De sábanas, manteles e ‘inglesitos de cangrejo’

Fahrenheit 451

De sábanas, manteles e ‘inglesitos de cangrejo’
Periodista

Quién sabe si dentro de una década, o menos, las presentaciones de libros habrán sido barridas de la faz de la Tierra como performance cultural. Los bomberos cavilamos a menudo sobre esa aciaga contingencia en la soledad del cuartel, tumbados en nuestros catres o cuando jugamos a las cartas en las horas muertas mientras van pasando la vida y los incendios. Paciencia, barajar y no pensar demasiado, nos decimos, aferrados cual garrapatas a su generosa abundancia. Ahí vamos. Nos congratula, además, detectar una nueva tendencia en las librerías: la de convocar a dos autores a charlar por gusto, porque apetece escucharlos, sin que medie estreno editorial alguno. Ah, el viento siberiano de las novedades, que barre las estanterías cada semana.

“Ya es un milagro que estemos aquí hablando de libros”, dice Empar Moliner , el lunes, en Finestres, que la ha invitado a conversar con Carlota Gurt dentro de un ciclo bautizado como Un buen tándem . Para romper el hielo, las escritoras se regalan mutuamente un libro, envueltos ambos en el papel amarillo estampado con el perro Watson, el basset hound que es logo y mascota de la librería. Moliner destapa su obsequio, tachán: Ningú encaixa més que tu (Comanegra), de la norteamericana Miranda July, una colección de relatos con unos arranques requetebuenos. Ejemplos: “Esta es la historia que jamás te hubiese contado cuando era tu novia” (bum). “En un mundo ideal, seríamos huérfanas” (bum). “No soy de esa clase de personas a las que les interesa la familia real inglesa” (piiiip).

Arraiga en las librerías la tendencia de invitar a dos autores para conversar por puro placer

Gurt desenvuelve el suyo: L’art de la cuina (Fundació Bernat Metge), una obra gastronómica, atribuida a Marco Gavio Apicio, que incluye recetas estrafalarias que la élite romana servía en sus banquetes: lirones rellenos de cerdo, lenguas de flamenco, patas de camello hervidas o vulva de cerda. Los títulos intercambiados son un mero pretexto, un macguffin para que la conversación derive hacia otros meandros, y así los platos gore del reinado de Tiberio traen a colación otros libros casi comestibles, como El perfeccionista en la cocina (de Julian Barnes) o La cocina de Marguerite (la Duras). Se habla mucho de comida durante el encuentro, de platos tradicionales del acervo catalán, como las mandonguilles amb sípia, que exigen “digestiones de cobra, de cinco días”, de la ratatouille o de las orechiette de pasta que cocinan con grelos en la Apulia, el tacón de la bota italiana.

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Manteles y sábanas copan buena parte de la conversación, tal vez porque la mesa y la cama son las dos superficies rectangulares que más frecuentamos. Ambos temas asoman también el miércoles en el bautizo de El efecto deseado (Seix Barral) en la +Bernat, la librería de la calle Buenos Aires. Acuden la directora editorial Elena Ramírez y el editor Jesús Rocamora , además del autor, claro, el pontevedrés Guillermo Alonso , y su padrino presentador, Bob Pop . El protagonista de la velada hace gala de buen sentido del humor, asombrado por el gentío que se arracima en la sala para escucharle: “No me he acostado con demasiada gente en Barcelona, pero algún Primavera Sound sí que ha habido por ahí”. Parroquia joven y entusiasta.

Empar Moliner y Carlota Gurt en Finestres para el Fahrenheit

Carlota Gurt y Empar Moliner charlando en la librería Finestres

Xavi Jurio

Entre Alonso y Bob Pop encadenan algunas frases para enmarcar. “Es muy difícil meter humor en una novela sin que se abarate”. “Inventarme una infancia con una madre alcohólica que va de bar en bar me ha resultado muy fácil porque soy de Pontevedra”. “La discapacidad sale carísima”. “Póngame un kilo de eso verde que le echan a los gin-tonics”. “Los ricos pueden permitirse ser majos porque están menos cabreados”. El efecto deseado viene a ser una novela picaresca en clave pop, donde el protagonista, Gaspar, huérfano reciente, va cambiando de amo y buscándose la vida entre cínicos. La primera jefa es una viuda anciana que da fiestas en su palacete madrileño, con catering de “sandwichitos” e “inglesitos de cangrejo”, donde concurren gentes que huyen de la gran peste de nuestra era: la soledad.

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