Angélica Liddell revive el suicidio de Mishima, con algún desvanecimiento entre el público

Temporada Alta

La artista vuelve a deslumbrar con el estreno absoluto de ‘Seppuku. El funeral de Mishima’ en el festival gerundense

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Una imagen de escena de ‘Seppuku. El funeral de Mishima’, de ngélica Liddell, en Temporada Alta

Una imagen de escena de ‘Seppuku. El funeral de Mishima’, de Angélica Liddell, en Temporada Alta

Ximena y Sergio

Este sábado de madrugada, concretamente en las 5.45, Angélica Liddell había convocado a su público fiel al Teatro de Salt, para revivir sin remorir el ritual del suicidio japonés del escritor Yukio Mishima en Seppuku. El funeral de Mishima. El estreno se circunscribe al alud de espectáculos que reúne el Big Bang de Temporada Alta, desde el jueves hasta el domingo. 

Esta vez, la creadora de piezas emblemáticas como Vudú (3318) Blixen quería actuar al aire libre para acabar con la salida del sol, pero las frías temperaturas aconsejaron hacerlo en el interior de una sala y ver el sol naciente a la salida, sobre las ocho menos cuarto, entre las azoteas de Salt. A pesar de la previsión bajo cero, al final el termómetro no bajó de los cuatro grados, temperatura tampoco recomendada para tal performance.

Ichiro Sugae y Kazán Tachimoto

Liddell estrenó una pieza especialmente contenida, muy bien acompañada por dos artistas japoneses que aportan una fuerza y una belleza deslumbrantes

Aparte de las increpaciones habituales al público, que en esta ocasión se limita a referir “el asco” que siente “para las personas” y a decirles que son “unos cobardes” porque no se atreven a morir y conseguir una muerte bella que haga de su vida un poema, como proclamaba el escritor japonés, Liddell estrenó una pieza especialmente contenida, muy bien acompañada por dos artistas japoneses que aportan una fuerza y una belleza deslumbrantes: el bailarín Ichiro Sugae y el actor Kazan Tachimoto, la pasión esencializada en una danza minimalista y una voz atronadora.

Aunque las fechas no coinciden, dice Liddell que tiene una gran conexión con Mishima porque se suicidó cuando ella estaba en el vientre de su madre. Claro que para ello existe la ficción y, todavía más, la autoficción, de manera que la artista ha llevado al público por los caminos del ritual del seppuku, hasta coronar las cimas cuando ha soltado sus monólogos abrumadores. Es aquí donde Liddell sube el Everest y dice como nadie sus propias palabras, con una progresión ni aritmética ni geométrica, sino siguiendo la sucesión de Fibonacci para alcanzar la proporción áurea.

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Pero en un espectáculo suyo no podía faltar la dosis de “sang i fetge”, que en este caso se ha cumplido a rajatabla. Por una parte, con una extracción de sangre de ella y de Tachimoto por parte de dos profesionales sanitarios, que en el estreno resultó parcialmente fallida porque costó encontrarle la vena al actor, lo que alargó la escena y provocó algunos mareos, con dos personas abandonando la sala, una de ellas ayudada por el personal del teatro. 

Por otra parte, también aparece un hígado, quizá de ternera, que sirve para que Liddell practique sexo sin miramientos. Excentricidades aparte, con Seppuku. El funeral de Mishima la artista ha conseguido otra gran pieza dramatúrgica.

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