienzo una novela por un chispazo o una idea, simplemente van surgiendo después de crear un personaje que quiero contar. En este caso, Vera es una mujer que evoluciona desde el punto donde empieza la novela, que es el momento en que se acaba de separar de un matrimonio muy convencional con un marqués en la alta sociedad de Sevilla. Y quería contar su evolución hacia lograr ser dueña de sí misma por primera vez. A partir de ahí hay una historia de amor entre dos personas con muy poco que ver, biográficamente, de edad y de situación, para entender que el amor es posible en dos personas tan distintas.
Ella además es bastante mayor que él, lo que aún es tabú.
Sin duda. No pretendo reivindicar ni denunciar nada en absoluto, simplemente describirlo, pero por supuesto que cuando ella empieza a tener sentimientos hacia él todo su entorno empieza a darle pistas como si ella no supiera que a lo mejor él está buscando otra cosa. Ella también busca en él cosas que no ha tenido hasta ahora, porque al final hay veces que el amor verdadero, el amor puro y el amor interesado es el mismo y no tienes por qué pensar que es un amor menor.
Querer a alguien con quien te va a ir mejor en la vida no tiene por qué ser malo.
Siempre me ha parecido muy difícil definir por qué alguien se enamora de otra persona, y creo que hay mucho componente de interés, pero no desde el punto de vista malo ni egoísta, ya que si alguien te interesa en sí mismo, por lo que sea, por su intelecto, por su físico o porque está en lugares que para ti son inaccesibles, te puede acabar fascinando y al final, enamorarte.
El amor no es lo único que importa de la novela.
No, sobre todo la evolución de esa mujer. El amor sí está presente en su historia de amor, claro, como está presente en el amor de dos hermanos, que es un amor que a mí me interesa mucho, porque hay veces que los hermanos no se saben querer, y a veces cuando se aprenden a querer ya es un poco tarde. También me interesa el amor de padres a hijos. El amor es un componente importante de la novela, pero cuenta su evolución, y luego está un cierto olor de algo que sucede que ya es irreparable. La novela tiene puntos de desolación, pero creo que al final es una novela luminosa, porque es optimista.
Juan del Val, con su premio Planeta
Tras recibir el premio señaló que “pase lo que pase, siempre hay esperanza”.
Siempre hay esperanza y cosas inesperadas que no puedes prever pero que suceden, y es una cosa bonita de la vida, que de repente te pase algo que te parecía increíble…
¿Como ganar el premio Planeta?
Claro, es algo fantástico. Hace años que voy a la entrega del premio, creo que desde el 2011, y siempre estás ahí sentado y tienes una especie de deseo íntimo de esperar que te pueda pasar algún día, pero entiendes que es demasiado difícil. ¡Y al final va y pasa!
Suele decir que escribe sobre lo que conoce… ¿Frecuenta mucho la alta sociedad?
Como no me va mal, a veces voy a lugares donde están, así que la conozco bien. Hay algunos personajes que, sin ponerles nombre, mucha gente puede ver que conoce, y creo que la novela está tan pegada a la sociedad que sientes que ese personaje, si no lo conoces, ha estado cerca de ti o tienes referencia de él.
El joven de quien se prenda Vera, Antonio, parece que tiene mucho de usted…
Estoy en todos los personajes, en los que me gustan y me caen bien, pero también en los que me caen muy mal. Dicho esto, es verdad que a Antonio lo he construido teniéndolo claro: él tiene 35 años y yo 55, pero he sido él, he sido su pasado, así que sí, Antonio tiene mucho de mí.
No le ha sido fácil llegar donde está.
Aunque considero que en todo estoy a mitad de camino, el escritor va creciendo a través de sus propias vivencias, al final esto es un oficio y acabas aprendiendo de ti mismo y a escribir, vas evolucionando. Pero lo importante es que los lectores han estado ahí desde el primer libro, han ido buscando esa manera de narrar y son muchos, así que ahora tengo una enorme oportunidad para que haya muchos más.
En el 2021 decía que “en el mundo de las letras hay mucha más pose que talento”. También lo pueden decir de usted.
Es que yo no tengo pose de escritor. No puedo dejar de respetar a nadie por un prejuicio, algo que yo sí he padecido respecto a mí. Y yo siempre que hable de un escritor, sin decir su nombre, es porque lo he leído. El que no me gusta no lo voy a decir, pero si hablo sobre alguno que me gusta, porque lo siento de verdad, siempre será porque lo he leído. Hay mucha gente que opina de mí como escritor, y no ha leído ni el primer capítulo de ninguna de mis novelas, porque simplemente no se enfrenta al prejuicio. También habrá alguien que sí me ha leído y al que no le he gustado, pero es que me parecería una vulgaridad gustarle a todo el mundo.
Su novela también trata de las relaciones entre distintas clases sociales.
Sí, es un tema que de algún modo ya estaba en Delparaíso, donde había dos universos, una urbanización de lujo y unos trabajadores rumanos. Lamentablemente sigue habiendo mucha distancia entre clases sociales y el problema es que se va agudizando, sobre todo en la diferencia de oportunidades, y eso sí aparece en esta novela. Los adolescentes de un barrio y los de la élite son mundos y oportunidades completamente distintas, y me parece una injusticia.
El ascensor social falla.
Es evidente. Las oportunidades que tiene mi hijo no son las mismas oportunidades que tiene el que hubiera sido mi hijo hace 30 años, esto es innegable, y todos tendríamos que tener la intención de cambiar esto. Yo no uso las novelas para hacer una reivindicación ni una denuncia social, en absoluto, simplemente me parece evidente. A mí en general me parece bien que los ricos sean ricos, lo que me parece muchísimo peor es que los pobres sean pobres. Una cosa es un cierto desequilibrio, que no tiene por qué ser malo, y otra es la explotación.
¿Piensa toda la historia antes de escribirla?
Sé aproximadamente adónde voy, aunque luego al final nunca cojo el camino, pero soy incapaz de hacer el planteamiento de la novela antes de sentarme a escribir, todo va surgiendo, aunque no es improvisación, y luego van surgiendo algunos giros que me sorprenden incluso a mí. Si esto está pensado, generalmente no suele salir igual. Luego, cuando la novela va avanzando, llega un estado de ansiedad importante porque no tienes aquello controlado. Al final siempre acaba saliendo, pero hay un momento en que estás como colgado de un alambre todo el rato y vas haciendo cosas y de repente llega la satisfacción de cuando has logrado contar algo que querías contar en un momento de la novela. Nada se puede comparar a esa felicidad, aunque al día siguiente tiene que volver otra vez a surgir.
¿Tampoco se le puede comparar ganar el Planeta?
No, no, no, qué va. Ganar el Planeta está muy bien, pero que no lo cambio por un capítulo en el que digas: “Joder, qué bien, acabo de terminar este capítulo y estoy llorando”, o “Acabo de terminar este capítulo y estoy cachondo”. Es fabuloso, no se puede comparar con nada, pero por supuesto que ganar el Planeta mola mucho. Ya me iré dando cuenta.
Hoy vuelve a la televisión, a la que no va a renunciar.
Yo lo que soy es escritor, y luego hago cosas, me encanta salir en la tele, que también es escribir, por algo soy guionista. Me encanta lo que hago y no quiero dejar de hacerlo. Si me preguntan si dentro de diez años voy a estar en la tele, pues no tengo ni puñetera idea, a lo mejor no me apetece, pero lo que siempre voy a hacer, evidentemente, es escribir. Estoy encantado de ir a la tele esta noche y de ir el sábado a La Roca, pero para mí lo primero es escribir, porque depende de mí y porque es una necesidad. Salir en la tele no es una necesidad, es algo que me gusta mucho.
El premio le permitirá llegar a muchos más lectores.
Es una oportunidad que quiero aprovechar y disfrutar, y también es un reconocimiento de que hay cosas que se han hecho bien. Esta es la primera novela como de una segunda etapa, pero cuando escriba la siguiente, que ya ronda por ahí, viviré una ansiedad muy parecida a cuando estaba escribiendo esta. De momento esto lo voy a disfrutar.
Por muchos premios que le den, las novelas hay que escribirlas.
Y ahí estás solo.
Y sin inteligencia artificial.
Totalmente. Escribir es un ejercicio enormemente íntimo.
¿Qué es lo que me ha más le ha costado de esta novela?
Encontrar el tiempo es difícil, pero cuando te metes y aquello va cuesta abajo, encuentras horas en todos los lugares. Hay momentos en los que puedes estar en el momento perfecto con todo el tiempo del mundo y un entorno maravilloso para escribir y no te salga ninguna línea. Y otras veces sale en cualquier lugar, aunque sea esperando en un aeropuerto. Lo que más me ha costado ha sido contenerme en algunos momentos para beneficio de la historia. Luego, al final, ha salido todo y ha fluido todo, muchos sentimientos. Pero había un momento en que tenía que hacer una novela que tuviera un tempo y que no se me fuera de sí, que la emoción no se desbocara.
Con sus novelas busca contar una historia emocional, más allá de los hechos…
Sin duda. Las tramas son excusas para contar personajes, lo que les pasa, que es lo que me interesa y eso tiene que ver con los sentimientos, que es de lo que a mí me gusta escribir.

