Células durmientes

Por la escuadra

Dicen que el KGB se especializó en programar células durmientes. Te captaban de joven y te mantenían en letargia hasta que, llegado el momento, te activaban. Las redes hablan estos días, a raíz del supuesto candor con que Trump trata a Putin, para insinuar que el actual POTUS quizá es una célula de estas, programada hace mucho tiempo.

Es decir “agentes infiltrados” y recordar Asaltar los cielos , aquel maravilloso documental sobre el asesinato de Leon Trotsky, a manos de Ramón Mercader, a quién Víctor Alba hizo abandonar la falsa identidad belga, que mantenía en una prisión mexicana, bajo el nombre de Jacques Mornard, dirigiéndose a él en catalán: “Ramon Mercader! Què, com ha anat tot això?”. “Ves a la merda!”, le respondió espontáneamente el asesino, revelando su origen real. 

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Robert Lewandowski controla el balón en el partido contra el Atletico de Madrid 

Bernat Armangue / Ap-LaPresse

Estos mismos días, el cantautor norteamericano Stephen Wilson Jr está promoviendo su primer álbum. Allí donde lo acogen, explica que se ha pasado la vida bajo la sombra de la fuerte personalidad de su padre y que, en la primera etapa de su carrera musical, había mantenido un perfil muy bajo. Eso hasta que, hace cosa de cinco años, el padre murió. Es escuchar Son of Dad , y sorprenderse de inmediato de que un talento tan inmenso se haya resignado tanto tiempo a permanecer latente.

Después recuerdo que existe el enso, aquella disciplina artística japonesa, de la pintura zen, que exige una fuerte auto-disciplina, porque solo a partir de una preparación mental y física previa, de una meditación para aislar la mente de distracciones, el artista puede coger el pincel y, de un solo trazo, en un gesto único, sin posibilidad de corrección posterior, tiene que hacer un círculo.

Qué papel tan desagradecido tuvo que hacer Lewandowski en el Metropolitano

Finalmente también me viene a la memoria aquel gag, no se si de la Pantera Rosa , de Rowan Atkinson, quien sabe si de Benny Hill, en el que un músico de orquesta espera pacientemente su turno, y tiene que luchar contra muy tentadoras distracciones, para intervenir en el concierto con un solo golpe de triángulo, de gong o de timbal... 

Pienso en todas estas versiones del mismo fenómeno porque el fútbol nos lo explica con tozudez, como si se tratara de una lección que no queremos aprender. ¿Cuántas veces hemos sentenciado a un jugador porque no nos convence, pasa por una mala racha o no tiene el día y, entonces, en un solo movimiento, nos demuestra con clase que nos equivocábamos, y que el estallido de su talento era cuestión de paciencia, o de ajustar el contexto donde se tenía que manifestar? 

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¿Qué papel tan desagradecido tuvo que hacer Lewandowski, por ejemplo, en el Metropolitano, hasta el minuto 72, hasta el control orientado con el pecho y el remate cruzado, al fondo de la red, hasta aquellos dos toques de pelota, –¡solo dos!–, precisos, exactos y eficaces, que empezaron a girar la tortilla?

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