The Waterboys (★★★★✩), a toda máquina

Crítica de rock

“Las mayores emociones brotaron cuando atacaron su cancionero más clásico”

FOTO ALEX GARCIA MIKE SCOTT DE THE WATERBOYS EN SU CONCIERTO EN RAZZMATAZZ 2019/11/25

The Waterboys, en el concierto que celebraron en Razzmatazz el año pasado. 

Àlex Garcia / Propias

The Waterboys ★★★★✩

Lugar y fecha: Paral·lel, 62 (27/XI/2025)

Hace ya 42 años que el escocés Mike Scott (voz, guitarras, teclado) fundó The Waterboys. Dieciséis álbumes de estudio y un montón de cambios de formación después, el invento sigue funcionando a toda máquina. El jueves, la banda hizo sold out a orillas del Paral·lel. Scott y sus actuales socios —James Hallawell y Brother Paul John a los teclados, Aongus Ralston al bajo y el batería Eamon Ferris— nos regalaron una exquisita sesión que superó las dos horas. The Waterboys dedicaron el tramo central del bolo a las canciones de su último álbum, Life, death and Dennis Hopper, contando a partir de ahí con el apoyo puntual de un coro de voces femeninas.

No es, sin duda, su trabajo más brillante, pero sí un apasionado homenaje al fenecido actor, querido rebelde sin causa ni pausa, reforzado con recursos videográficos. Antes y después, el combo desgranó una euforizante selección de grandes dianas de su trayectoria, reforzada con una abismal relectura del Knockin’ on heaven’s door de Bob Dylan.

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El tributo a Hopper sumó una decena de títulos interpretados. Buen vuelo el de Blues for Terry Southern , con encanto de slide guitar adicional, y magníficas armonías vocales en Michelle (Always stay). La Ten years gone, que en el álbum cuenta con la participación de Bruce Springsteen, fue probablemente lo mejor de este tramo. Aunque tampoco pasaron desapercibidas Golf, they say y, sobre todo, la anterior I don’t know how I made it, marcada por su dramatismo y por un desempeño vocal extraordinario que, de hecho, fue uno de los principales ases exhibidos por Scott durante todo el bolo.

Como resulta lógico, las mayores emociones brotaron cuando The Waterboys atacaron su cancionero más clásico. Muy al inicio de la gala, y tras la tormenta eléctrica de Be my enemy , sonó la gran campanada de Fisherman’s blues y sus irresistibles brisas célticas. Ya en el segmento de salida cayeron nuevas dianas como,entre otras, A girl called Johnny y, con singular intensidad, la final The whole of the moon, convertida en un bello canto colectivo.

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