El Barça no sabe ganar sin Lamine Yamal. El Atlético de Simeone solo sabe defender. Guardiola se ha agotado en el City. Hay mucho reduccionismo a la hora de explicar el fútbol. Pero no todo es tan sencillo o caprichoso como se nos quiere hacer creer. Interfieren múltiples factores, incluido el entorno –nomenclatura ideada por Cruyff pero que lleva toda la vida afectando en los equipos–. La final de Berna ante el Benfica (3-2) se perdió por los postes. Es otro de los análisis simplistas que han pasado de padres a hijos en el barcelonismo. Una leyenda urbana que el periodista Xavier Garcia Luque se atreve a desmitificar en su último libro No fueron los postes cuadrados, que se puede adquirir en Amazon.
“Lo normal era perder”, adelanta el autor, que considera que el hundimiento del club fue tal que explica que el Barça solo ganase una Liga en las dos décadas posteriores o que tardase 25 años en regresar a una final de Copa de Europa.
El 31 de mayo de 1961, en el estadio Wankdorf de Berna, ya no estaban en el Barcelona ninguno de los arquitectos de aquel equipo. Ni el secretario técnico Pep Samitier (“considera que lo maltratan y en cuanto se va enseguida tiene la oferta del Real Madrid, ya que era amigo de Bernabéu”, analiza Garcia Luque), ni el entrenador Helenio Herrera (ni siquiera Ljubisa Brocic, su sustituto), ni el presidente Miró-Sans, acuciado por las deudas de pagar el Camp Nou.
“Me sorprendió la clarividencia del cronista de la época Carlos Pardo, que escribe ‘Hemos aprendido que una cosa es construir un estadio y otra es pagarlo’”, descubre el autor, que ha buceado en muchas hemerotecas para captar el sentir del momento, y que considera que hay que conocer la historia para no repetir los errores.
“Hay episodios de entonces que hemos vivido parecidos recientemente. Aquel equipo de Berna estaba envejecido pero nadie se atrevía a dar el paso con las estrellas, como ha sucedido en el Barça de los últimos años. O el gol de Kocsis en el último minuto de la vuelta de la semifinal en campo contrario (Hamburgo) que evita la eliminación. La situación recuerda al de Iniesta en Stamford Bridge”, enumera el periodista.
“Aquel equipo estaba envejecido pero nadie se atrevía a dar el paso con las estrellas”, recuerda García Luque
En el libro, se explica que “las estrellas mimadas” trataron de “mindundi” a Orizaola, el sustituto de Brocic, destituido el 12 de enero de 1961. Y es que el técnico que se sentó en el banquillo de Berna solo había entrenado en Segunda al Racing, el Jaén y el Murcia.
La obra es un trabajo minucioso y detallista –así ha trabajado siempre Garcia Luque, periodista empedernido–. “Quería que el libro, además de la historia del Barça y la final, explicase también el fútbol de aquella época, que es muy interesante. Entonces, la Copa de Europa aún es un desgobierno, porque no le dan la misma oficialidad que los torneos nacionales. Puede pasar que el Madrid inscriba a dos fichajes (Del Sol y Pachín) para intentar eliminar al Barça (en octavos, donde el mítico gol de Evaristo apea por primera vez a los blancos) o que los húngaros no puedan viajar a un partido en Chequia, país del Telón de Acero, por miedo a represalias. A ese duelo tampoco fue el entrenador (Brocic, serbio), que lo tuvo que seguir por radio desde Barcelona”, refleja. “Es más, en las dos primeras temporadas que jugó la Copa de Europa (59-60 y 60-61), el Barcelona lo hizo compaginándolo con la Copa de Ferias. ¡Jugaba dos competiciones europeas al mismo tiempo!”, exclama Garcia Luque.
En Berna (ni contra el Madrid, ni los checos en cuartos, ni el Hamburgo en semifinales) tampoco puede estar Seminario, futbolista chileno que el Barça contrata en 1959. “Es un escándalo parecido al de Di Stéfano pero curiosamente deciden de forma muy diferente”, señala el autor. Se sentencia que el delantero “carece de las condiciones morales necesarias” para jugar en España porque el Zaragoza decía haber pagado a un intermediario. “El jugador debuta de blaugrana cinco años después, en 1964, después de pasar por el Sporting portugués, el Zaragoza y el Fiorentina”.
¿Saben quién tampoco se viste de corto ese día? Segarra, el capitán y defensa. “Se lesiona en una eliminatoria de Copa contra el Espanyol que es terriblemente dura porque, además, los blanquiazules, que salvan por los pelos de bajar a Segunda, sienten además que el Barça no les ayudó perdiendo contra el Oviedo en la última jornada (3-5)”, apunta. Ese duelo se jugó el 27 de mayo, cuatro días antes de la final. Todos los intentos del club blaugrana por adelantarlo cayeron en saco roto.
“Entonces los viajes eran larguísimos y pesados. Y los futbolistas si eran titulares tenían que jugar 90 minutos. No había sustituciones, solo del portero en caso de lesión”, puntualiza Garcia Luque. “Y mientras el Benfica lleva una semana en Berna, analizando el partido, y estudiando hasta cómo cae el sol, porque Guttman, su entrenador, es un gato viejo tremendo”. A Ramallets le molesta el reflejo en el segundo gol portugués.
“Además de historia del Barça y de la final, quería explicar el fútbol de aquella época, que es muy interesante”
Luis Suárez jugó la final sabiendo que se iba al Inter vendido por 25 millones de pesetas. Kubala estaba tan tocado físicamente, con 33 años, que se retiró provisionalmente ese verano, como Ramallets.
¿Aún creen que la culpa de todo fue de los cuatro disparos que repelieron los postes cuadrados de Berna?