La habitual discrepancia entre lo prometido y lo acontecido durante el presente mandato de Joan Laporta ha alcanzado cotas de difícil digestión en cuanto a la remodelación integral del Spotify Camp Nou. Han sobrado la improvisación, los mensajes triunfalistas y la precipitación y se ha echado en falta un cuerpo directivo y ejecutivo capacitado, profesional y por supuesto prudente a la hora de afrontar un desafío de dimensiones colosales que exigía seriedad y no bandazos. La sensación es que el proyecto les ha ido grande y que los acompañantes elegidos para la misión, lejos de mitigar la imagen de amateurismo, la han agravado.
La hemeroteca no deja títere con cabeza en cuanto a los términos anunciados, las excelencias de la constructora escogida han resultado falaces (ni más barata ni más rápida) y el anuncio de que el Barça-Valencia, a cinco días de su disputa, se celebrará en el estadio Johan Cruyff, se confirma como una solución disparatada, aunque su oficiosa antelación parezca haberla normalizado. No, no es normal. Ni para los socios, ni para el equipo de Hansi Flick, ni para un club grande como el FC Barcelona.
Paradojas de la vida, el Barça acabará jugando de urgencia en un estadio heredado: el Johan Cruyff
Dicho esto, estaría bien que a partir de ahora, aprovechando que en este tema se ha tocado fondo, el club se centre en hacer las cosas bien, deje de buscar justificación a sus errores en elementos externos (en este asunto los disparos al pie han sido constantes), adopte una postura humilde y anuncie cuando pueda, sin prisa pero con la sensatez que merecen sus aficionados, una agenda definitiva, clara y realista para dejar de marear al personal, que por cierto está reaccionando con ejemplaridad ante el desaguisado. Primero obtengan el certificado final de obra. Y, a partir de ahí, paso a paso.

Jordi Cruyff efectuó el saque de honor en la inauguración del estadio que lleva el nombre de su padre
Estadio Johan Cruyff
Hemos mencionado la palabra humildad. No es casual. Una de las características comunes de las últimas directivas, sean del color que sean, ha consistido en la negación de los méritos e incluso la denuncia judicial (acción de responsabilidad) de las que les precedieron, una dinámica que ha acabado perjudicando al club, por cuanto ha imposibilitado la colaboración amistosa durante las transiciones entre mandatos y ha corroído y agravado la lucha de trincheras entre facciones que no se soportan. La directiva actual, por poner un ejemplo, se adjudica con razón la determinación de acometer la reforma integral del nuevo estadio, pero omite cualquier mención del trabajo anterior, no solo del proyecto arquitectónico, sino también del modelo de financiación con Goldman Sachs, prácticamente calcado (aunque mucho más caro y sin rastro del Palau) por cuanto basa la devolución del dinero a los acreedores a partir de los ingresos generados por la propia instalación cuando esta haya finalizado. En el proyecto original de los japoneses Nikken Sekkei, por cierto, nunca se abandonaba el Camp Nou y el aforo no bajaba de 80.000 espectadores durante el transcurso de las obras, algo que, recordado ahora, duele bastante.
Paradojas de la vida, el Barça acabará jugando auxiliado in extremis por un asidero heredado, el estadio Johan Cruyff, una instalación que lleva el nombre de la figura más idolatrada por el laportismo. El acto de la primera piedra del campo, en septiembre del 2017, contó con miembros de la familia Cruyff y con exjugadores como Iniesta, Bakero, Amor y Stoichkov. El partido inaugural, agosto del 2019, enfrentó a los juveniles del Barça y el Ajax, los dos equipos que encumbraron a Johan, y el saque de honor lo protagonizó su hijo Jordi.
Aquellas escenas fueron bellas y deberían llevar a cierta reflexión.