Armand Monleon (Igualada, 1987) es un caso paradigmático del Dakar: la reconversión a tiempo de un piloto de motos prometedor a copiloto de coches demandado. O, como él prefiere decir, “navegante”, el que traza el rumbo y dirige la nave en la dirección correcta. En su caso, un Toyota Hilux del equipo oficial Gazoo, a la derecha del brasileño Lucas Moraes. Una de las parejas más fuertes del Dakar.
Pero antes de llegar hasta aquí, antes de ser uno de los copis mejor valorados, Monleon hizo su particular travesía sobre dos ruedas: de ser uno de los mejores debutantes de la historia (10.º en el 2016 con 20 añitos) y ser designado “el heredero de Marc Coma” –de quien era discípulo– a caer en desgracia, rechazado por KTM...
El acierto del cambio
“Subir al coche ha sido la mejor decisión de mi vida, por seguridad y tranquilidad familiar”
–Básicamente, lo que pasó fue que dejé de recibir apoyo de la fábrica. Los dos últimos años en moto [en el 2018, 14.º, y en el 2019, abandono] fui como piloto privado. Me tuve que buscar la vida en una estructura privada con clientes para poder competir. Es decir, que no fui al Dakar con las mismas herramientas ni kilómetros que los rivales. No tenía material oficial ni apoyo de KTM y, por lo tanto, ya no podía luchar por el título contra los oficiales.
Según Monleon, perdió el apoyo de la fábrica austriaca por una cuestión “de marketing”:
–KTM tenía varias opciones sobre la mesa para su equipo oficial: un piloto de EE.UU., un sudamericano, un italiano y yo. Y por marketing –al fin y al cabo, les mueve vender motos en todo el mundo– les interesaba más un piloto de otro país. No era cuestión de calidad, yo ya demostré que tenía.
Así fue como se le decapitó una carrera brillante en moto.
–Sí, sin duda. Y más tal como ha ido el Dakar los últimos años, con más navegación, mi punto fuerte. Sin ningún tipo de duda me cortaron las alas cuando habría podido tener una carrera fructífera, pero no culpo a nadie. Con los años entiendes cómo funciona el negocio: el Dakar no deja de ser un escaparate para las fábricas.
Pasaporte al Dakar
Armand Monleon
· Igualada
· 37 años
· Casado, tres hijos
· Copiloto y empresario
· Navegante Toyota Gazoo
· 10.º Dakar (6.º en coche)
Lejos de hundirse, Monleon vio una puerta abierta hacia una mejora profesional.
–Tenía la espina clavada, pero con los años he visto que subir a los coches ha sido la mejor decisión de mi vida. En términos de peligro, de seguridad, de tranquilidad para mi familia...
El cambio lo hizo cuando volvió de su último Dakar en moto, en enero del 2019.
–Los dos últimos Dakar en moto no disfruté ni de una etapa: cambié el chip cuando empecé a tener familia. El primer hijo lo tuve en el 2017. Eso mentalmente es un freno. Me cambió la vida. Al Dakar, en moto, tienes que ir sin miedo. Hay un momento en que debes poner el resultado por delante de todo, antes que tu seguridad. Lo tienes que dar todo, y aquí el nivel de riesgo es altísimo. Se ve en las estadísticas: el 53% de los pilotos que luchan por estar delante se van en helicóptero. Y yo, en el momento de tener que cambiar de ritmo, de jugármela, tenía un freno. Me decía: “ Armand, que tienes que volver a casa, que el niño te espera”.
Cuando volvió del Dakar 2019 aprendió a hacer de navegante con Gerard Farrés, que lo fichó para correr la edición del 2020 con un SSV, y descubrió un mundo lleno de posibilidades.
–Lo que me hace vibrar es la navegación. Más que pilotar un coche. El piloto tiene un nivel de estrés inhumano todo el año, entre patrocinios, reuniones... y el buen navegante está muy solicitado. Y hay poca oferta. Copilotos hay muchos, pero navegantes que sepan cantar las notas y te hagan ir deprisa a cazar los waypoints hay pocos. Y muchos venimos de las motos. La mayoría están delante.

Monleon en diciembre del 2016, en su etapa de piloto de motos
En su nueva vida como navegante lo que más valora es la tranquilidad, en todos los sentidos.
–La seguridad, comparado con las motos, es más alta, y también la responsabilidad. Me pone tener tanta responsabilidad. Un error puede hacer que te comas un peligro o hagas un mal resultado.
Y, aparte, están muy bien pagados. Mejor que en las motos.
–Sí, bastante mejor. Y la carrera de un motorista es muy corta, y lo más probable es que acabes lesionado. Míralos a todos: Price, Walkner, Quintanilla... Hay pocos que caminen recto.
Ahora, Armand, con una empresa de pilotaje que lleva al Dakar a ocho pilotos, podría vivir solo dedicándose a hacer de copiloto.
Como copiloto oficial de Toyota disputa el Mundial de rally-raids, donde ha sido tercero, y el Dakar. Este año el objetivo es hacer podio y luchar por el triunfo ante los Dacia y los Ford.
En la maleta
Muchos libros, cero amuletos
En la maleta del Armand Monleon no puede faltar un par de libros de lectura “que no tengan nada que ver con el motorsport”. Para esta edición el copiloto de Igualada ha escogido El arte de la guerra, Pensar cono claridad y Encuentra tu ikigai, de crecimiento personal. Y, como es tan metódico y organizado, Monleon también arrastra los manuales de protocolos del Dakar, sobre cómo actuar en casos de pérdida, de mecánica, de competición. Amuletos, ninguno. “Soy cero supersticioso”, asegura.