Entre la tradición más estricta y lo inclasificable. El relato policial de este verano incluye valores seguros, zancadillas y sorprendentes mundos nuevos. Uno de ellos, el de la brasilera Ana Paula Maia que en Búfalos salvajes (Eterna Cadencia), con pocos trazos y potencia de estilo, obra un milagro: que el lector se funda con ese paisaje post-epidemia, en esa carretera con un perro herido (y alguien más, pero el perro conmueve como nadie) y la proximidad de un circo que (pese a todo) intenta alegrar las maltrechas, intoxicadas vidas de todos. No hay que perder de vista a esa autora que, como la mexicana Fernanda Melchor o la ecuatoriana Mónica Ojeda, son un oleaje de potencia y ferocidad.
Y, cómo no, un momento para detenernos en la señora Claudia Piñeiro, que ha hecho, desde Tuya hasta la fecha, un examen de conciencia de sus protagonistas, a la vez prodigios narrativos. Como este, el relato de una joven y talentosa periodista vinculada –nadie podía imaginarlo– con la caída desde una quinta planta de una señorita de alterne, y en un barrio caro de Buenos Aires. La muerte ajena (Alfaguara) pone del revés miserias íntimas y sociales.
Muy oportuna esta recuperación: La lista de los siete (Impedimenta) es una historia que Mark Frost, creador de Twin Peaks, publicó en los noventa. El médico joven y lleno de talento, intrigado y tironeado entre la ciencia y lo irracional que fue Arthur Connan Doyle, en una magnífica recreación londinense. Y una nueva entrega de Bernard Minier, que empieza comme il faut, con un crimen. Porque su protagonista, Lucía, está en Galicia tras la pista de un asesino de mujeres. Pero lo tradicional salta por los aires cuando es llamada de inmediato a Madrid para resolver un asunto escalofriante. Minier es duro –me reservo la descripción de la escena del crimen–, documentado y fiero. Olvidadas (Salamandra) es su nueva entrega.

Bernard Minier
Leer a Ann Cleeves es deslizarse por la bruma de esa isla donde se nos calan los huesos. Quienes sigan en Filmin la serie Shetland (o conozcan la serie Vera), pueden de todas maneras leer Noches blancas (Principal). Es un placer admirar la capacidad de ejecución de esta señora que domina tan bien el género –ese dominio que, siempre, remite al gran Colin Dexter–, y seguir a este investigador enamorado y desorientado por partes iguales.
No todo viene de Reino Unido. Pero no paso al párrafo siguiente sin –una vez más– recomendar la última entrega de la serie de mi adorada protagonista. Agatha Raisin y el crimen de la mansión (Salamandra), heroína siempre dolida por el desaire amoroso de su vecino y metida en una casa de locos. Parece mentira que M.C. Beaton empezara estos libros en el siglo pasado.
⁄ Un joven Arthur Conan Doyle protagoniza la recuperada novela de Mark Frost, creador de ‘Twin Peaks’
En verdad, el pasado siglo es esplendoroso, de un lujo de detalle cautivador, si se piensa en la narrativa de Xavier Theros. Con Aquí no dorm ningú (La Campana) el lector –esta lectora, sin dudarlo– se sube al hombro del feúcho Enrique Cazorla, ahora dedicado a espiar a esposas adúlteras, antes confidente y rompehuelgas. Hitler ha sido nombrado canciller, en Barcelona cae una nevada, Cazorla se mete en un cine a ver pelis de la Gran Guerra, o a tomarse un aperitivo y untar con cocaína a sus informantes, mientras a la República le crecen conspiraciones. No hay respiro en esta ciudad. Brillante.
Sombrío y duro, el irlandés Gene Kerrigan cierra un ciclo y decreta un destino para cada uno de sus personajes. Empezando por el interesante Danny Callaghan que, después de años de prisión por homicidio involuntario (y le creemos a él, y no a los que no le perdonan) está intentando hacerlo bien. Pero como en las mejores historias de la tradición negra americana, un simple altercado en un bar, que lo pilla ahí, tranquilamente sentado, pone del revés su vida. No hay que perderse este libro: Dies foscos a la ciutat / Días sombríos (Crims.cat / Sajalín).

Graziella Moreno
Atención con esta detective madrileña que viaja a Barcelona, para dar con la hija de un abogado de fortuna. Gracias al talento de Graziella Moreno (una magistrada que, como autora, atraviesa a la gente con su mirada), protagoniza un relato intenso, calibrado e inteligente. El mundo de los que no tienen nada que perder, la sensible frontera entre salvarse o arruinarse la vida, los negocios de los más ilustres. De todo esto habla Pudimos ser héroes (Menoscuarto).
Cierro estas recomendaciones con dos polos opuestos. En un extremo, Teresa Cardona, que vuelve a San Lorenzo del Escorial con su investigadora Blecker y, sobre todo, vuelve a hurgar en el pasado. La mujer que ha aparecido muerta en su cocina era una madre perfecta, una doctora entregada a su trabajo. Pero Cardona –sobria y reposada, pero en verdad un sabueso que le clava los dientes al lector desde el principio– construye una biografía que despierta creciente dolor y sensación de fatalidad. El resultado es (y estaba) A la vista de todos (Siruela).
⁄ Xavier Theros viaja a la Barcelona republicana con un detective, antes rompehuelgas, espía de esposas adúlteras
El otro extremo, o tiene delito –normal, viniendo de género; las cosas que se me ocurren– o es una trampa magnífica. Robyn Harding es la responsable de esta novela que convierte al lector en una suerte de chorlito en sus garras. Y por culpa de esta protagonista que ha caído en la indigencia y que, por casualidad, se hace amiga de una millonaria. Confieso que, junto con ellas, también he caído en este mundo de entrenadores personales patanes, sadismo, chantaje, mundo de mentirosas y de arribistas. La trampa de La mujer del agua (RBA) es perfecta y, la verdad, la verdad, el final también es perfecto.