Oh, la grandeur. No ganan para sacudidas en Francia: se les quema la catedral de Notre Dame, la deuda pública se desmelena (alcanza ya el 115,6% del PIB) y el primer Gobierno de Sébastien Lecornu apenas dura 27 días, al verse sin apoyos para cuadrar el sudoku del presupuesto, una tesitura bastante extendida, por cierto. Se suma el palo en el Louvre, un robo de joyas perpetrado con una desfachatez muy acorde a los tiempos: de día y con sol, con montacargas, radial y los ladrones vestidos de currantes, porque- yo-lo-valgo, disfrazados a la manera de Arsène Lupin. Para colar el botín en el mercado, quizá deberán fundir el oro y desmontar las gemas –diamantes, zafiros, rubíes– con la cizalla, crac, crac, crac, sin reparar en el valor simbólico, patrimonial o histórico. Bah, que diría Baroja (o Trapiello).
En el interior de La Santé. Nicolas Sarkozy, condenado por “asociación ilícita” en el caso de la conexión libia para financiar a su partido, escribirá acerca de su experiencia carcelaria en un escritorio atornillado al suelo de la celda. Para inspirarse, se ha llevado en la maleta los dos tomos de El conde de Montecristo, la peripecia de Edmundo Dantés, encarcelado injustamente por una traición. ¡Ah, el castillo de la cultura francesa! Seguirá en pie aun después del derrumbe.
Al expresidente le han permitido introducir en el talego unos tapones para los oídos y un par de jerséis, pero no de color azul marino, la tonalidad con que visten los guardias. Si a Dumas le llevó dos años largos culminar su obra maestra, Sarkozy deberá escribir a uña de caballo, pues es muy probable que regrese a casa por Navidad. Un visto y no visto, pero, en cualquier caso, ahí está la democracia, un atisbo de ella malgré tout. Napoleón en su posmoderna isla de Elba.
A buen seguro que los ladrones deberán fundir el oro y desengastar las gemas para colarlas en el mercado
Cumpleaños. En vísperas de mi aniversario, me felicitan de La Caixa, la mutua y la tienda de Yves Rocher donde compré un lápiz de ojos este verano. Muy agradecida. Tampoco esperaba la notificación de Google respecto de las cuentas inactivas. La empresa tecnológica me invita a designar hasta diez legatarios, diez personas que podrán descargar mis datos cuando fallezca y deje de usar el correo electrónico. ¿Ha sido casualidad, el algoritmo o mala leche? Ahora mismo, me la trae al pairo el porvenir de mi quincalla en la nube virtual cuando desaparezca. Han pinchado en hueso los de Silicon Valley. Ni siquiera borro a los muertos del móvil, amigos, familiares, compañeros de trabajo, mi exmarido, un novio. A ninguno. Por principios.
Cunetas. Se cumplen 25 años de la primera exhumación en España, mediante el método científico, de víctimas de la represión franquista, en una ladera a las afueras de Priaranza del Bierzo (León). La efeméride coincide con el aval de Marga Prohens, la presidenta balear, para derogar la ley de Memoria Democrática en las Islas, lo mismo que viene sucediendo en las comunidades donde el PP depende de Vox. “El dictador Franco murió antes de que usted y yo naciéramos”, le espetó al líder de Més per Mallorca. Menudo argumento.
¿Hasta cuándo seguirán los muertos sin digna sepultura? Una democracia no puede permitirse semejante desafuero. Invitaría a Prohens a ver A flor de tierra, el documental que ha estrenado RTVE esta misma semana sobre el desenterramiento de fusilados durante la guerra en Marcilla (Navarra) allá por 1977, sin pruebas de ADN ni ayuda oficial alguna. No le robará mucho tiempo; apenas dura 24 minutos.
Zombis. No sé qué alela más, si atrasar de nuevo las manecillas del reloj el próximo domingo o la cuota de autónomos, de cuya revisión no acabo de sacar el agua en claro. De los 3,4 millones de autónomos que cotizan en España cada uno es de su padre y de su madre, desde luego, pero a algunos no nos llega la camisa al cuerpo.
Polémica. Desafortunado el duelo entre el Instituto Cervantes y la Real Academia Española, cuyo intríngulis se me escapa, así como el momento escogido. ¿Por qué precisamente en el congreso de la lengua española en Arequipa? De todo el ruido, me quedo con unos versos rescatados por Álvaro Pombo en un artículo, muy pasado de frenada, en el diario Abc , una estrofa del poeta norteamericano Wallace Stevens que dice así: “Money is a kind of poetry”; o sea, el dinero es una forma de poesía. (Léase, por favor, sin contexto alguno).
