Victimismo, señorío

POR LA ESCUADRA

C uando han estado mejor, solo queda felicitarles, desearles suerte. Aunque, como culé que soy, desearía que no fuera así. Cuando un equipo es mejor, en el deporte, hay que aceptarlo y felicitarles”. Nueva clase de deportividad de Pep Guardiola en la rueda de prensa posterior a la eliminación del Manchester City por el Real Madrid en la Liga de Campeones. Más todavía cuando, en el túnel de vestuarios, le habían faltado al respeto: “En Inglaterra dicen que te van a despedir, y aquí el Bernabéu te canta “Guardiola quédate”. ¿Tienes fuerza para quedarte?”.

El periodismo de bufanda tiene sin duda seguidores. Pero es feo de ver, sobre todo en la semana del “ fuck off”. La desvergonzada persecución mediática de Munuera Montero, el árbitro que en un solo partido echó a Jude Bellingham y pitó un penalti contra los de Ancelotti, sorprendería a todo el mundo si no fuera porque la inflamación del llamado madridismo sociológico hace muchos años que no remite. Me viene a la memoria la vieja canción de Mourinho: “¿Por qué Ovrebo, por qué Busacca, por qué De Bleeckere, por qué Stark...? ¿Por qué?”. Pero el victimismo y la paranoia no empezaron con el entrenador portugués. En aquella época, ya hacía tiempo que se hablaba de “villarato”, como hoy día de repente toca, de repente no toca, y entonces vuelve a convenir hablar de Negreira. Es verdad que recordamos a Mourinho por el uso estratégico del victimismo, y para dar alas a la paranoia como elemento aglutinador. Ray Liotta también espesaba una salsa, para una comida familiar, en Uno de los nuestros , la obra maestra de Scorsese, mientras compraba armas, visitaba a la amante y esnifaba coca bajo el escrutinio ineludible de un helicóptero que lo perseguía por todas partes, metáfora de quién sabe qué. Y es tan verdad que la paranoia necesita helicópteros, una base real y objetiva para elevarse, como que el victimismo no es patrimonio exclusivo de los del señorío. Históricamente, catalanes y culés hemos practicado las dos disciplinas con desenvuelta tozudez, hasta el punto que decir catalanes y decir victimismo era tres cuartos de lo mismo. Y nos infligimos episodios de inflamación mediática aguda cada dos por tres. Tampoco hemos ido cortos de razones, más o menos objetivas, para sentirnos víctimas y calentar tertulias. Desde el cierre de Les Corts hasta el estado del césped, pasando por los cuarenta años de franquismo, Guruceta, la central lechera y los palos cuadrados, el caso Di Stéfano, los hooligans con toga y los porrazos, quien no refunfuña es porque no quiere.

La inflamación del llamado ‘madridismo sociológico’ hace muchos años que no remite

Con todo, si en los años ochenta alguien me hubiera predicho que un día los culés veríamos al club de las 15 Copas de Europa hacer non stop el llorón, no me lo hubiera creído de ninguna manera.

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