Ángela Banzas: “Hay que ser cuidadosos con las palabras, porque pueden acariciar, pero también golpear”

Entrevista

La escritora finalista del premio Planeta habla de su novela ‘Cuando el viento hable’

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Ángela Banzas, finalista del Planeta por 'Cuando el viento hable' 

Llibert Teixidó

Ángela Banzas (Santiago de Compostela, 1982) ha quedado finalista del premio Planeta con Cuando el viento hable, la quinta en apenas cuatro años (El silencio de las olas, 2021; El conjuro de la niebla, 2022; La sombra de la rosa, 2023; Aliento de las Llamas, 2024, todas en Suma). 

Al ser nombrada finalista recordó cómo la marcó el paso por un hospital de pequeña…

Escribo las novelas en capas. La piel es esa arquitectura más de thriller, con capítulos cortos, siempre dejando al lector con ganas de leer el siguiente capítulo. Y ahí hay muchísimos secretos familiares, ahí es donde no se sabe qué está sucediendo en ese hospital, hay muchas cosas que no se saben de entrada, como ese prólogo de una chica, Sofía, que se encuentra ante su tumba y pregunta quién está ahí enterrado. 

Luego está el corazón, que es el motor, como si fuese la piedra angular de una catedral. Ese primer latido me lo dio esa experiencia que yo estaba deseando transitar de alguna forma desde que estuve en el hospital, pero lo he llevado a mi terreno, con la intriga añadida, y mucho del aprendizaje, que es universal, humano, que nos conecta con el otro, pasa en los hospitales, donde la gente habla con las miradas, ve reflejado su dolor en los ojos del otro, su miedo. 

Aunque tengan distintos acentos, esas lenguas son las mismas lenguas, pasa lo mismo con el amor: sabes cuando alguien realmente ha amado, porque es la misma lengua, independientemente de las historias. Eso es lo que nos une y nos permite acercarnos al semejante. Luego está el alma, que es lo más profundo y el mensaje que yo quería dar, un poco de esperanza a través de mi primera historia de amor bonita, que es lo que te deja muy satisfecho.

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Pero ese hospital se convierte un poco en la casa de los horrores, ¿no?

Sí. En el hospital sucede algo y es justamente por esa diferencia, por poner la mirada en la diferencia en lugar de lo semejante. Cuando ves al diferente y lo vas degradando hasta considerarlo una especie de subhumano al que puedes hacerle lo que te dé la gana, le puedes privar de la libertad o puedes arrebatarle la vida, puedes hacerle lo que quieras, lo que ojalá no fuese tan real como a veces es. Aquí lo llevo al extremo, algo que pasó en cierta época, pero sigue pasando. Cuando nos ponemos a buscar nuestras semejanzas, tendemos un puente con el otro, mientras que, si nos ponemos a buscar las diferencias, encontramos enemistad.

Y veremos aún más y más diferencias.

Una cosa es ver la diferencia como algo que enriquece, que aporta, que te interesa, y otra es la diferencia que aísla y que señala, y esa es peligrosa y acaba derivando en terribles conflictos, como vemos todos los días.

¿Cómo nació esta historia de amor?

La verdad es que es una bonita historia de amor y justamente parte de ese primer contacto en el hospital. Empieza muy poco a poco a través de la palabra, porque los protagonistas se escriben y a través de la palabra se tienden en la mano, y más allá de esas primeras impresiones hay como una resonancia entre dos personas, como si la voz de uno resonase en el otro. Es algo mágico, porque el amor mueve el mundo. El amor para mí es lo contrario a la muerte, no es la vida, porque hay mucho vivo que es más bien un muerto en vida. Y en cambio, el amor es lo que lo mueve todo, lo que da sentido a todo.

Reivindica el valor de la palabra…

Por supuesto. Y en la relación de Sofía con la otra niña en el hospital, además de las palabras está la imaginación como fuente de inagotable para luchar contra el horror. Saber que aunque en este caso una persona pueda estar prisionera dentro de un cuerpo enfermo o sin la capacidad de ver con nuestros ojos, tiene otros ojos ahí dentro, puede evadirse incluso solo con el poder de su imaginación. Hay que ser muy cuidadoso también con las palabras, ya sabemos el poder que tienen: pueden acariciar, pero también pueden golpear.

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Ángela Banzas y Juan del Val, en el centro, reciben los aplausos del alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, la vicepresidenta de Gobierno Yolanda Díaz y el presidente de Planeta, José Crehueras

Àlex Garcia

En su discurso reivindicó las bibliotecas en los hospitales…

No quiero ser yo superreivindicativa, pero considero que es muy importante hacer una pequeñita llamada de atención, porque a veces las bibliotecas en los hospitales se reducen a una estantería, y no voy a decir que son tan importantes como un tratamiento médico, pero alivian también y rompen la soledad, que hay mucha gente que está muy sola.

Y en los hospitales, como en una situación bélica, los niños necesitan desconectar, y un libro te da esa posibilidad.

A mí me provoca tanto dolor ver a un niño que está muy enfermito y que necesita evadirse a través de un libro como los niños que viven un contexto de guerra, porque al final la enfermedad no deja de ser una guerra y ellos son pequeños guerreros. En el caso de los niños que viven en zonas con conflictos armados, son esos campos de batalla que son siempre desproporcionados porque alcanzan al vulnerable, al que no debería jamás pasarle, igual que no podría entender la muerte de los niños en ninguna situación, realmente. Los libros tienen un poder inmenso y yo creo que hay que ofrecer esa oportunidad porque dan mucho calor y son refugio, son evasión y ofrecen otra forma de vivir. Por eso, si podemos nutrir un poquito mejor esas bibliotecas dentro del hospital, que no se nos olvide, es importante que lleguen a quien los necesita.

Uno de los temas del libro son unos misterios familiares que Sofía vive durante la posguerra…

Es el silencio impuesto en la época, el silencio de la calle, el que está dentro de las casas, un silencio que lo traspasa absolutamente todo. Son silencios dentro de las familias que inundaron a una generación entera, a veces para preservar, para que no se herede por ejemplo el odio, y otras veces por todo lo contrario, para perpetuar la cadena. Yo siempre trabajo el tema de los silencios, de los secretos, y en esta novela los abuelos de Sofía la esconden todas las noches en una buhardilla. Ella se enfrenta a ese miedo, a esa oscuridad, pero que no sabe el porqué. Pero también los abuelos tienen sus propios secretos entre ellos, sus propios silencios y cómo se van curtiendo y se van casi tatuando la piel, y ya con el paso de los años, justo cuando llegan al final de su vida, es cuando se van encontrando, y es la forma de estar ligada a una generación que vivió más esas ausencias, esos silencios, esos rezos y esas sombras que había en todas las casas, y que todavía nos tocan muy de cerca.

El ambiente de posguerra tiene importancia, en el libro.

Sí, es un drama histórico con tintes góticos, porque me gusta lo de las partes sombrías, pero con un mensaje luminoso, porque insisto en el tema de la esperanza. Cierto lirismo también tiene, forma parte de mi voz. La arquitectura sigue siendo como un thriller, para que cautive, pero creo que tiene mucha profundidad emocional. Además, creo que la novela me ha quedado muy tierna, aunque tenga una cara de thriller, con todos esos secretos e intrigas, todo lo que sucede tanto en la familia como en la calle como dentro de ese hospital. Pero en ningún momento la enmarcaría en un género negro. El corazón, el fondo, son todos esos mensajes a través de los personajes que quiero exponer. Que deje ese regusto agradable, para que el lector se quede con esa sensación cuando cierre el libro.

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