El íbero y el euskera, ¿primos hermanos?

Lenguas preindoeuropeas

Nuevos hallazgos del epigrafista Joan Ferrer identifican lo que parecen ser numerales ibéricos, similares a los vascos

Según esta tesis, el euskera se mantuvo y evolucionó como el último vestigio de una familia de lenguas que habría desaparecido con la expansión del latín

Imagen del yacimiento de La Bastida de les Alcusses, en Moixent (València), donde se han hallado lo que parecen numerales en íbero (Museu de Prehistòria de València).

Yacimiento de La Bastida de les Alcusses, donde se han hallado lo que parecen numerales en íbero

Museu de Prehistòria de València

El euskera, tan vinculado al eje atlántico y al ámbito vascoaquitano, pudo haber tenido una lengua hermana en todo el entorno mediterráneo. Esa es la hipótesis sobre la que trabaja el epigrafista de la Universitat de Barcelona Joan Ferrer i Jané, quien considera que existen cada vez más elementos que nos llevan a pensar que la lengua vasca y el íbero pertenecerían a la misma familia. La principal razón sobre la que se asienta esta perspectiva, aunque no la única, tiene que ver con la extraordinaria similitud entre los numerales del euskera y una serie de términos que podrían ser los numerales en lengua ibérica. Nuevos hallazgos en los últimos meses vienen a reforzar esta tesis.

Según esta teoría, estas dos lenguas de una misma familia habrían corrido diferente suerte. El íbero o ibérico, que se llegó a hablar desde la Narbona francesa hasta la actual provincia de Jaén, desapareció ante la pujanza del latín. El euskera, por el contrario, se mantuvo como el último vestigio de esta familia lingüística y evolucionó en el entorno vascoaquitano a través del contacto con otras lenguas. Entornos como la Cerdanya, en el límite entre las actuales Lleida y Girona, podrían haber sido zonas de transición entre las lenguas vascónica e ibérica.

Una reformulación del vascoiberismo

Esta tesis implica una reformulación del vascoiberismo, que en su forma más extrema había señalado que el euskera vendría del íbero o incluso que serían la misma lengua. Esta teoría ha perdido mucha fuerza. La perspectiva actual, una suerte de vascoiberismo moderado, se refiere a una relación genética, es decir, de familiaridad. Se trataría de dos lenguas preindoeuropeas que se hablaban en un entorno cercano antes de la llegada del latín y, en el caso vasco, también después de su expansión.

A partir de una propuesta original del iberista Eduardo Orduña, Joan Ferrer i Jané lleva años investigando el valor de determinados elementos que aparecen en inscripciones ibéricas y que parecen ser numerales. Su similitud con los numerales vascos es extraordinaria. En los últimos meses, a través de una lámina de plomo hallada en el poblado íbero de la Bastida de les Alcusses, en Moixent (Valencia) ha podido verificar que la palabra bi, se corresponde, por el contexto en el que se ha encontrado -un texto contable-, con una cantidad equivalente a dos, puesto que corrige a un numeral simbólico formado por tres puntos y se encuentra junto al el que corresponde a uno (ban; en euskera bat), ya identificado. De esta manera, refrendaría que ese bi, aparecido también en otros contextos ibéricos, es el equivalente al numeral que en euskera se utiliza para decir dos: bi.

Además, el hallazgo reciente de un peso de bronce procedente del Tos Pelat en Montcada (València), de 418 gramos y marcado con 10 puntos, confirmaría explícitamente el valor esperado para abaŕ (diez veces 42 gramos, la unidad de referencia en el mundo ibérico), que aparece en un peso de piedra de peso similar del Puig Castellar, en Santa Coloma de Gramanet, y que coincide con el término vasco para designar este número: hamar.

El año pasado, asimismo, Ferrer i Jané pudo verificar que una vasija hallada en el oppidum ibérico de Ruscino, cerca de Perpiñán, y que contaba con una inscripción con el término ogei, representaba una capacidad de 20 ánforas. En este caso, la clave es que veinte en euskera se dice hogei. Lo mismo habría ocurrido con otros hallazgos en monedas u otras inscripciones en las que se ha podido confirmar el valor nominal esperado.

Los 'numerales' y la combinatoria

La base de esta teoría resulta muy intuitiva. En diferentes inscripciones ibéricas se han encontrado una serie de palabras cuyo significado no se conoce con certeza, pero que guardan similitud con los numerales vascos: ban (similar a bat, en euskera uno); bi o bin (similar a bi, dos); irur (hiru, tres) lau o laur (lau, cuatro); borqste o bors (bost, cinco), śei (sei, seis); sisbi (zazpi, siete); sorse (zortzi, ocho); abaŕ (hamar, diez); oŕgei o ogei (hogei, veinte); erdi o erder (erdi, mitad). Además, se ha descubierto una combinatoria similar a la de los numerales vascos. “Oŕgei y abaŕ actúan como bases y los demás elementos se distribuyen a su alrededor; por ejemplo, oŕgeikelaur sería la suma de oŕgei y laur, similar al eusquérico hogeita lau (24); abaŕkebi, la de abar (10) y bi (2), similar a hamabi (12). Entre la base y el átomo la partícula ke actúa como conjunción”, explica.

En tercer lugar, estas inscripciones se han encontrado en soportes coherentes con la posibilidad de que sean numerales: textos contables o indicaciones de valor, peso y capacidad. Finalmente, cuando se han podido pesar o medir, se han refrendado las equivalencias con los numerales vascos. “Personalmente, veo claro que se trata de numerales. A partir de ahí y sin olvidar otras similitudes, creo que las posibilidades de relación genética son altísimas. Sería muy raro que todo el sistema de numerales sea prestado. Solo ocurre en contextos de dominación muy concretos”, añade Ferrer i Jané.

El parentesco 'ata'

Eduardo Orduña, lingüista, iberista y catedrático de Latín de Secundaria, coincide plenamente con Ferrer i Jané. Más allá de los numerales, señala que existen similitudes a nivel fonológico, en las estructuras de las sílabas, en el genitivo en -n (idéntico al del euskera) o con el pronombre de primera persona. En las próximas semanas publicará una nueva investigación que remite a la similitud entre ambas lenguas en algunos parentescos. Por citar un ejemplo, el íbero atako (ata, acompañado del sufijo diminutivo -ko) podría guardar relación con el vasco aita (padre).

En opinión de Orduña, la aparición en el año 2021 de la mano de Irulegi en un poblado vascón cercano a Pamplona, un hito para el estudio de la evolución histórica del euskera y sus antecesores, invita a reforzar la perspectiva de la familiaridad entre ambas lenguas: “En la mano vemos lo que yo hubiera esperado que apareciera estando en territorio vascón. Tiene elementos claramente comunes con el vasco histórico, pero denota también una cierta relación con el ibérico”.

La cautela de los vascólogos

Este vascoiberismo moderado, sin embargo, genera dudas entre los vascólogos. Borja Ariztimuño, doctor en Filología vasca con una tesis sobre el euskera arcaico, se mueve entre el “escepticismo metodológico” y “el rechazo cautelar”: “Mi visión, creo que compartida por la mayoría de los vascólogos que conozco, es similar a la que hemos mostrado ante todas las propuestas de parentesco que han venido apareciendo a lo largo de los años, con más o menos coherencia, con mejores o peores datos, pero todos ellos carentes de lo más fundamental: leyes fonéticas”, indica.

En su opinión aún se deben “demostrar demasiadas cosas no debidamente demostradas” para aceptar “como posibles cognados las palabras (o series de signos) ibéricas y los numerales vascos”: “Por ejemplo, el propio hecho de que todos esos (supuestos) elementos léxicos sean números, o que tengan el valor que se les asigna”.

En opinión de Ariztimuño, además, existe otro “obstáculo” de calado: “Por ahora, ninguna propuesta relacionada con el ibérico ha ayudado a entender nada más ni mejor sobre la (pre)historia del euskera, al igual que, más allá de alguna propuesta de análisis atómico, referente a alguna palabra aislada, el euskera no ha servido para entender ningún texto ibérico”.

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En todo caso, este doctor considera que se trata de “una línea de investigación legítima” y “con planteamientos interesantes sobre el panorama lingüístico peninsular prerromano”. “No obstante, por ahora, no ha dado suficientes frutos como para establecer una relación de parentesco”, indica.

Dos milenios después de que Estrabón aludiese al parecido entre el aspecto físico y la lengua de íberos y aquitanos, que hablaban un antecesor del euskera moderno, la cuestión es objeto de estudio y debate.  

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