¿Conocen ustedes a RoRo? Deberían. Su nombre completo es Rocío López Bueno, tiene 23 años, y su vida –tal como ella la cuenta en sus vídeos– gira en torno a su novio, Pablo. ¿Pablo querría leer tal libro, pero no le gusta la portada? Ella fabrica una portada ad hoc. ¿A Pablo se le antoja comer pasta? Ella le prepara unos deliciosos pappardelle de ragú de pato a la naranja, empezando por preparar ella misma la pasta (todavía no cría el pato ni planta las naranjas, pero todo se andará). RoRo lleva gafas, tiene peinado y voz de niña y suele mantener los ojos bajos, menos cuando los alza para contemplar con arrobo a su Pablo.
RoRo es el mascarón de proa en España de un fenómeno procedente de Estados Unidos: las tradwives influencers. Tradwives porque se presentan como esposas tradicionales (traditional wives ) al modo de las amas de casa blancas y de clase media estadounidenses de los años 50, e influencers porque divulgan ese modo de vida a través de las redes sociales.
Lo cual nos plantea una adivinanza. Porque si alguna tradición hay, algún denominador común, en la producción cultural de las mujeres, desde hace siglos, es precisamente la crítica acerba al papel de esposa. Lo explora un ensayo que acaba de publicarse: Como anillo al cuello (no me digan que el título no es ocurrente) de Purificació Mascarell.
Mascarell se refiere a novelas de Emilia Pardo Bazán, Víctor Català, Annie Ernaux o Isabel-Clara Simó
Desde pequeña, Mascarell tuvo claro su rechazo al matrimonio. Leyó el cuento de Barba Azul y no entendió que la protagonista “aceptara tan fácilmente a ese hombre viejo, gordo y malvado como marido”; vio a su madre, que, aunque era “la que más trabajaba fuera y dentro del hogar”, dependía económicamente de su esposo “y cenaba la última, de pie, o entrando y saliendo, o ya frío, o lo que a nadie le gustaba”.
Y al empezar a leer novelas de mujeres –es profesora de Literatura Comparada en la Universidad de València–, observó un hilo conductor: la denuncia de la opresión de las casadas. Su casa no es suya, su sexualidad está sometida a un deseo ajeno, el trabajo doméstico es agotador, repetitivo y gratuito… Mascarell lo ilustra con resúmenes de numerosas novelas, de Los pazos de Ulloa (1886) de Emilia Pardo Bazán o Solitud (1904) de Víctor Català hasta La mujer helada de Annie Ernaux (1987), ¿Te imaginas la vida sin él? de Isabel-Clara Simó (2000) o Yo, mentira (2021) de Silvia Hidalgo.
No es de extrañar que hayan surgido movimientos como el llamado “4 noes” en Corea del Sur: no a ser madre, a casarse, a emparejarse o siquiera a tener sexo con hombres. A raíz de la victoria de Trump, las búsquedas en Google los “4 noes” aumentaron un 450 %.
Lo que sí es de extrañar, en cambio, si el matrimonio es tan espantoso, son las tradwives.
RoRo y sus colegas hacen trampa. Se llaman ‘tradwives’, pero lo que realmente son es influencers
Y aquí, Como anillo al cuello no nos sirve de mucho. El libro, breve y divulgativo, constituye una lectura deliciosa, por la cantidad de escritoras que nos descubre y lo amenos que resultan sus resúmenes de novelas. Pero quizá podría haber ido un poco más allá. Pues la autora reproduce, sin cuestionarlo, el retrato maniqueo que las novelistas en cuestión trazan de esposas “obedientes, cariñosas, sacrificadas, ultrajadas” y maridos “derrochadores, cancerberos, miserables, crápulas”…. ¿Por qué ellas se someten?, nos preguntamos y se pregunta Mascarell. Por presión social y familiar, responde, por anhelo de amor, necesidad económica, o directamente, violencia… Explicaciones ciertas, pero no suficientes. Ellas ¿son solo víctimas? ¿No encuentran ventajas, aspectos atractivos, en su situación?
La respuesta parece dárnosla RoRo. ¡Tan sonriente!... El libro que acaba de publicar va mucho más allá de la gastronomía: se subtitula Recetas que transforman cada plato en un auténtico acto de amor , y los ingredientes principales presentes en cada página no son ni la naranja, ni la soja, ni el panko, sino “amor”, “cariño”, “corazón”, “felicidad”…
Y ¿quién no quiere ser feliz? Como explica Mary Harrington en Feminismo contra el progreso (lo comenté en el artículo “Progreso y melancolía”, La Vanguardia , 2-7-24), en una sociedad que sigue siendo machista, las mujeres que imitan el modelo tradicionalmente masculino (prioridad a la carrera sobre la familia, relaciones utilitarias con parejas intercambiables…) pagan por ello un precio mucho más alto que los varones, como la soledad o el coste profesional, económico y de todo tipo inherente a la maternidad sin pareja.
Se entiende que algunas sueñen con regresar a un modelo pasado, que imaginan como un paraíso afectivo, olvidando su precio en términos de dependencia económica y ese “malestar sin nombre” del que hablaba Betty Friedan.
Pero RoRo y sus colegas hacen trampa. Se llaman tradwives , pero lo que realmente son es influencers: profesionales que trabajan mucho y ganan mucho (con sus millones de seguidores en las redes sociales, RoRo tiene sin duda ingresos superiores a los de su novio, o a los suyos propios en su etapa anterior, cuando era profesora de chino). Claro que esto no es nuevo. Ya Susan Faludi, en su brillante Reacción (1991) daba muchos ejemplos de mujeres que obtienen dinero, fama y poder defendiendo el ideal de ama de casa sumisa que ellas, desde luego, no practican.
Como Pilar Primo de Rivera, jefa de la Sección Femenina bajo el franquismo, por poner un ejemplo que conocemos bien.
Purificació Mascarell Como anillo al cuello Ariel 199 páginas 17,95 euros
RoRo Hoy a RoRo le apetecía Roca 224 páginas 23,65 euros