La espectacular Biblioteca Nacional de Qatar: un edén de libros para huir del infierno

Arquitectura

El edificio confiere idéntica prioridad al legado cultural y a la tecnología punta

DOHA, QATAR - DECEMBER 15: Visitors read at Qatar National Library on December 15, 2022 in Doha, Qatar. (Photo by Fernando de Dios/Getty Images)

Una perspectiva del interior de la Biblioteca Nacional de Qatar

Fernando de Dios / Getty

Las olas de calor han desatado el pánico este verano en muchos puntos de Europa y han arrojado definitivamente a los negacionistas del cambio climático al mismo foso que los terraplanistas. Obsesionados con el futuro desde que se pusiera fecha de caducidad a las reservas petrolíferas que los bañaran en oro negro, los emiratos árabes en cierto modo llevan desde siempre viviendo en él sin advertirlo. Con temperaturas diurnas que acostumbraban a alcanzar los 40 grados centígrados durante los meses de verano –disparándose hasta los 50 algunos días de julio y agosto–, cabe aventurar que sus políticas de gestión y estrategias de adaptación al hecho de que el exterior sea una sauna finlandesa mientras luce el sol algún día serán moneda común en amplias partes del globo.

Un botón de muestra: la lejana consideración de sus bibliotecas como “refugios climáticos” es una importación reciente al lenguaje con que publicitan sus servicios las que se extienden por la geografía española.

Dado que salir a las calles es un deporte de riesgo en Doha en verano –solo se ven por ellas a empleados de la limpieza, algún sufrido trabajador a quien no le debe quedar más remedio que desplazarse en bicicleta y turistas despistados o suicidas–, las opciones para el visitante quedan delimitadas a chapuzones y refrescos en la piscina del hotel, consumismo o entretenimiento en los mastodónticos centros comerciales y visitas a museos y bibliotecas. Entre estas últimas, la joya de la corona es sin duda la Biblioteca Nacional de Qatar, uno de los vértices del triángulo del orgullo cultural e intelectual del emirato junto al Museo Nacional de Qatar y el Museo del Arte Islámico.

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En el origen de todas se halla un ambicioso proyecto de planificación y desarrollo lanzado en el 2008 por el gobierno bajo el nombre de Visión Nacional de Qatar 2030 –¿recuerdan lo de pensar por anticipado?– llamado a estimular la educación, las humanidades, las ciencias, la economía y la preservación medioambiental. Aunque el mundo ha tomado sobre todo conciencia del poder qatarí a través de la esfera futbolística –ahí está la organización en el 2022 del Mundial de Fútbol, que alteró el calendario para evitar precisamente la furia de Apolo, y la compra del Paris Saint-Germain por un fondo de inversión estatal–, la preservación y difusión del legado histórico-cultural ha sido uno de los objetivos prioritarios de puertas adentro.

La lejana consideración de sus bibliotecas como “refugios climáticos” es una importación reciente a nuestro país

A tal efecto, a las afueras de Doha se levanta el distrito Ciudad Educacional, donde coinciden una universidad local, ocho campus extranjeros y la Biblioteca Nacional de Qatar, entre múltiples centros de investigación, instalaciones deportivas –entre ellas el Estadio Internacional Jalifa, donde la selección de fútbol de Japón dio la sorpresa venciendo a España por 2 a 1– y parques.

Inaugurada en abril del 2018, la biblioteca participó de una costumbre muy arraigada en todos los emiratos: encargar a un arquitecto de enorme prestigio internacional el diseño de un edificio que a la par que cumpliera con las funciones derivadas de su uso asombrara urbi et orbi por su combinación de belleza, majestuosidad y tecnología punta. El agraciado con una inyección de petrodólares que se estima cercana a los trescientos millones fue el estudio del holandés Rem Koolhaas, que ya contaba en su portafolio con la Biblioteca Central de Seattle. Con 45.000 metros cuadrados, la idea de que el exterior se asocie con dos hojas de papel que se han doblado por las puntas en diagonal –a este cronista la fachada principal le recordaba a los ojos de un insecto, y los laterales, al lomo de un pez estilizado– y que el interior goce de una balsámica luminosidad natural a través de sus paneles de vidrio, amén de ofrecer una sensación de amplitud y confort lo más acusada posible, es un prodigio llamado a servir de referente a sus congéneres futuros.

Lo primero que llama la atención al visitante que traspasa el umbral es el modo en que las estanterías de acero inoxidable se disponen escalonadas en varios pisos, al modo de bloques de tetris que de noche, al iluminarse, recuerdan paradójicamente a un centro de almacenamiento de datos de un thriller de espionaje. El contraste con el austero y elegante mármol que domina la sección dedicada al legado árabe e islámico –libros, manuscritos, publicaciones, mapas e instrumentos científicos que se remontan al siglo XV– es reflejo de la voluntad de los impulsores de simultanear la mirada al pasado con los desafíos del presente.

Así, por ejemplo, hay un millón de libros físicos a disposición del socio –137.000 de ellos infantiles y 35.000 para adolescentes–, pero el centro también invirtió 8,7 millones de dólares en digitalizar los registros ligados a la historia de los países del golfo Pérsico con la ayuda de la Biblioteca Británica; o hay un equipo de expertos mundiales en preservación de documentos antiguos pero también un servicio de asistencia a la redacción de proyectos, currículums profesionales, obras literarias y presentaciones públicas; o abundan las actividades presenciales de corte tradicional, como clubes de lectura, clases de idiomas, eventos musicales –la Orquesta Sinfónica de Qatar ofrece un concierto al mes gratuito en las instalaciones–, exposiciones científicas y talleres de artesanía (cada jueves toca sesión de macramé de cuatro horas), al tiempo que los equipamientos tecnológicos son de lo más avanzado: estaciones con computadoras de última generación, paneles informativos y lúdicos de carácter interactivo, cuatro espacios dedicados a proyectos de innovación –que incluyen impresoras 3D, instrumentos musicales, salas de grabación de vídeo y audio, y accesorios de realidad virtual–, tres salas de exposición multimedia, una sala de eventos con pantallas led y cortinas que amortiguan el ruido, y una de estimulación sensorial concebida para niños y adultos con necesidades especiales.

Llaman la atención las estanterías de acero inoxidable escalonadas en varios pisos, al modo de bloques de tetris

En definitiva, un edén, un refugio (climático), un equilibrio modélico entre saber y confort, respeto a la historia y anclaje en la modernidad, donde todo le irá bien a menos que pretenda entrar con una falda demasiado corta, desplegar la menor muestra de afecto y hallar algún título en español fuera del manido superventas. Un consejo final: en la cafetería –nombrada Sahafat (páginas) tras una competición por bautizarla abierta al público que reafirmó que originalidad y democracia suelen ir reñidas– encontrará unos asientos colgantes en forma de medialuna que lo ayudarán a serenarse antes de salir de nuevo al infierno.

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