Al dramaturgo Ernesto Caballero siempre le ha fascinado Pentecostés, cuando unas lenguas de fuego bajaron del cielo y otorgaron a los apóstoles el don de lenguas. Es así como dio a la protagonista el don de la gramática: a una mujer de la limpieza que trabaja en la RAE le caen encima todas las gramáticas de la lengua española, de modo que, cuando se despierta del coma, resulta que se ha convertido en una gran experta en esta parte de la lingüística.
Pero estos conocimientos se convierten en un estorbo cuando empieza a corregir a la gente de su entorno y se ve obligada a contactar con un neurocientífico para volver a hablar igual que antes. “La obra es un juego, una parábola distópica, hecha con humor, donde el principal protagonista es la lengua. Es un juego perverso, donde giramos Pigmalión ”, declara Caballero.
“Hay ámbitos que no son aptos para la democratización. Pasa con el arte y pasa con el lenguaje”, señala Caballero
“Quería denunciar la perversión del lenguaje que se pierde –continúa–, pero surgieron otras preguntas sobre el lenguaje, porque puede contribuir a la verdad, pero también puede servir para engatusar. El lenguaje ha de servirnos para ser precisos, pero designar con precisión las cosas es algo que está en horas bajas”.
“Hay ámbitos que no son aptos para la democratización. Pasa con el arte y pasa con el lenguaje. Pero hacer orgullo o bandera de democratización a la baja en no esforzarse en ser preciso, es bastante suicida. Es tirar por la borda un patrimonio”, concluye.