Una diva con una vida difícil, pero con una gloria inmortal.
Ayer, en la Sala Grande de Venecia, todo el público se puso en pie: fueron ocho minutos de aplausos para Kim Novak, que a sus 92 años recibió el León de Oro a la carrera. La actriz estadounidense, protagonista de clásicos como Vértigo de Alfred Hitchcock (1958) y Bésame, tonto de Billy Wilder (1964), tuvo que luchar por todo.
En Hollywood no se la pusieron fácil. Le pidieron que adelgazara e incluso que se cambiara el nombre, demasiado parecido al de Marilyn Monroe. Ella se negó a renunciar a su apellido, aunque aceptó modificar su imagen: abandonó el rubio platino y se tiñó de castaño para no ser confundida con la otra estrella. Con el tiempo, sin embargo, todos empezaron a llamarla simplemente Kim.
Su larga carrera estuvo marcada también por momentos complicados en la vida privada. Intentó mantenerse alejada de los focos, aunque sus romances fueron muy comentados en la prensa de la época, sobre todo su relación con Frank Sinatra. Solo en la vejez reveló que había sufrido una agresión sexual.
Las democracias del mundo, debemos unirnos, colaborar, ser creativos, encontrar la manera de abrir los ojos”
En la alfombra roja de la Mostra apareció elegantísima, con un vestido negro y una estola verde. Recogió el premio y ofreció unas palabras de gran valor cívico, poco habituales en ocasiones como esta: “Debo ser fiel a mí misma: siento que uno de los motivos por los que estoy aquí es inspirar lo más posible a las personas, para hacerles entender que su libertad importa, que sus vidas importan, que sus derechos importan, que la verdad importa. Y debo decirlo —prosiguió la actriz, nacida en la actual República Checa— para todas las democracias del mundo, debemos unirnos, colaborar, ser creativos, encontrar la manera de abrir los ojos, mirar lo que está ocurriendo y hacer todo lo posible para salvar nuestras democracias”.
La suya ha sido una vida dura, a menudo lejos de los focos: “Mi padre me transmitió el sistema de valores en el que creo y mi madre, desde que era una niña tímida, me enseñó a ser la capitana de mi barco. Sus palabras me han formado”.

im Novak al salir a recoger su León de Oro a su trayectoria
Particularmente emocionado estaba también Guillermo del Toro, encargado de leer la laudatio, el discurso en honor de Novak: «Lo más notable es su capacidad de proyectar fragilidad, poder, misterio; de aparecer etérea, instintiva, dinámica o mítica. Puede ser una diosa lejana, una heroína gótica trágica o una trabajadora en su pausa para el almuerzo. Y en todas esas maravillosas e irresistibles interpretaciones, siempre lleva consigo un atisbo de duelo, de desgarro y de hondura. Y siempre, siempre esconde un aspecto de sí misma y del personaje que nunca revela al público».
El director de la Mostra, Alberto Barbera, recordó algunos rasgos de su biografía: «Elevada al rango de diva sin haberlo buscado, Kim Novak fue una de las protagonistas más queridas de toda una época del cine de Hollywood, desde su debut casual a mediados de los años cincuenta hasta el prematuro y voluntario exilio de la dorada prisión de Los Ángeles, poco tiempo después. Un sistema que la actriz nunca dejó de criticar, eligiendo sus papeles e incluso su propio nombre».